Semana límite para el futuro de Ucrania: ¿qué opciones tiene Zelenski?

El presidente ucraniano necesita ganar tiempo y conseguir reescribir el plan de Trump

Zelenski, en una imagen de archivo en la entrada de un Consejo Europeo en Bruselas.
22/11/2025
3 min

MoscúLa clave para Volodímir Zelenski es detener la cuenta atrás deuna semana que le ha dado Donald Trump para aceptar su plan de paz para Ucrania, cortar el cable correcto y desactivar la explosión. Enfrentado al dilema de perder a un socio casi existencial o entregar buena parte de la soberanía del país, el presidente ucraniano busca la forma de ganar tiempo. Según sus cálculos, se trata deabrirse a discutir el documento, evitar un choque como el de finales de febrero en el Despacho Oval y, con la ayuda de los aliados europeos, contraatacar con una reescritura del acuerdo que no sólo sea más beneficiosa para Kiiv, sino que obligue a Vladimir Putin a rechazarlo.

"Si las cosas funcionan bien, se tiende a ampliar los plazos", aseguraba el viernes el presidente de Estados Unidos, en unas palabras que ofrecían una brecha de luz después de el sombrío y fatídico discurso en la nación de Zelenski. Al fin y al cabo, la situación no es nueva para él. La campaña de presión que siguió el enganche a la Casa Blanca para que Ucrania firmara un pacto con Estados Unidos por la extracción de minerales de tierras raras es similar e incluso aporta razones para el optimismo. Entonces, también la Casa Blanca amenazó con cortar la ayuda y la inteligencia militar en Kiiv si no avalaba un trato muy desfavorable. Y, finalmente, el texto del acuerdo, del que ya nadie hace aspavientos ni se acuerda, acabó siendo bastante más razonable.

Reescribir el plan

Hasta el próximo jueves representantes ucranianos mantendrán reuniones con funcionarios europeos y estadounidenses para tratar de elaborar una contrapropuesta al plan de paz. El reto para los aliados es cómo reescribir gran parte del documento y, al mismo tiempo, que Trump lo perciba como simples actualizaciones constructivas. Según apuntan algunos diplomáticos, Ucrania debería partir de los puntos que la benefician, aunque su redactado sea confuso, vago o difícil de aplicar. Los negociadores podrían realizar correcciones lingüísticas para blindarlos para Kiiv y, al mismo tiempo, vincular a Moscú para que se quede sin margen para futuros incumplimientos.

Por ejemplo, en el apartado sobre garantías de seguridad, en el que sencillamente se enuncia el compromiso para que Ucrania disponga de "fiables", se trataría de estipular cómo se articulan estas garantías a fin de que disuadan a Rusia de lanzar una nueva invasión y cuenten con el apoyo de Kiiv, Washington y Brus. O en el caso de la limitación de 600.000 soldados para el ejército ucraniano, los aliados podrían exigir en regreso algún tipo de restricción a Moscú sobre usos de determinadas armas.

Mucho más delicados son los puntos que benefician claramente a Putin, especialmente lo que obliga a Ucrania a renunciar a Crimea, Donetsk, Luhansk y las partes de Zaporíjia y Kherson bajo empleo ruso. Aquí los líderes europeos ya han dejado claro que son partidarios de congelar la frontera en la actual línea de contacto, una posición que Trump también había llegado a defender. El presidente ruso está convencido de que puede obtener el Donbás por la fuerza y ​​no se cansa de repetirlo, mientras que el dirigente estadounidense cree también que Ucrania acabará perdiendo la región.

Sin embargo, Zelenski es consciente de que a Rusia le costará decenas de miles de hombres y probablemente años conquistar los últimos bastiones de Donetsk y que, si ahora las cede, Putin se saldrá con la suya gratis. Aparte, otro matiz lingüístico que no es menor y que la parte ucraniana puede explotar es el concepto "de facto" o "de iure" aplicado al reconocimiento internacional de los territorios ocupados. Un reconocimiento práctico, no jurídico, de la soberanía rusa de estas provincias haría que su pérdida para Ucrania no fuera irreversible. Obligar a Putin a levantarse de la mesa

Aunque la espada de Damocles está sobre la cabeza de Zelenski, tampoco Putin quiere correr a bendecir el acuerdo. Kremlin está ganando tiempo porque muchas de las condiciones no le gustan y quiere discutirlas con mucha calma, mientras sigue sin dar tregua al frente. La estrategia se asemeja a la utilizada hasta ahora por Moscú ante cada ultimátum de Trump: no rechazarlo, abrirse a hablar de ello y convencer al presidente de Estados Unidos de que el obstáculo para la paz es Kiiv.

La negociación del plan estadounidense puede convertirse en un intercambio de faroles. Cada parte tratará de fijar sus líneas rojas para que sea la otra la que se levante de la mesa ante un compromiso inaceptable y aparezca como el saboteador a ojos de la Casa Blanca. Después de todo, Putin y Zelenski coinciden en un punto: entre un mal acuerdo y continuar la guerra, ambos elegirán el segundo. El quid de la cuestión es de qué lado se acaba poniendo a Trump.

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