Dígitos y Andróminas

Amazon también sube al tren de la IA generativa

Alexa sigue resistiéndose al catalán, pero podría acabar hablándole gracias al nuevo chatbot de la empresa

Una de las instalaciones de Amazon Web Services
08/12/2023
4 min

BarcelonaCuando se menciona Amazon, suele venir a la cabeza el supermercado digital, ese gigante del comercio electrónico que nació hace casi tres décadas vendiendo libros en la web y actualmente llena las calles de pueblos y ciudades con furgonetas de reparto cargadas con las compras de millones de consumidores de los productos más diversos (a partir del próximo año incluso se podrán comprar coches, empezando por los Hyundai). Amazon es también propietaria de otras empresas como las tiendas de alimentación Whole Foods Market, la constelación de satélites de telecomunicaciones Kuiper y los estudios de cine Metro-Goldwyn-Mayer, además de servicios digitales como Twitch e IMDb.

Ahora bien, el negocio proporcionalmente más lucrativo de Amazon es su división Amazon Web Services (AWS) de computación en la nube de internet. AWS explota una red global de centros de datos que fue creada para dar servicios de cálculo y almacenamiento de datos a la propia Amazon y sus filiales, pero pronto empezó a ofrecer estos servicios también en régimen de alquiler –paga sólo por lo que consumas – a terceros de todo tipo, desde incipientes empresas que no disponen de capital para inmovilizarlo en servidores propios capaces de crecer con rapidez, hasta monstruos como Netflix, Spotify, LinkedIn y BMW, que subcontratan a AWS toda su infraestructura de computación. AWS tiene un tercio del mercado mundial de servicios en la nube (65.000 millones de dólares en el segundo trimestre), un 50% más que su rival más cercano, Microsoft Azure, y el triple que el siguiente, Google Cloud.

Cabe decir que con 130.000 empleados –menos del 10% de los 1,6 millones de personas que Amazon emplea en su conjunto–, AWS aporta a la empresa el 16% de la facturación total, pero sobre todo le proporciona el 62% de los beneficios. De ahí que cuando el fundador, Jeff Bezos, se retiró de la primera línea para dedicarse a la buena vida, eligió como nuevo consejero delegado precisamente al máximo responsable de AWS, Andy Jassy. La división es estratégica para Amazon y amplía constantemente su catálogo de servicios en la nube, que ya son más de 200, desde los más convencionales de bases de datos, relación con clientes y ciberseguridad hasta realidad mixta, redes móviles virtuales y gestión de sensores y otros dispositivos conectados. ¿Y qué servicios piden ahora sus clientes? Efectivamente: los relacionados con la inteligencia artificial (IA).

Por eso la IA protagonizó la semana pasada re:Invent, el congreso anual de AWS para clientes y desarrolladores. El anuncio principal fue el de Amazon Q, un chatbot basado en IA generativa (IAG) al estilo de ChatGPT y de Google Bard, pero en este caso dirigido a las empresas, que pueden entrenarlo con sus datos propios que tienen en los servidores de AWS. Combinado con el servicio Connect de relación con clientes, Q promete chatbots de atención en tiempo real mucho más naturales que los habituales árboles de menús ("pulse 1 para hablar con ventas, pulse 2 para hablar con el servicio técnico"). También se ha aplicado la IAG al servicio Transcribe de reconocimiento de habla, que ahora entiende más de 100 idiomas, catalán incluido.

AWS también ofrecerá a los clientes los modelos de IA generativa de Anthropic, Cohere, Meta y Stability AI acceder a ella desde sus aplicaciones. Como ejemplos de uso se han mencionado un sistema de subtitulación de imágenes de LG, las aplicaciones de investigación farmacéutica de Merck y el planificador de viajes de la hotelera Accor.

Todo ello, ejecutado en los cientos de miles de servidores de los centros de datos de AWS. La firma, como otros gigantes digitales, ya no se limita a fabricarse los ordenadores a medida, sino que los equipa con procesadores de diseño propio. En esta edición del re:Invent han presentado dos familias de chips: el Graviton4 para cargas de trabajo genéricas y el Trainium2 específico para entrenar modelos fundacionales de IA generativa con mayor rapidez y menor consumo de energía. Sin embargo, AWS también ha anunciado un acuerdo con Nvidia, el fabricante de referencia actual en chips para la IA, para ofrecer servidores con procesadores de esta empresa a los clientes que lo soliciten.

Alexa, la asignatura pendiente

Aparte de la plataforma de comercio electrónico, la principal apuesta de Amazon de cara a los consumidores es probablemente la ama de llaves virtual Alexa. Nacida hace nueve años en EEUU, hace cinco que funciona en el mercado español. Según la empresa, en ese tiempo ha mantenido 18.000 millones de interacciones de voz con los usuarios del Estado, de las que 7.000 millones han sido en el último año. En este tiempo se han programado 230 millones de temporizadores, se han configurado 272 millones de alarmas y se ha consultado 183 millones de veces la previsión meteorológica.

Sin embargo, Alexa no acaba de arrancar. Y no sólo porque debe competir con rivales como Siri de Apple y Assistant de Google. Amazon Devices lleva vendidos en el mundo 500 millones de dispositivos con Alexa integrada, como los altavoces Echo y las pantallas Echo Show, todos de precio relativamente asequible para sus prestaciones. Esto es así porque su principal función es favorecer el consumo de los servicios de la empresa, como Amazon Music, Prime Video, los audiolibros de Audible y las ediciones digitales de la librería Kindle. En cambio, si bien Alexa ofrece a EE.UU. muchas aplicaciones –las llamadas skills– vinculadas a servicios de terceros, el catálogo disponible aquí es muy limitado, por lo que más allá de funciones básicas como las mencionadas y anecdóticas como las de contar chistes o cantar villancicos, Alexa no es especialmente inteligente. De hecho, su potencia máxima es el control y la programación de dispositivos conectados del hogar, y esto se configura con la aplicación móvil, no con el altavoz.

Y no digamos ya si el usuario pretende dialogar con ellos en catalán. Nuestra lengua no figura entre la décima escasa que la ama de llaves digital de Amazon entiende y habla, a pesar de los años que llevamos reclamándolo con insistencia. Es poco probable que Alexa llegue a hablarnos directamente en catalán, danés, checo o neerlandés. Pero sí es muy posible que acabe haciéndolo mediante un intérprete de cosecha propia: la IA generativa de la propia Amazon. Tal y como ya podemos dialogar verbalmente con ChatGPT de OpenAI mediante sus aplicaciones móviles, el curso más probable de esta tecnología es que los usuarios catalanohablantes hablamos en catalán con el chatbot Q de Amazon y sea él quien interprete nuestras órdenes, transmita a Alexa y nos comunique la respuesta, si existe, también en catalán. Amazon demostraría muy poca visión global si no aprovechara esta posibilidad de integrar dos de sus plataformas para beneficiarlas mutuamente y ampliar su alcance.

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