La Alianza Atlántica (OTAN) también se ha reunido este jueves en una cumbre extraordinaria en la que no solo los aliados han sellado el refuerzo militar en el este europeo, sino que también han decidido activar sus defensas contra ataques químicos, biológicos y nucleares. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha explicado que se enviarán a Ucrania los recursos necesarios para protegerse de este tipo de ataques: "Esto puede incluir la detección, protección y suministros médicos y formación para la descontaminación y gestión de crisis". Además, los aliados avisan de que cualquier uso de este tipo de armas "tendrá graves consecuencias". Stoltenberg, que se quedará un año más en el cargo a petición de los aliados, también ha emplazado a China a utilizar su influencia con Putin para que detenga la guerra.
Occidente se conjura contra Putin a pesar de la división por el gas
Estados Unidos venderá más gas licuado a Europa pero algunos socios recelan de detener las compras de combustible a Moscú
BruselasPrimero la OTAN, después el G-7 y después la Unión Europea. Intensa jornada de cumbres excepcionales de los principales líderes mundiales reunidos en Bruselas que han escenificado la unión que Occidente mantiene ante el ataque que Putin ha lanzado contra Ucrania. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha sido el invitado estrella, presente en todos los encuentros y, sobre todo, encargado de repetir la palabra unidad en cada una de sus comparecencias. El objetivo, arrinconar a Rusia internacionalmente y forzar el final del conflicto. Pero si Putin todavía puede continuar haciendo la guerra es también porque Europa continúa financiándola. Buena parte de los países de la Unión Europea pagan facturas millonarias cada día a Moscú a cambio de su gas y también de su petróleo, indispensables para sus economías. ¿Es hora de dejar de comprar gas y petróleo a Putin? Esta es la gran cuestión que han abordado este jueves los líderes de la Unión, a los cuales Biden ha pedido que den un paso más allá: Washington ya ha dejado de comprar combustibles fósiles en Moscú.
"Mientras continuamos comprando energía a Rusia estamos financiando la guerra. La energía es el gran asunto", ha dicho con contundencia la primera ministra finesa, Sanna Marin. Pero un mensaje como este es mucho más fácil de pronunciar desde Finlandia que desde Alemania o Austria, dos países altamente dependientes de los combustibles fósiles rusos. "Con nosotros en la mesa no habrá ningún embargo del gas y el petróleo a la Federación Rusa. No es realista, pero no solo para Austria, tampoco para Bulgaria, Chequia, Eslovaquia o Hungría, todos los que estamos de alguna manera afectados por el gas ruso. Se trata de garantizar la seguridad energética de los austríacos", ha dicho el canciller austríaco, Karl Nehammer.
Hasta ahora, los veintisiete líderes europeos habían mantenido una unidad sin fisuras en los cuatro paquetes de sanciones adoptados, pero cuando se trata de atacar el frente energético, las discrepancias se hacen evidentes. Los bálticos presionan con fuerza para embargar la energía rusa, si no el gas como mínimo el petróleo: "Lo más lógico sería avanzar en el petróleo y el carbón", ha dicho Krisjanis Karins, primer ministro de Letonia. "Costará más, pero es un precio que estamos dispuestos a pagar para conseguir resultados concretos", ha dicho su homólogo lituano, Gitanas Nauseda.
Efectivamente, como ha recordado el primer ministro irlandés, Micheál Martin, el miedo no es solo que alemanes, austríacos o húngaros no puedan encender la calefacción el invierno que viene, sino que las sanciones de Occidente hagan más daño a Europa que al mismo Putin: "Necesitamos el paquete más amplio y firme de sanciones que podamos, pero obviamente hay implicaciones para otros estados miembros en relación con la energía. El objetivo es mantener la presión sobre Rusia y no sobre los estados europeos. Tiene que haber un equilibrio". Los precios de la energía han disparado la inflación por todas partes, por eso, según el G-7, la guerra ya está poniendo en riesgo la recuperación global. Algunos temen que cortar por lo sano las compras de petróleo y gas en Rusia todavía tenga consecuencias más devastadoras.
Más gas licuado norteamericano
Y en este cruce está la Unión Europea, que mientras tanto busca otras formas de seguir haciendo daño a Putin. Aunque la energía sea el gran agujero en la estrategia de castigo europea contra el Kremlin, las sanciones impuestas hasta ahora carecen de precedentes y están haciendo sufrir a la economía rusa. Por eso, varios líderes insisten en que lo que hay que garantizar es que las represalias ya activadas funcionan al 100%. Aquí se enmarca la decisión del G-7, en coordinación con la UE, de restringir las transacciones de las reservas de oro del banco central ruso, por ejemplo. Rusia tiene una de las mayores reservas de oro del mundo, estimadas en unas 2.300 toneladas (unos 127.150 millones de euros). "Decidiremos hacer más sobre lo que ya tenemos sobre la mesa; el paquete de sanciones que tenemos en marcha es lo más contundente que he visto nunca desde que soy político", ha dicho el primer ministro neerlandés, Mark Rutte.
Pero donde sí hay consenso es en lo que debe hacer Europa lo más rápido posible: reducir su dependencia energética de Rusia. Por eso, Bruselas ha puesto sobre la mesa un plan que prevé reducir las compras de gas ruso en dos tercios solo en un año. Y, para ello, Estados Unidos es un socio indispensable. La cumbre de este jueves tiene como invitado especial a Biden, en una muestra explícita y absolutamente estudiada de unidad del frente occidental. Por eso, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció ayer un acuerdo para que Estados Unidos envíe más gas natural licuado (GNL) al Viejo Continente: "Es gas adicional desde Estados Unidos a la Unión Europea, por sustituir el gas natural ruso que consumimos ahora. Es un importante paso adelante", ha dicho la mandataria alemana.
Pese a las fisuras que la Unión Europea demuestra en el frente energético, la presencia de los principales líderes mundiales en Bruselas demuestra la unidad de Occidente frente a Putin. Europa tiene claro que debe deshacerse de la dependencia energética de Rusia y que debe aislar a Putin al máximo, lo que ha hecho también apoyando sin precedentes a Ucrania. Su presidente, Volodímir Zelenski, ha intervenido tanto en las reuniones de la OTAN como de la UE, y ha recibido de nuevo la acogida de una Unión Europea que considera a Ucrania de su "familia".
Además, Occidente se ha comprometido a seguir enviando apoyo militar, financiero y humanitario. Un apoyo que el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, consideró indispensable para que Putin pierda la guerra: "Después de un mes de guerra, el ejército ruso no se ha podido mover más de 200 kilómetros de sus bases logísticas y no pueden conquistar las ciudades; es un gran fracaso militar para Rusia". El también exministro español se atrevió a anticipar que serán las armas las que en las próximas dos semanas decidirán "de qué lado cae la victoria".