La reanudación de la guerra en Gaza evidencia la deriva autocrática de Netanyahu
El primer ministro está aprovechando la guerra para cesar a altos cargos militares, de inteligencia y judiciales y acumular más poder, pero está generando cada vez más desconfianza en el país

El CairoHace tiempo que los cálculos políticos se han convertido en el principal elemento que guía las decisiones del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, en Gaza. Y pese a que el mandatario israelí ha vuelto a culpar a Hamás de la rotura del alto el fuego en la Franja, su Gobierno nunca había escondido la intención de reanudar la guerra para avanzar su agenda genocida en los territorios palestinos, pero también para aprovechar el choque para sacar adelante sus planes autocráticos.
Solo unas horas después de lanzar la actual campaña de bombardeos en Gaza, el gobierno israelí anunció el regreso del partido ultraderechista del ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, que había salido del ejecutivo a raíz del acuerdo de tregua con Hamás en enero. Este refuerzo llega en un momento clave, ya que el gobierno necesita aprobar nuevos presupuestos antes de fin de mes para evitar su disolución y la convocatoria automática de elecciones. Además, en abril comienza un nuevo receso en el Parlament, que no volverá a reunirse hasta el mes de mayo.
La nueva ofensiva en Gaza se produce a la vez en un contexto de mayor control de Netanyahu, que en los últimos meses ha cesado o forzado la dimisión de dos figuras clave con las que mantenía fuertes desavenencias sobre el rumbo de la guerra: el exministro de Defensa, Yoav Gallant, y el exjefe del ejército, Herzi Halevi. El primero de ellos fue sustituido por Israel Katz, considerado un servidor de Netanyahu, y el segundo, por Eyal Zamir, mucho más alineado con el primer ministro.
Con Gallant y Halevi fuera, la atención de Netanyahu se ha centrado en los últimos días en otra figura que ostenta un gran poder: el jefe del servicio interior de inteligencia, Ronen Bar. Como los dos anteriores, Bar defiende establecer una comisión estatal para investigar el ataque de Hamás a Israel en octubre del 2023 y depurar responsabilidades, pero Netanyahu se opone a ello. El domingo, el primer ministro ya comunicó a Bar que le destituiría, algo sin precedentes en Israel y que genera recelo por una posible politización de la agencia de seguridad más poderosa del país.
Tras Bar, el siguiente blanco de Netanyahu es la fiscal general del Estado, Gali Baharav-Miara. Pese a no haber puesto freno a la violencia en Gaza y en Cisjordania, Baharav-Miara ha detenido múltiples decisiones del Gobierno que ha creído ilegales, se ha opuesto a reformas que debilitarían la independencia del poder judicial, y ha forzado a aplicar la ley en temas muy sensibles para el ejecutivo como el servicio militar obligatorio de los judíos ultra. En su caso, el gobierno ya ha iniciado los trámites para destituirla, aunque el proceso podría alargarse todavía unos meses.
El tercero en la diana es el presidente del Tribunal Supremo de Israel, Isaac Amit, otro defensor de la independencia del poder judicial. Aunque legalmente el gobierno no le puede cesar, el entorno de Netanyahu le ha atacado y desacreditado desde que asumió el cargo en febrero. Y por primera vez en la historia, ni el primer ministro ni el presidente del parlamento ni el ministro de Justicia asistieron a su toma de posesión, y el último declaró que no reconocía su autoridad.
Recelo social
Todos estos movimientos se producen en medio de diversas investigaciones en el propio Netanyahu. Por un lado, la agencia que dirige Bar investiga a tres de sus asesores por supuestamente haber recibido pagos de Qatar para mejorar su imagen durante la guerra en Gaza, y también concluyó que parte de los fondos que Doha enviaba a la Franja desde 2018 con fines humanitarios y con la aprobación de Netanyahu se desviaban al brazo arma. Por otra parte, el primer ministro es investigado por corrupción en tres casos judiciales instruidos por Baharav-Miara.
La deriva autoritaria de Netanyahu, a su vez, genera un profundo recelo entre amplios sectores de la sociedad israelí, lo que está repercutiendo en la opinión pública sobre la guerra en Gaza, aunque no sea por solidaridad con el pueblo palestino. Las últimas encuestas muestran que casi tres cuartas partes del país apoyan un cese de las hostilidades, la retirada de Gaza y la liberación de presos palestinos a cambio del regreso de todos los rehenes. Y menos de un tercio de los israelíes judíos, columna vertebral del ejército, defiende la reanudación de combates intensos.
Estos sentimientos están erosionando el compromiso con el ejército, sobre todo de los reservistas, que han sido claves para mantener activa la maquinaria bélica del país, pero que, con el tiempo, se están presentando cada vez menos cuando se les llama a filas, lo que está provocando una falta de efectivos. En las últimas semanas, además, las manifestaciones contra el Gobierno también se han intensificado alimentadas por la gestión de Netanyahu, incluido este miércoles. Y si bien por ahora no han llegado a ser masivas, se cree que su deriva autoritaria podría darse la vuelta en su contra.