Guerra entre Israel y Palestina

Los intereses de China en la guerra entre Israel y Hamás

Con la mejora de las relaciones con los países árabes de la región, Pekín busca reforzar su imagen como alternativa al liderazgo de EE.UU.

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El presidente ruso, Vladimir Putin, y el presidente de China, Xi Jinping, este miércoles en Pekín.

PekínLa guerra en Gaza ha puesto el foco sobre el papel que puede jugar China en el conflicto, sus intereses en la región y la fuerza que puede ejercer como mediador. Oficialmente, China siempre defenderá su voluntad de mediar para acabar con la guerra y desempeñar un papel de pacificador. Es su posición oficial ante cualquier conflicto, sea Birmania, Ucrania o Palestina. Pekín, sobre el papel, siempre se presenta como una potencia conciliadora que aboga por la negociación y el pragmatismo. El gigante asiático busca la estabilidad y no se inmiscuye en la política interna de los demás países. Este último factor, que elimina cualquier crítica a la situación política o social de su interlocutor, facilita las buenas relaciones con muchos países.

En el caso de Palestina, siempre ha apostado por la creación de dos estados, pero sin impulsar una hoja de ruta para conseguirlo. El pasado junio, el viaje a Pekín del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, se cerró con el acuerdo de intensificar las relaciones para crear una “asociación estratégica”. Esto es compatible con la red de intereses económicos en Oriente Medio que China ha ido tejiendo en los últimos años.

China es el principal comprador mundial de petróleo y se ha preocupado de tener acceso a este recurso mejorando las relaciones con Arabia Saudí e Irán. El gigante asiático es ya el principal socio comercial de ambos países. En 2022 Arabia Saudí se mantuvo como el principal proveedor de petróleo de China, pese al aumento de compras en Rusia, según el World Energy Trade.

El pasado marzo China sorprendió apuntándose una victoria como mediador al propiciar que Teherán y Riad restablecieran sus relaciones diplomáticas. Pekín también ha regado con inversiones la buena relación con Turquía o Egipto, entre otros países musulmanes. La represión china contra los uigures no ha tenido contestación en el mundo árabe-musulmán.

Pese al apoyo a la causa palestina, Pekín también se ha acercado a Israel, interesado en la compra y desarrollo de tecnología e infraestructuras. China ha participado en la construcción de un nuevo puerto en Haifa y ya es el tercer socio comercial detrás de la UE y Estados Unidos. Ambos países habían avanzado en la negociación de un Tratado de Libre Comercio que, sin el conflicto, podría haberse firmado antes de fin de año.

La emergencia de China y su peso geopolítico, de entrada, le dotan de un papel de contrapoder ante Estados Unidos, que siempre ha ejercido su influencia en la zona como firme aliado de Israel. Tanto Washington como la UE han intentado que China utilice su ascendencia con Irán, que apoya a Hamás y Hezbolá, para que el conflicto no escale y se extienda por la región.

Durante su reciente viaje a Pekín, el responsable de la diplomacia europea, Josep Borrell, confirmó en rueda de prensa que había tratado el papel mediador de China en el conflicto con su homólogo Wang Yi. Borrell no concretó la respuesta china, ni dio una respuesta al margen real que puede tener China como mediador.

De momento, Pekín ha desplegado lo que parece una activa actuación diplomática: el enviado especial para Oriente Medio, Zhai Jun, ha viajado a la zona y Wang Yi ha mantenido contactos con los líderes árabes de la región, pero no se conocen los resultados.

Hay que ver si estas medidas son simples acciones de atrezzo diplomático o realmente Pekín tiene alguna forma de presionar. China es aún percibida como un socio comercial, sin experiencia ni voluntad real de involucrarse en conflictos. Para los intereses chinos no conviene la desestabilización en una zona por la que pasan gran parte de las cadenas de logística. El conflicto también impacta en el desarrollo de la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, pues diversos proyectos han quedado paralizados.

Pero, a pesar de los inconvenientes, China puede sacar réditos del conflicto. La defensa de la causa palestina tiene eco en los países árabes y en gran parte del Sur Global, crítico con el apoyo de Washington a Israel. Con esta postura, Xi Jinping puede consolidar su posición de alternativa al liderazgo de Estados Unidos.

La guerra en Gaza también oculta la guerra en Ucrania. En estos momentos, China ya no siente tanta presión por su alianza con Rusia y por no condenar la invasión. Ahora es Estados Unidos quien veta las resoluciones contra Israel en el Consejo de Seguridad de la ONU.

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