Kíev, una ciudad con 500 refugios antiaéreos

Los equipos de Defensa Civil de la capital ucraniana se apresuran a prepararse para un ataque ruso

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Kiev, UcraniaEl Centro Cívico de Dniprovsky Rayon, un barrio dormitorio de Kiev, acoge una biblioteca, oficinas municipales y un refugio antiaéreo de la época de la Guerra Fría que el Ayuntamiento de la capital ucraniana ha recuperado ante el peligro de una invasión rusa. Ahora se ha dado la vuelta a la tortilla y las instalaciones, diseñadas para proteger a la antigua Unión Soviética de un ataque de los Estados Unidos, se preparan para defenderse del Kremlin. A veinte metros bajo tierra, el refugio 100128 podría acoger a hasta 350 personas durante tres días en caso de un bombardeo de artillería o un ataque químico o nuclear.

Es uno de los 500 refugios con los que cuenta la ciudad, pensados para proteger a personal esencial. En caso de ataque, el resto de la población, de 2,8 millones de habitantes, se tendría que refugiar en sótanos, aparcamientos, fábricas o estaciones de metro, que en el argot de los responsables de protección civil se llaman “de doble uso”: son 4.500 escondrijos más. El Ayuntamiento alienta a la población a consultar en su página web un mapa interactivo de Google Maps para localizar el más próximo. También les recomienda que tengan preparada en casa una maleta con un poco de comida, agua, la documentación y productos de higiene.

Un imagen del barrio popular de Dniprovsky Rayon, en Kiev, la capital de Ucrania.

Enfundado en su uniforme rojo, Gerasimos Andriy, jefe de protección civil del distrito, muestra con tono serio las instalaciones a un grupo de periodistas locales y extranjeros. Después de bajar tres tramos de escaleras laberínticas, pensadas para proteger el interior de la metralla, se llega a una puerta blindada y hermética, que supuestamente evitaría la entrada de gases o residuos nucleares. Llama la atención el suelo, completamente nuevo, de parquet. Alrededor de un aposento central con cinco mesas hay una sala de comunicaciones, una de reuniones, una habitación con literas y una despensa. Al final, cuatro lavabos, los depósitos de agua potable y la sala de los filtros de aire. Andriy, un hombre de unos 50 años, hace girar la manecilla para bombear aire del exterior dentro del sistema de filtros que tendría que evitar la entrada de ningún tipo de contaminación. También hay máscaras antigás que, según asegura el oficial, están en perfecto estado. Son nuevas.

“Aquí no hay cobertura para los teléfonos móviles, pero sí habrá internet para saber qué está pasando afuera”, explica el responsable, que será uno de los encargados de abrir la puerta del refugio en caso de ataque. Admite que todavía no han actualizado en la página web los móviles de todos los responsables de refugios, pero que el Ayuntamiento está trabajando en ello. También hay dificultades para completar la red de refugios, porque el 20% de los sótanos incluidos en el plan municipal ahora están alquilados por tiendas o restaurantes y “no hay ninguna ley que los obligue a ponerlos a disposición del Ayuntamiento si son necesarios”.  

Hartos de pensar siempre en la guerra

Ajena a las explicaciones para la prensa, Larisa, una ama de casa de 42 años, acompaña a su hija pequeña a jugar a los columpios de un pequeño parque junto al centro cívico. “Nosotros tenemos el sótano del edificio, pero no hemos estado nunca, y nos han dicho que también podemos ir al parking”. Pero confiesa que ya está harta de pensar siempre en la guerra: “Supongo que llega un punto en el que te acostumbras, que te cansas o que decides dejar de pensar en ello”. Ni siquiera ha preparado ninguna bolsa de emergencia ni está acumulando comida en casa: “Hacemos como siempre, vamos al súper una vez al mes y hacemos una compra grande”.

Uno de los principales quebraderos de cabeza de las autoridades ucranianas es que Moscú opte por desestabilizar el país con más ciberataques, como el que sufrieron en diciembre varias webs gubernamentales. No está nada claro que el sistema lo pudiera resistir. Roman Tkachuk, responsable de Defensa Civil del Ayuntamiento, explica al ARA que tienen listo uno alternativo, de alarmas antiaéreas formado por sirenas eléctricas y altavoces esparcido por toda la ciudad, además de la televisión y la radio. “En caso de apagón generalizado, o de disrupción de la red de telefonía móvil, la policía y los bomberos se desplegarían para alertar a la población”.

Pero lo que más lo preocupa son las escuelas: “Como mucho tienen espacio para acoger a 150 de los 1.000 o 1.500 estudiantes que hay en cada centro, y esto es difícil de resolver. Pero si se llega a la emergencia, las escuelas cerrarán”. Los hospitales, dice, sí están preparados para funcionar en modo de emergencia, como pasó en la primera ola de la pandemia. En cuanto a los preparativos en caso de asedio, Tkachuk asegura que el Ayuntamiento no está almacenando alimentos, pero sí gasolina y equipos de protección personal. 

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