Los franceses que Zemmour no quiere
Aubervilliers, una de las ciudades de la 'banlieue' de París con más inmigración, reivindica su multiculturalidad
AubervilliersChispea y hace viento, pero el mercado de Aubervilliers, una ciudad de 90.000 habitantes de la banlieue parisiense, está lleno de gente comprando y desafiando al mal tiempo. A 100 metros hay una plaza, la del Ayuntamiento, con unos paneles con carteles electorales. Es lo único que hace intuir que las elecciones presidenciales están a la vuelta de la esquina. “Ni nos interesan ni nos afectan”, asegura un hombre sentado en un café junto al mercado. Unos metros más allá una mujer con el carro de la compra lleno, Judeline, asegura que ella sí que irá a votar. “Pero ni a Le Pen, ni a Zemmour ni a Pécresse”, puntualiza. “Su discurso es racista”, afirma.
Aubervilliers forma parte del departamento del Sena Saint-Denis, donde se concentra buena parte de la inmigración de la región de París. Y de todo Francia. El centro de la ciudad mantiene la arquitectura del pueblo rural que fue hace un siglo, con calles estrechas y casas bajas. Los cafés se mezclan con comercios de todo el mundo. Más allá, la ciudad se ve más degradada, con bloques de pisos enormes y calles decrépitas. Es un municipio con una larga tradición de inmigración: en el siglo pasado fueron los españoles y los portugueses –hay un barrio que se conoce como la pequeña España– y ahora son mayoritariamente de países del norte del continente africano.
Judeline es una francesa originaria de Haití y vive desde hace años en el centro de Aubervilliers, donde han nacido sus hijos. Se instaló después de haber vivido de pequeña en la isla de Martinica, una de las regiones de ultramar francesas. “Aquí se vive bien”, explica. En Francia viven siete millones de inmigrantes, que representan el 10,3% de la población (en Catalunya es el 16%), según datos del instituto de estadísticas francés (Insee) de 2021. La mitad son nacidos en África –la comunidad más numerosa es la argelina– y un tercio en Europa. En el área metropolitana de París, la banlieue, más del 18% de la población es de origen extranjero. Muchos migrantes se ven expulsados de París por el elevadísimo precio de la vivienda. Es un fenómeno que pasa en muchas grandes ciudades europeas, pero es especialmente grave en la capital francesa, donde el alquiler por metro cuadrado se sitúa alrededor de los 30 euros y supera los 40 euros en el caso de estudios y pisos de pocos metros cuadrados.
Ciudadanos nacidos fuera de Francia
Aubervilliers es la cuarta ciudad más pobre de Francia, con una renta per cápita de las más bajas y es una de las que cuentan con un porcentaje de migrantes más elevado: casi la mitad de los ciudadanos que viven allí nacieron en el extranjero, según los datos del Insee. Las estadísticas oficiales no diferencian los migrantes que han adquirido la nacionalidad francesa de los que tienen otra nacionalidad. “Yo soy francesa –reivindica Judeline, aunque algunos políticos nos señalen y nos digan que no lo somos”.
Judeline no lo denomina, pero se refiere a Éric Zemmour, el candidato de ultraderecha a las elecciones presidenciales. Una de las frases que más repite en entrevistas y mítines en tono de crítica es que en la banlieue parisiense entre el 80% y el 90% de los niños son de origen magrebí o africano. La cifra no es cierta. En primer lugar, porque en el cinturón de París hay muchas ciudades con realidades socioeconómicas y culturales muy diferentes, con más o menos migrantes, y la media de niños nacidos de padres inmigrantes se sitúa en el 37,4%. Y, en segundo lugar, porque las estadísticas oficiales no ofrecen la nacionalidad de los niños y niñas nacidos en Francia de padres de origen extranjero.
La obsesión del candidato de Reconquista es la inmigración y una de las teorías delirantes que proclama es la del peligro de "la gran sustitución" en Francia, según la que la población inmigrante –extracomunitaria, de culturas y religiones diferentes– con el tiempo acabará sustituyendo a la población francesa –entendimiento como blanca y católica–. “Yo salvaré a Francia”, afirma en cada mitin, donde promete que, si es proclamado presidente, creará un ministerio dedicado a expulsar 100.000 migrantes "indeseables" cada año. "La razón por la que soy candidato es porque creo que Francia está amenazada en su identidad por una gran sustitución de población y yo quiero pararla", ha defendido Zemmour en más de una ocasión.
La gran paradoja es que el candidato xenófobo nació en Montreuil, uno de los municipios de la banlieue parisiense con más inmigración, donde sus padres, una familia modesta de judíos argelinos, se instalaron en los años 50 después de dejar Argelia, pocos años antes de nacer Zemmour. "La multiculturalidad, la globalización... Francia es todo esto", dice Hamid, un hombre de unos 70 años también de origen argelino que charla con un amigo en el mercado de Aubervilliers. "Zemmour es un populista puro. Utiliza la inmigración para ganar votos", sostiene. A su lado, el amigo asiente con la cabeza.
150 nacionalidades diferentes
Son las dos de la tarde y Azzedine vuelve de trabajar en Eurodisney. Todavía no se ha sacado el uniforme. Sentado en un café que hay junto a la imponente iglesia de Notre-Dame de Vertus, habla con vehemencia de la extrema derecha. “Su discurso es estúpido. No es normal que nos insulte. Crea odio y ha provocado una fractura social”, asegura. “Un presidente de la República tiene que ser presidente de todos los franceses, sin distinción”, añade. Azzedine, de 51 años, nació en Argelia –como los padres de Zemmour–, pero vive en Francia desde que tenía 27: “Soy de origen argelino, pero soy francés”.
Explica con orgullo que en Aubervilliers conviven “en armonía” 150 nacionalidades diferentes, como en muchas ciudades de las afueras de París que "están hechas de inmigración". “Aquí hay trabajo para todos, no hay paro”, afirma. Las cifras le dan la razón: en esta ciudad de la periferia parisiense el paro se situaba alrededor del 7,6% a finales del año pasado, ligeramente por debajo de la media francesa. Azzedine lamenta que el discurso político se haya radicalizado por la derecha y se haya centrado en atacar a los inmigrantes. "La extrema derecha arrastra a la derecha, que a su vez arrastra a menudo también a la izquierda: estamos viendo a mucha gente acercarse a las ideas de Marine Le Pen", asegura. "Aquí es donde la política ha perdido la nobleza", se queja.
Antes de marcharse lamenta que muchos ciudadanos, también inmigrantes, recibieran en su teléfono el pasado miércoles un mensaje de Éric Zemmour pidiéndoles el voto. "Hace falta que Francia vuelva a ser francesa. Votad por vuestra seguridad, votad contra la inmigración", decía el candidato. En Aubervilliers, entre los carteles electorales que hay delante del Ayuntamiento, el de Zemmour está roto. Alguien le ha tachado la boca y los ojos.