De curar a los liquidadores de Chernóbil a tratar a los enfermos de covid: la lucha contra la pandemia en un hospital regional de Ucrania

La clínica de Járkiv, al lado de la frontera rusa, no prepara nada especial ante una supuesta invasión

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Una habitación con tres enfermos de covid  al hospital de Khàrkiv
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Enviada especial a Járkiv (Ucrania)El Dispensario Clínico Regional Especializado en Protección de Radiación de Járkiv, la segunda ciudad de Ucrania, se había especializado en tratar a los liquidadores que fueron a descontaminar la central nuclear de Chernóbil después del accidente de 1986. Ahora solo hay enfermos de covid-19. Es un antiguo edificio soviético con muebles de madera de hace cuarenta años donde las paredes están empapeladas y las enfermeras llevan cofia. Están sufriendo el impacto de la cuarta oleada, con récord de muertes y de contagios desde el inicio de la pandemia, en un país donde solo un 33% de la población está vacunada con dos dosis. No ha servido de mucho que el presidente, Volodímir Zelenski, ofreciera una paga de 1.000 grivnas (€35 euros, el equivalente al 5% del sueldo mensual medio): la mayoría no se fían de las vacunas. Por la calle la mayoría de gente no lleva mascarilla y solo se exige en los espacios cerrados, como bares y restaurantes, donde a menudo, pero no siempre, piden el certificado sanitario. Según los datos oficiales, 108.000 ucranianos han muerto de covid: son 2.500 por cada millón de habitantes (algo más que en España, con 2.011 muertos por millón).

Las 170 camas del centro están destinadas a pacientes covid, incluyendo las 12 camas de UCI. Enfundados en equipos de protección, el personal trabaja en silencio, concentrados en el trabajo, y se respira calma. En la sala hay seis pacientes con asistencia respiratoria no invasiva, algunos tumbados de costado para hacerles más fácil la respiración y tapados con mantas; en la UCI del lado hay cuatro pacientes y dos camas libres. Y tienen un box aislado por si llegara un paciente en estado grave no infectado. Todos los que están ingresados son gente mayor y los médicos explican que tenían otras enfermedades previas. La gran mayoría no estaban vacunados.

La doctora Oksana Sedenkha, una joven intensivista, nos detalla como están tratando a los enfermos: poco más o menos, igual que en los hospitales de Barcelona. En Ucrania ya usan el molnupiravir, un antiviral que todavía no está disponible en España. También son parecidos los resultados: 40.000 contagios y 205 muertes al día de media en la última semana. El personal admite que está cansado: en los peores momentos sabían a qué hora entraban en el hospital, pero no cuándo podrían salir.

Una sala de cuidados intensivos con enfermos de covid en el hospital de Járkiv.

En la planta de los enfermos más leves hay tres hombres en una habitación, tumbados en camas, inmóviles, con apoyo de oxígeno. Hay un fuerte olor de desinfectante. En la entrada de cada habitación hay una botella de plástico con agua destilada por los equipos de oxígeno. Los médicos explican que no les ha faltado el oxígeno en ningún momento, aunque admiten que en los hospitales más pequeños quizás sí que han tenido problemas. Las habitaciones son pequeñas: apenas caben las tres camas, y las pertenencias de los enfermos están en bolsas en el suelo. No se permiten visitas: a la entrada del centro los familiares les llevan comida en bolsas marcadas con el nombre del paciente y el número de habitación.

A Ucrania la pandemia llegó algo más tarde que a España o a Italia. Para Oksana Sedenkha, el peor momento fue octubre del año pasado, cuando no tenían suficiente espacio en la UCI y tuvieron que elegir qué enfermos tendrían la oportunidad de sobrevivir conectados a un respirador. Otro de sus compañeros recuerda con más crudeza la oleada de la primavera pasada, porque tenía muchos pacientes jóvenes en estado crítico. “Seguimos los protocolos internacionales, trabajamos en equipo desde las diferentes especialidades y cuando tenemos dudas hablamos con colegas de otros países para compartir la experiencia”, relata la doctora.

Ningún preparativo para la guerra

Irina Prigov, oncoginecóloga y directora del hospital, confirma al ARA que, a pesar de que la ciudad se encuentra a solo 45 kilómetros de la frontera con Rusia, no están adoptando ninguna medida especial en previsión de una invasión. El centro, como todos los de la época soviética, dispone de búnkeres que datan de la Guerra Fría. En las facultades de medicina, independientemente de la especialidad, todos los médicos reciben formación de medicina de guerra y existen planes para movilizarlos con el ejército, pero de momento no se han activado.

En el país hay inquietud por la reforma sanitaria, que el gobierno neoliberal de Volodímir Zelenski tiene sobre la mesa, un plan que prevé recortes y cierres de centros sanitarios, pero que ha quedado parado por la pandemia. Victoria, una maestra de Kiev de 23 años que prefiere no dar su apellido, dice que le preocupa más esto que la guerra: “La reforma sanitaria es un auténtico genocidio, hay una corrupción rampante y en los hospitales nos hacen pagar por todo: cuando mi madre estuvo ingresada por síntomas de covid tuvimos que pagar por las medicinas y si no pagabas al personal, no venían ni a tomarle la fiebre”. Igor Halychansky, un cardiólogo del hospital número 8 de la capital, lo matiza, sin quitarle la razón del todo: “Los medicamentos de emergencia siempre están disponibles; el resto, depende”.

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