Kamala Harris le debe un gesto a la prensa

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Lo señalaba Margaret Sullivan esta semana en su imprescindible columna en The Guardian: Kamala Harris debe conceder una entrevista a la prensa. O en la radio o en la televisión. Pero debería poder ser cuestionada por un periodista que le plantee preguntas difíciles. La candidata demócrata está sorteando este ritual y, de momento, opta por comunicarse con su base electoral de forma directa, sin intermediarios. Al debate se ha añadido Jeff Jarvis, apóstol digital, con una atrevida proposición: la actual vicepresidenta hace bien en ignorar los grandes medios porque ya no son efectivos a la hora de examinar a un candidato político. "Buscan titulares, no aclarar políticas", defiende. Y cree que la mayoría de medios clásicos –desde el New York Times hasta los rotativos de Murdoch– en el fondo la perjudicarían.

Kamala Harris durante la campaña.

Pues bien, sin embargo, debería sucumbir, aunque sea a pesar. Es verdad que las grandes cabeceras están en crisis, porque sus intereses dificultan la elaboración de un periodismo sin sesgos espurios. Pero someterse a una entrevista es un deber democrático para quien pretende gobernar, puesto que supone la aceptación de un cuestionamiento externo. Entiendo la frustración de Jarvis por las entrevistas políticas, pero la solución no es enterrarlas (y menos aún porque quienes quieren administrar el poder las rechazan). Lo que hace falta es repensarlas y hacerlas de forma que estén al servicio de los ciudadanos. Trump basa su campaña en la criminalización de unas cuantas minorías y la denigración del periodismo, porque esto le permite esparcir sus viles mentiras. Harris debería marcar una postura antagónica. La candidata ha recibido muchos apoyos, porque su oponente asusta. Pero precisamente porque la prensa debe ser útil, está obligada a elevar con ella el listón de la exigencia. Y exigirle que dé la cara, para empezar.

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