El después del ataque ruso a un hospital infantil: "Todo el mundo corría para desenterrar a la gente"
En el centro había más de 600 criaturas en el momento del ataque
KiivOleksandra Oixman, una productora de televisión de 32 años, se preparaba para ir a trabajar cuando escuchó una fuerte explosión y vio una densa nube de humo negro que se elevaba sobre su barrio. Se sentó en la cama a pensar y, de repente, un nuevo golpe, con una fuerza que nunca había oído, la hizo caer instintivamente al suelo, arrastrarse hasta el pasillo y cubrirse la cabeza con las manos. Los gatos en su piso pasaron corriendo por su lado. "Por todas partes se rompían cristales, toneladas de cristal rompiéndose", describe Oixman.
Oyó que el sonido llenaba todo el espacio y su mente. Cuando el ruido paró, ya en el suelo, lloró y llamó a su marido. Durante los primeros diez minutos, aún recuperándose, no podía entender por qué la explosión había sido tan fuerte. Entonces se dio cuenta de que había un montón de escombros mezclado con persianas dobladas en su casa. Su balcón había quedado destruido. Y delante, el devastado hospital infantil Okhmatdyt. En ese momento sintió "horror y conmoción", pero no por el daño causado en su casa. Pensó en la gran cantidad de criaturas, padres, médicos y personal que no podían estar en los refugios.
En las últimas semanas Rusia ha estado agotando constantemente la defensa antimisiles de Ucrania. Aunque la capital es el punto más protegido del país, la nueva táctica y el número de misiles utilizados permiten a Moscú causar daños y pérdidas significativas. El sistema de defensa aérea de Ucrania debe intentar simultáneamente proteger tanto la infraestructura crítica –los ataques han provocado largos períodos de apagones en todo el país–, como los edificios administrativos, los hospitales y los barrios residenciales.
Este lunes, el "horror y la conmoción" no solo les notó Oixman. El hospital Okhmatdyt, conocido oficialmente como Protección de la Maternidad y la Infancia, es famoso no sólo en Kiiv, sino en toda Ucrania. Las noticias del impacto en las instalaciones provocaron una fuerte reacción incluso entre los ucranianos más endurecidos por la guerra. Niños de todo el país acuden para recibir tratamiento y someterse a pruebas, ya que este hospital dispone del equipo más moderno para realizar las operaciones más complejas. Pero lo importante es que trabajen los mejores especialistas. Para muchos pacientes y sus padres, Okhmatdyt se ha convertido en un símbolo de la última esperanza en la lucha contra la enfermedad.
Para los médicos del Okhmatdyt, la batalla por la vida de los pacientes comenzó desde las primeras horas de la guerra, con los primeros combates en la región de Kiiv. En el departamento de cirugía aún recuerdan al primer paciente, un niño de siete años que llegó al hospital en estado crítico, con una conmoción cerebral y el cuerpo cubierto de metralla, al que llamaron Desconocido 1. Desgraciadamente, a pesar de todos los esfuerzos de los médicos, no pudieron salvarle. Murió, al igual que toda la familia.
Desde ese primer día, Okhmatdyt ha llevado el registro propio de los horribles crímenes de esta guerra. Sus pacientes han sobrevivido bombardeos, empleos y algunos han sido testigos de la muerte de sus seres queridos. A pesar de la oscuridad de esta guerra y los traumas, dentro de este hospital incluso en las salas más lejanas había mucha luz: montones de dibujos de pequeños pacientes, cuidadosamente guardados en los cajones de la sala de médicos, cartas de agradecimiento escritas torpemente, un órgano electrónico que a un cirujano le gustaba tocar en privado con auriculares después de las operaciones, una montaña de juguetes y el apoyo enviado desde toda Ucrania.
Este pasado 8 de julio, el hospital Okhmatdyt se convirtió en una nueva víctima de los crímenes de esta guerra cuando un misil ruso X-101, según el servicio de seguridad ucraniano, impactó en el edificio de toxicología, donde los niños recibían diálisis vital. Ese día, según el ministerio de Salud de Ucrania, había 627 criaturas en el centro médico. La parte rusa, que en dos años no ha reconocido su participación en ataques contra objetivos civiles, niega el ataque intencionado en el hospital y culpa a la defensa aérea ucraniana.
Instalaciones únicas destruidas
Svitlana Lukiantxuk, una médica de 30 años, se crió en un internado y desde pequeña soñaba con ser doctora. Tras graduarse en la universidad, trabajó como nefróloga en el departamento de terapia intensiva y referente de intoxicaciones crónicas del Okhmatdyt. Éste es el único departamento en Ucrania con capacidad de internación para tratar a niños con enfermedades renales crónicas de todo tipo y de todos los grados de severidad. Ahora ya no existe. Sus colegas y familiares recuerdan a Lukiantxuk como una profesional que siempre buscaba mejorar, haciendo estancias en Canadá y en España. El amor que no recibió en su infancia, lo intentaba transmitir a los niños, explica a la ARA Maria, una amiga suya.
Cuando sonó la explosión, Lukiantxuk evacuaba a las criaturas al refugio. Fue una de las dos personas que fallecieron en el momento del ataque. Otras dos fallecieron después. "Tenías tanta vida dentro, tanta dedicación a tu trabajo. Vivías por eso y nunca tenías tiempo para tu vida personal. No era el momento, porque tu objetivo era convertirte en médico y salvar vidas", comentaba a las redes sociales Maria el día del ataque.
Algunos de los cirujanos estaban en plena operación cuando la explosión sacudió el hospital. El doctor Ihor Kolodka y su colega Oleh Holubchenko estaban interviniendo una niña de cinco meses. La alarma sonó cuando la operación ya había comenzado y no pudieron descender al refugio. Luego hubo una explosión, cristales rotos y una onda expansiva. Los fragmentos hirieron a Kolodka en la cara y Holubchenko en la espalda. Tras evacuar a la niña y hacer los primeros auxilios, se apresuraron a salir fuera, donde los gritos se mezclaban con los esfuerzos de los voluntarios que ya empezaban a remover los escombros. Sus imágenes con batas médicas ensangrentadas dieron la vuelta al mundo.
"Nadie pensaba en nada. Todo el mundo quería hacer algo, salvar a alguien. Todos corrían, pasaban ladrillos, todo lo que estaba hacinado, para desenterrar a la gente", explica Holubchenko. La tragedia demostró una vez más la notable capacidad de los kiivianos para autoorganizarse. A los pocos minutos del ataque, empezaron a llegar personas con agua, dispuestas a ayudar a despejar los escombros ya recaudar fondos para la reconstrucción. Sin embargo, los edificios dañados del mayor hospital infantil de Ucrania no podrán recibir pacientes a corto plazo.