El ataque ruso en Ucrania

El reto de actualizar una OTAN resucitada

La Alianza celebra en Madrid una cumbre "histórica" con los ojos puestos en Rusia y, sobre todo, en China

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BarcelonaMientras la guerra sigue martirizando a Ucrania y desestabilizando –en casi todos los sentidos– a Europa y al mundo, Madrid será escenario esta semana de una de las cumbres de la OTAN más cruciales de las últimas décadas. El propio secretario general de la Alianza, el noruego Jens Stoltenberg, la definía hace unos días como “histórica”. Probablemente no exagera. El organismo, que ha resucitado después de que Vladímir Putin ordenara invadir a sus vecinos ucranianos hace cuatro meses e hiciera despertar el olvidado fantasma de una gran guerra en el Viejo Continente, tiene la delicada misión de redefinir su estrategia y consolidar las bases para los próximos diez años. Básicamente se enfrenta al gran reto de adaptarse a un nuevo horizonte global que ha mutado de manera abrupta durante los últimos meses. Evidentemente, el encuentro será tan o más importante desde un punto de vista simbólico. Ni el propio Stoltenberg disimula que la cumbre tiene que ser una demostración de “fuerza y unidad” ante una Rusia desbocada. Y también ante China, la gran preocupación a largo plazo de Estados Unidos y, por lo tanto, de la OTAN. 

De la muerte cerebral a renacer

Fue en noviembre de 2019 cuando el presidente francés, Emmanuel Macron, aseguró que la OTAN estaba “en muerte cerebral”. No es ningún secreto que antes del inicio de la invasión rusa contra Ucrania, la Alianza Atlántica vivía el momento más delicado de su historia. La estrepitosa retirada de Afganistán –con la consiguiente llegada de los talibanes al poder–, los cuatro años del America first de Donald Trump –fatídicos para la cooperación– o las quejas públicas de algunos mandatarios europeos, como Macron, sobre la falta de coordinación entre los aliados y la necesidad de una Europa con más autonomía estratégica, habían dejado al organismo en una posición que rozaba la irrelevancia. Pero, mira por dónde, la ofensiva de Putin contra Ucrania –oficialmente como consecuencia del acercamiento de Kiev a la OTAN– ha hecho resucitar la Alianza.

Que tanto Finlandia como Suecia hayan roto su histórica neutralidad y hayan solicitado la adhesión al organismo es, seguramente, la muestra más representativa del cambio de reputación que ha sufrido la OTAN en solo unas semanas. El apoyo entre la población europea también se ha hecho notar: de media, la simpatía de los países europeos hacia la Alianza ha crecido en cinco puntos. En España, por ejemplo, el 83% de los ciudadanos se muestran a favor. 

La guerra en el centro

Si la OTAN ha resurgido es porque el contexto de guerra en Occidente también ha resurgido. Durante años, se había asumido que el estallido de un conflicto a gran escala en territorio europeo era totalmente inimaginable. Pero la guerra vuelve a estar en el centro y en la cumbre de Madrid la Alianza querrá enfatizar la necesidad de estar preparados para este nuevo –o viejo– escenario. En los últimos meses hemos vivido un proceso de rearme expreso, especialmente en Europa –tan anhelado desde Washington–, en el que todos los miembros de la Unión Europea se han comprometido a “incrementar sustancialmente” el gasto en defensa.

"La invasión de Ucrania ha cambiado la seguridad de Europa. Me gustaría gastar el dinero de los impuestos de los suecos en escuelas, hospitales, pensiones..., pero desafortunadamente tendremos que gastar más dinero en defensa”, se justificaba a principios de marzo la primera ministra de Suecia, Magdalena Andersson. El cambio en la percepción de las amenazas ha sido tan grande que en las últimas semanas nos hemos acostumbrado a escuchar declaraciones oficiales que hablan de un riesgo real de confrontación nuclear. 

China, el grande reto

La estrategia de las últimas décadas de la OTAN se ha basado en una cómoda premisa: la hegemonía de Estados Unidos, y por lo tanto también de la Alianza, en el mundo. Pero el paisaje geopolítico lleva años encaminándose hacia un planeta multipolar donde Washington está condenado a perder espacios de poder y donde todo aquello que pase en Asia y en el Pacífico se augura clave. China ya hace tiempo que se ha consolidado como candidata a usurpar a EE.UU. el título de primera potencia mundial en un futuro no muy lejano. India, potencia económica y nuclear, también reivindica su espacio, y el rol de Moscú –especialmente su cooperación con Pekín– continuará siendo relevante. Será interesante, por ejemplo, observar qué juego de alianzas configuran los BRICS (China, Rusia, Brasil, India y Suráfrica) y en qué traducen una influencia creciente –especialmente china– en regiones de futuro como Asia, América Latina o África.

Tropas del ejército chino en un desfile en Pekín en una imagen de archivo de finales del 2019.

A pesar de que a la cumbre de Madrid las palabras más repetidas serán Ucrania y Rusia, China es, sin ningún tipo de duda, la gran prioridad para la Alianza. A ojos de Occidente, una de las grandes amenazas es que Pekín supere pronto a Washington como primera potencia tecnológica. Sería un movimiento decisivo, teniendo en cuenta que las nuevas tecnologías están cambiando –y lo harán todavía más– la naturaleza de la paz, los conflictos y las crisis. 

Adaptarse a los ciberataques

A pesar de que en Ucrania hemos visto, sobre todo, una forma de guerra de lo más convencional –con ofensivas terrestres y mucho arsenal tradicional–, la tendencia no va hacia aquí. La mayoría de los expertos llevan tiempo advirtiendo que el ciberespacio será el gran campo de batalla del futuro. Ya lo hemos visto, de hecho: los gobiernos saben que, a través de un ciberataque, se puede desestabilizar la seguridad nacional de un país, su economía o su política. Adaptarse y protegerse ante estas agresiones será uno de los temas destacados que la OTAN debatirá esta semana en Madrid y también abordar los nuevos escenarios que se abren a raíz de la innovación armamentística, donde la inteligencia artificial será determinante.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.

El artículo 5 de la Alianza dice que “un ataque armado contra uno [de los aliados] que tenga lugar en Europa o en Norteamérica será considerado un ataque dirigido contra todos [los aliados]”. Si la forma de la guerra cambia, a pesar de que es poco probable que los métodos convencionales desaparezcan del todo, la OTAN tendrá que revisar qué es exactamente un ataque. Es decir, ¿la Alianza tendría que aplicar el artículo 5 si, por ejemplo, uno de los aliados sufre un ciberataque que paraliza su economía?

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