Donald Trump acumula victorias. Por un lado, sigue arrasando en las primarias republicanas para obtener la candidatura presidencial que, muy probablemente, sentenciará en el llamado Supermartes que se celebrará en dos días, cuando votarán quince estados. Por otra, el Tribunal Supremo tomó esta semana una decisión que es un regalo para él y sus esfuerzos de retrasar el juicio sobre su presunta conspiración para revertir los resultados de las elecciones presidenciales de 2020, que ganó el demócrata Joe Biden.
Al aceptar considerar su caso de inmunidad a finales de abril, los nueve jueces de la corte más alta del país, tres de ellos nombrados por el propio Trump, complicaron aún más la posibilidad de que haya un veredicto o, incluso, que se celebre el juicio sobre este caso antes de las elecciones presidenciales de este noviembre.
Dos tribunales inferiores y muchos expertos consideran que la inmunidad casi total que reclama Trump no tiene fundamento alguno en la Constitución del país. Sin embargo, el Supremo ha dejado claro que quiere decir la suya por mucho que esto ayude al expresidente. No sólo creen que una cuestión como ésta deben decidirlos ellos, sino que también han querido acotarla. Así, decidirán "en qué medida un expresidente disfruta de inmunidad presidencial ante un proceso penal por conductas que presuntamente involucran actos oficiales durante su mandato".
Sin embargo, su razonamiento no los libera de las críticas. Muchos ciudadanos consideran que las decisiones del Supremo de mayoría conservadora están politizadas y benefician a Trump. De hecho, un histórico 60% de los estadounidenses no aprueba su trabajo según las encuestas más recientes, aunque su baja popularidad se debe en gran medida a su derogación del derecho al aborto en todo el país en junio de 2022.
Si, finalmente, el Supremo cree que Trump no es inmune a los delitos de conspiración electoral que se le imputan, el expresidente todavía podría hacer frente al juicio a finales de septiembre u octubre, pero la decisión judicial debería llegar antes del 1 de junio. Trump, pues, podría hacer frente al juicio en plena campaña electoral, algo que muchos consideran impensable.
Tanto en este caso como en los otros tres que se le imputan, su estrategia de buscar retrasos judiciales le ha sido favorable. El juicio del caso sobre su presunta posesión ilegal de documentos clasificados que preside una jueza de Florida nombrada por Trump debía empezar el 20 de mayo, pero sus abogados pidieron que se retrase hasta después de las elecciones y todo apunta a que conseguirán, al menos, posponerlo hasta finales del verano. En el caso de Georgia en el que se acusa a Trump y dieciocho otras personas de interferir electoralmente, han pedido que se desestime por la relación romántica entre el fiscal de distrito del condado de Fulton, Fani Willis, y el fiscal del caso, la cual cosa ha detenido el juicio.
Lo único que parece salir adelante es el caso por su presunto cohecho a una actriz porno durante las elecciones del 2016. El juicio empezará el próximo 25 de marzo y podría acabar a finales de mayo. Para muchos expertos, es el más flojo y, además, podría dar munición a Trump para seguir asegurando que es víctima de una cacería de brujas, puesto que se celebra en Nueva York, un bastión demócrata.