Un parásito populista que depreda a las clases menos favorecidas

El mensaje antiinmigración del líder ultra Nigel Farage encuentra especial repercusión en zonas con pobreza endémica y marginación social

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Nigel Farage, el pasado 18 de junio durante un acto electoral en el distrito electoral por el que se presenta, Clacton-on-sea.

LondresClacton-on-Sea, 105 kilómetros al noreste de Londres, en la costa de Essex, es una población de unos 53.000 habitantes. Es un típico centro vacacional británico que pugna por superar una perenne decadencia desde hace 40 años: establecimientos de fish and chips, algún pub, camionetas de helados que se anuncian con un llamativo ding-dong e incluso un pequeño parque de atracciones en el muelle, como hay en tantas otras ciudades de la costa del Reino Unido: proliferaron a finales del siglo XIX. Pero Clacton-on-Sea tiene también algunas bolsas de pobreza endémica olvidadas de la mano de Dios y de las administraciones. Y la mayor tasa de población inactiva del país. Y uno índice de criminalidad de 129 delitos por cada mil habitantes, muy por encima de la media de Inglaterra (92).

Junto a las atracciones, el 4 de junio el ultra Nigel Farage, de 60 años, líder del Partido Reformista, presentó su candidatura en la Casa de los Comunes por esta circunscripción electoral. Farage es un viejo conocido de la política británica y europea. Durante más de una década luchó desde el Parlamento Europeo para sacar al Reino Unido de la Unión, hasta forzar al referéndum del Brexit –este domingo hace ocho años– que llevó a Londres a abandonar el club de Bruselas.

Farage concurre a las elecciones del 4 de julio por octava vez, y cada vez lo ha hecho por un distrito diferente. Las encuestas le auguran un escaño en Westminster, que hasta ahora sólo había obtenido en el Parlamento Europeo, primero con el UKIP (2014) y después con el Partido del Brexit (2019), cuando ganó las elecciones.

El "contrato" de Farage

¿Por qué eligió Clacton-on-Sea para intentar de nuevo el asalto a la Cámara de los Comunes? En opinión del politólogo Brad Evans, de la Universidad de Bath, porque su "mensaje populista" se amplifica mucho en las "comunidades marginadas, donde actúa como un parásito". Y lo mismo vale para el polígono de viviendas sociales de Gurnos, en el distrito del condado de Merthyr Tydfil, en el sur de País de Gales. El 17 de junio Farage presentó su programa. "Un contrato", dijo, tal vez porque el Partido Reformista tiene un estatus jurídico de sociedad limitada, no de partido político, un caso único en el paisaje electoral británico.

Vista aérea de Merthyr Tydfil, donde Farage presentó su "contrato" electoral
Aspecto de la playa de Clacton-on-Sea, un histórico centro vacacional de la costa de Kent

Clacton-on-Sea y el distrito de Merthyr Tydfil, a 358 kilómetros de distancia uno del otro, son, en principio, territorios como la noche y el día. Pero sólo hasta cierto punto. El primero es históricamente conservador y el segundo laborista, uno de los núcleos fundacionales del partido en el siglo XIX. Pero ambas circunscripciones votaron por el Brexit en el 2016. En Clacton, el 73% de los electores; en Merthyr Tydfil, el 56,4%, aunque la región se había beneficiado de una larga lista de proyectos de regeneración financiados por la Unión Europea.

Las bolsas de pobreza de Clacton figuran en el primer lugar de las zonas más marginadas del Reino Unido. En cuanto a Merthyr Tydfil, una investigación de la Universidad de Sheffield de 2021 sobre la inseguridad alimentaria mostraba que el 10,08% de la población sufrió hambre y que el 27,97% tuvo que luchar duro para hacer frente a el aumento del coste de los alimentos, mientras que el 15,12% estaba muy preocupado por no tener suficiente comida. "No hay mejores sitios para Farage para aprovechar la sensación de traición de los conservadores", afirma el profesor Evans, nacido en esta parte de Gales.

Discurso de odio

¿Con qué mensaje se presenta Farage? Básicamente, con la culpabilización de la inmigración de todos los males del mundo. Quiere acabar con la llegada de pateras a través del canal de la Mancha en cien días, quiere suspender la entrada legal de trabajadores de sectores no esenciales, quiere subir los impuestos a las empresas que contraten mano de obra extranjera y también quiere abandonar el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que ve como una cesión de soberanía inadmisible.

El Partido Reformista no ganará las elecciones del 4 de julio. Él mismo dijo que iba a triunfar el laborismo, como indican todas las encuestas. Farage quizás ni siquiera obtenga el escaño que le pronostica algún sondeo. Pero su influencia en la campaña y, aún más relevante, en el futuro de la política británica puede ser tan o más importante de lo que ya ha sido en el pasado. Porque, si la catástrofe electoral que se augura para los conservadores se confirma, y muchos de los pesos pesados ​​del partido no salen escogidos parlamentarios, en caso de que él sí lo sea, empezarán los cantos de sirena para atraerle al partido y unir a la derecha a la extrema derecha.

No en vano Farage es muy popular, en parte también por su intervención a finales del año pasado en el reality de televisión Ime a celebrity… ¡Get me out of here!, en la que resistió hasta el final en medio de una jungla, pasando todo tipo de humillaciones, y quedó en tercera posición.

Su fórmula es bastante efectiva. "La inmigración no es el principal problema [de las clases donde va a pescar votos]. El gran problema son décadas de abandono de las élites dirigentes a las que pertenece Farage", remacha el profesor Brad Evans. Por eso la responsabilidad del futuro gobierno laborista es enorme. Si fracasa y sus políticas no resultan útiles en regiones como éstas, el Reino Unido puede tomar la misma deriva que Francia. Y Nigel Farage puede convertirse en un nuevo mesías.

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