Como una profecía autocumplida, la cumbre de Suiza no ha proyectado ninguna esperanza de paz en Ucrania. Pocos días antes, los países impulsores estaban tan asombrados por los resultados de las elecciones europeas, y sobre todo por la sacudida ultra en Francia, que la cumbre, de la que ya se hablaba poco en los medios, era percibida como algo lejano. Aunque ese encuentro internacional podía haber sentado las bases de un cortafuegos: el cortafuegos para cerrar el paso a la guerra en Europa.
Pienso que ya antes de empezar, la cumbre había quedado atrapada en un limbo. China no se presentó porque Rusia no iba y, por tanto, los BRICS, que sí estaban allí, y son amigos sobre todo de los chinos, evitaron comprometerse con ninguna hoja de ruta. Si para algo ha servido la ausencia de los chinos ha sido para desenmascarar su ambigüedad y dejarles bien retratados: ¿de qué sirve el plan de paz propuesto por Pekín en febrero del 2023? Se entiende que la mayoría de los BRICS mutaran en invitados de piedra, pensando más en los intereses del Sur Global que en las rendijas abiertas de Europa justo cuando comienza el tercer verano de guerra provocada por Putin. Grietas que pueden acabar siendo grietas si en noviembre Donald Trump gana las elecciones en EEUU.
Un aspecto de la cumbre que no debería pasar por alto es laresignación de Brasil representado por el presidente Lula da Silva. Resulta decepcionante que un líder que fue perseguido y encarcelado por unos de losdeep state” más violentos de Latinoamérica, un socialdemócrata equiparable con grandes sectores de la izquierda europea, se haya puesto de perfil ante la agresión de Putin a Ucrania.
Falsa seguridad y miedo
El resultado de las europeas ha dejado entre los aliados occidentales una sensación de falsa seguridad, más preguntas que respuestas, y sobre todo más miedo. Un miedo espeso capaz de embadurnar la vida europea cada vez que miramos hacia el Este. “La vieja Europa ha quedado atrapada entre la desmemoria y el malestar”, explica Carme Colomina, que señala un preocupante feT: que el motor de la construcción europea –Francia y Alemania– pueda acabar gripado.
Asimismo en Bruselas, mientras se deciden las presidencias de la Comisión y el Consejo, la OTAN da señales de no perder más tiempo y de aprovechar el verano para ayudar a Ucrania. De entrada invertirá los 40.000 millones de euros anunciados en la cumbre del G-7, buena parte de los cuales proceden de los intereses del capital ruso confinado en los bancos europeos. La OTAN también desplegará un dispositivo que llama de "autodefensa de Ucrania" integrado por cerca de setecientos soldados. El secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, no ha parado de advertir que es Rusia quien se ha de retirar de Ucrania, y no a Ucrania quien debe ceder las regiones ocupadas por los rusos. como insinuó el pasado verano su jefe de gabinete Stian Jenssen. , no sólo de cara a Moscú, sino en su propia casa, con Viktor Orbán que comienza de presidente de turno de la UE. el nuevo secretario de la Alianza sea pronto Mark Rutte, el líder neerlandés que ha hecho coalición con la extrema derecha. Una secuencia que, de incorporarse en noviembre un Donald Trump victorioso, podría mutar en escenario lleno de incertidumbres.