Como ocurre en Gaza, explicar la realidad de lo que está ocurriendo en Cisjordania ha pasado a ser un riesgo para los periodistas palestinos, que se han convertido en objetivo de las fuerzas israelíes. "Nos disparan con munición real, nos lanzan gases lacrimógenos, nos incautan las cámaras y nos hacen borrar fotografías y vídeos, incluso de nuestros teléfonos", relata la periodista Mariam Barghouti. "Es muy peligroso ahora mismo ser periodista palestino", añade. El toque de queda que el ejército impone por la noche, cuando se producen gran parte de las incursiones militares, también imposibilita testimoniar las acciones de los soldados. "Israel no quiere que el mundo lo sepa", concluye Barghouti.
Israel, desbocado en Cisjordania con el aval de Trump: "Nunca habíamos visto esta brutalidad"
El ejército arrasa campos de refugiados y desplaza a más de 40.000 palestinos en dos meses, la cifra más alta en casi seis décadas

BarcelonaMientras los medios de comunicación occidentales miran a Gaza, Israel ha intensificado en estos últimos dos meses la ocupación de Cisjordania. Con la llamada operación "Muro de Hierro", que comenzó el 21 de enero, el ejército israelí ha acelerado sus ataques en este territorio palestino. La ofensiva militar comenzó en el campo de refugiados y la ciudad de Jenín, uno de los feudos de la resistencia palestina, y se extendió rápidamente a Tulkarem y Tubas. Dos meses después, el balance es de 60 palestinos fallecidos en manos del ejército y los colonos, más de 500 detenidos y más de 40.000 desplazados, según datos de la ONU, una cifra sin precedentes desde la Guerra de los Seis Días (1967).
"No queda nadie en el campo de Tulkarem: han echado a todas las familias, han destruido las calles, el alcantarillado, la electricidad, las tiendas, todo... y están derribando casas para hacer carreteras lo suficientemente anchas como para que puedan pasar los tanques. , después de que su casa fuera bombardeada en una incursión israelí. Ahora, él y su compañero del comité de jóvenes se dedican a repartir alimentos, medicinas y productos higiénicos entre las familias desplazadas. "En el piso ahora vivimos 25 personas: otras familias se han instalado en escuelas o mezquitas".
El analista palestino Xavier Abu Eid explica desde Ramala que la brutalidad que están viendo en Cisjordania nunca la habían visto de forma tan sistemática. "Israel dice tener objetivos terroristas, pero lo que ha hecho en los últimos dos meses ha sido una campaña de desplazamiento forzoso a gran escala", explica por teléfono la periodista Mariam Barghouti, que ha estado cubriendo la situación sobre el terreno. La operación militar, una de las más largas desde la Segunda Intifada (2000-2005), y que cuenta con la colaboración de la policía de la Autoridad Nacional de Palestina, se ha extendido ya en los últimos días a ciudades más al sur como Nablús.
La falta de agua, alimentos y medicinas es ya una realidad, según testigos consultados por este diario, y el ejército ha cortado el acceso a varios centros sanitarios. "La situación es catastrófica", dice Barghouti. Quienes han intentado regresar a su casa han encontrado las casas "destruidas, dañadas o convertidas en bases militares", explica también desde Ramala Aseel AlBajeh, del Instituto Palestino para la Diplomacia Pública (PIPD). Tel-Aviv, de hecho, ya ha anunciado una "estancia prolongada" en el territorio ocupado "durante el próximo año" y ha ordenado a sus tropas que impidan el regreso de los residentes a los núcleos desalojados.
Estrategias utilizadas en Gaza
"El ejército entra y lo destroza todo: las casas que no han derribado con excavadoras las queman o las bombardean: no dejan piedra sobre piedra. Jenín se ha convertido en una pequeña Gaza: utilizan las mismas herramientas y la misma estrategia", apunta Shebly, un informático del campo de refugiados de Jenín.
La destrucción de infraestructuras básicas, el asedio a los hospitales, los ataques aéreos y sobre todo el desplazamiento masivo de la población han llevado a varios analistas y ONGs a hablar de un proceso de "Gazificación" de Cisjordania, al que se le ha sumado un incremento de la violencia de los colonos. El gobierno de Benjamin Netanyahu hacía tiempo que amenazaba con actuar en el territorio ocupado como en la Franja con el objetivo de avanzar en su anexión a Israel. Y el momento escogido para ello, dos días después de que se iniciara la tregua con Hamás, no fue casual. "El acuerdo para el alto el fuego contenía beneficios para el gobierno de Benjamin Netanyahu", afirma Al Bajeh. Entre otros beneficios, redoblar la ofensiva en Cisjordania permitía al primer ministro israelí amansar a los sectores más ultras de su gobierno, contrarios a detener la guerra contra los gazianos. "Todo esto tiene que ver con asegurar su continuidad en el poder", remacha.
Sin embargo, la clave para explicar la escalada actual en Cisjordania pasa por el regreso de Trump a la presidencia de Estados Unidos. "Netanyahu se siente ahora con capacidad de realizar todos los cambios en el terreno que quiera [...]. Asume que Trump apoyará su proyecto de limpieza étnica", apunta Abu Eid. El hecho de que la operación militar se haya centrado en los campos de refugiados tiene que ver precisamente con ese objetivo: "Es un ataque al derecho a volver de los palestinos y que conecta también con los ataques contra la UNRWA", reflexiona Al Bajeh. La agencia de la ONU para los refugiados palestinos, a la que Israel prohibió las actividades en enero, alertaba hace días que ya no tiene "ningún contacto con las autoridades israelíes", lo que hace imposible plantear "la necesidad urgente de entregar asistencia humanitaria".
Una nueva Nakba
Las autoridades israelíes ya han anunciado que no permitirán que los desplazados por la fuerza puedan regresar a sus casas y que el ejército seguirá ocupando los campos durante todo este año. AlBajeh destaca el impacto psicológico que supone la expulsión para muchos de los habitantes de los campos, en los que convivían varias generaciones de refugiados. Una reflexión que también hace Barghouti: "Muchos jóvenes con los que he hablado me cuentan que están experimentando, a una escala más intensificada, el trauma que vivieron sus abuelos en 1948 [durante Nakba, la expulsión de 800.000 palestinos con la creación del estado de Israel]". "Israel está creando las condiciones para que la gente se vaya", añade Abu Eid.
Para el joven de Tulkarem, "Israel quiere acabar con la cuestión de los refugiados primero para acabar después con todos los palestinos: la cuestión de los refugiados es lo que mantiene viva la causa palestina porque recuerda que Israel se creó expulsando a los palestinos masivamente de nuestras tierras". Pero asegura que no están dispuestos a permitir que la historia se repita: "Pueden destrozar nuestra casa, pero no pueden borrar nuestra memoria".