El Museo de Damasco: una trinchera contra el expolio del riquísimo patrimonio arqueológico de Siria
El país intenta detener el saqueo del patrimonio, después de la era Al Asad y la guerra civil

DamascoLa noche del 8 de diciembre, después del colapso del régimen sirio de Bashar el Asad, los saqueadores intentaron entrar en el Museo Nacional de Damasco. La policía encargada de custodiarle huyó en cuanto supo que el dictador había abandonado el país ante el avance de Hayat Tahrir al Sham (HTS). Se desnudaron a toda prisa y dejaron a Mahmoud al-Khatib, guarda del museo, a su suerte. "Soy hijo de esta tierra. Perder nuestro legado es perdernos a nosotros mismos", gesticula Mahmoud ante cientos de reliquias sirias. "Ese día decidí vivir y proteger nuestro patrimonio o morir en el intento", proclama el guarda.
A las tres de la madrugada, un grupo de saqueadores llamaban ante la puerta del edificio de la Dirección General de Antigüedades, donde se almacenan algunas de las obras de arte. Desde el edificio adyacente al museo, el guarda instó a los asaltantes a marcharse. "Disparé al aire con mi rifle y fingí que tenía compañeros, a los que llamaba instrucciones en voz alta", relata Al Jatib. El engaño funcionó y el grupo se fue, pero antes lanzaron un artefacto al interior del edificio que provocó un incendio. Mahmoud decidió extinguir el fuego solo. Cuenta que utilizó más de veinte extintores para detener el avance de las llamas.
Con una quemadura bien visible en la mano, Mahmoud fuma con cierta parsimonia sentado sobre un antiguo banco bizantino. A lo largo del patio del Museo Nacional de Damasco, cientos de piezas históricas decoran el jardín; ya no hay más espacio en el edificio. Desde el inicio de la revolución de 2011, los museos a lo largo del territorio sirio cerraron. Las antigüedades, según detalla Khaled al Wasmy, uno de sus responsables, se trasladaron a la capital "por miedo a los saqueos ya la destrucción de estas obras por parte de ciertos grupos armados".
En 2015, el Estado Islámico dinamitó algunas de las ruinas mejor conservadas de Siria, como el templo de Baalsamin, en Palmira. Inicialmente, después de tomar gran parte de la ciudad, los milicianos se comprometieron a dejar intacto su patrimonio. Pero ejecutaron Khaled al-Asaad, el arqueólogo sirio que supervisaba las excavaciones en el yacimiento, y colgaron su cuerpo sin ninguna de una de las columnas del templo. Poco después, el grupo publicó imágenes colocando explosivos en el edificio de más de 1.900 años de antigüedad, declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco. Las Naciones Unidas confirmaron su destrucción mediante imágenes por satélite. "Por eso —explica Mary, una guía turística— se trasladaron las obras al museo de la capital, para garantizar su seguridad". Palmira fue el inicio de una escalada de saqueos patrimoniales por parte del grupo armado, como el ataque al Museo de Mosul, en Irak. Más de 28 edificios religiosos fueron destruidos, como la iglesia Al-Tahera, en el distrito al-Shaareen, y casi 1.500 documentos y manuscritos históricos fueron robados por el Estado Islámico, según varios informes del departamento de Arqueología de Oriente Próximo del Dartmouth College, con datos de los ministerios de Turismo y Antigüedades iraquí y sirio.
El Museo Nacional de Damasco mantuvo sus puertas cerradas al público entre el 2011 y el 2017 por la revolución y la guerra en Siria. "Durante ese tiempo, se llevaron a cabo tareas de restauración de las antigüedades recibidas de otros museos", explica Al Wasmy. Tras ese periodo, el museo reabrió ininterrumpidamente hasta que clausuraron el edificio la primera semana después de la caída del régimen. "Después del incendio, nos movilizamos para proteger nuestro patrimonio", concluye el responsable del museo. Mahmoud asiente con la cabeza, mientras da otra calada al cigarrillo y deposita las cenizas sobre una columna romana. Además del museo de Damasco, el de Alepo también está en funcionamiento, aunque sólo para trabajos de restauración.
Según el informe del Dartmouth College, 1.300 artefactos sirios de 8.000 yacimientos arqueológicos fueron saqueados y vandalizados, principalmente por el Estado Islámico. Sin embargo, un estudio más reciente, de 2020, realizado por la Fundación Gerda Henkel y la Asociación Siria para la Protección de Antigüedades, contó más de 40.000 artefactos saqueados desde el inicio de la guerra civil en Siria, que sirvieron para financiar tanto a los grupos armados en la zona, como al propio de Al Asad, que usurpó gran parte del patrimonio histórico nacional. La milicia Hayat Tahrir al Sham, que cortó vínculos con sus principales aliados, Al Qaeda y el grupo islámico, también se benefició del expolio de obras de arte. Una de las mayores pérdidas patrimoniales fue el robo de 16.000 tabletas en Ebla originarias del campo de Idlib, que son el documento escrito más antiguo de Siria, datado del tercer milenio antes de cristo.
"No sabemos dónde está buena parte de nuestro legado", lamenta el guarda del museo. Desde 2011, el territorio sirio ha sido expoliado. Raqqa, en el norte del país, junto al río Éufrates, ha sido testigo del robo sistemático de antigüedades, como el saqueo de oro en el Museo Deir Atiyah. En el sudeste de Siria, el Museo de Deraa también fue vaciado por saqueadores. De los seis sitios declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO, tres de ellos han sido destruidos o saqueados: las ciudades antiguas de Alepo, Bosra y Damasco; los pueblos antiguos del norte de Siria, como Dura Europos, donde se encontraba el sitio avanzado más oriental del Imperio Romano y la iglesia cristiana más antigua del mundo; y el templo de Palmira. De momento, la herencia siria permanecerá al abrigo de los damasquines. "Hay que esperar mientras el nuevo gobierno interino reconstruye el país", comenta Khaled. El guardián del museo asegura que no se moverá de su sitio hasta que las obras estén seguras: "Sería una inmensa tragedia perder también nuestra historia".