Dígits y trastos

¿El mundo puede dejar a Rusia sin internet?

El gobierno de Putin probó el verano pasado, parece que con éxito, la desconexión digital del país de las redes mundiales

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Un 'switch' que distribuye conexión en internet por diferentes dispositivos

El lunes de la semana pasada, el gobierno de Ucrania pidió en la sede central de la ICANN, el organismo internacional que gestiona el sistema de nombres de dominio y direcciones IP del internet global, que desactivara los dominios .RU y sus equivalentes en cirílico, en represalia por el ataque del ejército ruso a su territorio. Al mismo tiempo, reclamó a los registros regionales de Europa y de Asia Central la revocación de todas las direcciones IP asignadas a Rusia. Estas medidas, si se hubieran llevado a cabo, habrían dejado el internet ruso desconectado de la red mundial, de forma que los ciudadanos, las empresas y las instituciones del país se habrían quedado sin páginas web, direcciones electrónicas y servicios digitales propios, y sin posibilidad de acceder a los del exterior.

Aun así, el ICANN respondió el viernes que, a pesar de manifestar la preocupación por el sufrimiento de los ciudadanos ucranianos, no tiene intención de acceder a esta petición ("sin precedentes", en palabras de Vinton Cerf, uno de los padres del internet). El organismo aduce que su papel no incluye emprender acciones de castigo, aplicar sanciones ni restringir el acceso a segmentos específicos de la red, sean cuales sean las provocaciones. En pocas palabras, que su misión es garantizar que internet funcione, no que deje de hacerlo. Así pues, a estas alturas las conexiones continúan funcionando sin incidencias graves tanto en Rusia como en Ucrania. De aquí que tanto los gigantes digitales internacionales como el gobierno de Vladímir Putin se hayan embarcado en una campaña para bloquear el acceso a varias plataformas que los dos bandos usan para difundir su (des)información.

Cabe decir que este mantenimiento aparente de la conectividad de red en los dos países implicados directamente en el conflicto ha sorprendido a muchos observadores, que daban por supuesto que el ataque convencional de Rusia –precedido durante meses por numerosos ciberataques – empezaría precisamente con la presa de control o la destrucción física de infraestructuras de telecomunicaciones de Ucrania, para dificultar la reacción del país a la ocupación. Algunos especialistas apuntan que no se hizo así porque los militares rusos no contaban encontrar tanta resistencia en la invasión y no consideraron necesario cortar unos cables de fibra óptica ni tumbar unas antenas de telefonía que, por un lado, los son útiles durante las operaciones en curso y, de la otra, costaría volver a poner en funcionamiento en caso de que acaben tomando posesión del territorio ucraniano.

Además, desconectar Ucrania de las redes para facilitar la invasión y desconectar a Rusia para castigarla son dos medidas que no convienen a nadie. En el primero de los casos, por la ubicación estratégica del país, atravesado por múltiples fibras ópticas troncales terrestres que enlazan Asia con Europa, como se ve en cualquier mapa de telecomunicaciones. Y en el segundo caso, por la magnitud del mercado ruso, el quinto del mundo, con casi 230 millones de líneas de móvil. Hay que añadir que el 42% de los 62,7 millones de móviles ucranianos corresponden, según datos de GSMA Intelligence, a la operadora Kyivstar, filial del grupo VEON (antes VimpelCom), nominalmente con sede a los Países Bajos, pero controlado por el holding LetterOne de Mijaíl Fridman, precisamente uno de los oligarcas rusos a quién Occidente ha empezado a inmovilizar el patrimonio. Las otras dos grandes telecos ucranianas son la franquicia local de Vodafone –que el gobierno de Azerbaiyán comparte con inversores israelíes– y Lifecell, filial de la turca Turkcell.

Aun así, ya se especula que Rusia dejará pronto de respetar las telecomunicaciones de Ucrania, como indican algunos cortes recientes de conexión al sur del país. De aquí el interés reciente al desplegar los terminales Starlink de internet vía satélite que Elon Musk ha enviado a Ucrania a petición del viceprimer ministro del país, a pesar de que su utilidad no pasa todavía de ser una anécdota. Por si acaso, el multimillonario yanqui ya ha recomendado a los usuarios prudencia en el uso de los aparatos y que camuflen las antenas, para dificultar a los militares rusos su detección.

Rusia ya se desconectó de internet

A pesar de la negativa de la ICANN a intervenir, Rusia empieza a notar en su conectividad los efectos de las sanciones internacionales. El pasado viernes el operador mayorista norteamericano Cogent, uno de los troncales más importantes del mundo, anunció que dejaba de proporcionar conectividad a sus clientes rusos, incluyendo la teleco estatal Rostelecom, Transtelecom, el buscador Yandex y dos de las tres grandes compañías de móvil del país. Todavía quedan Vodafone, Telecom Italia y Telia conectando a Rusia con el mundo, pero tendrían que ampliar capacidad para cubrir la marcha de Cogent.

Sea como fuere, una Rusia aislada del resto de internet no es solo una hipótesis: el país probó en verano de 2021 la desconexión total de la red global, oficialmente para comprobar la capacidad de resistencia del internet local ante eventuales ciberataques procedentes de los EE.UU.. El experimento fue posible gracias a los encaminadores que el Roskomnadzor, el supervisor estatal de telecomunicaciones, tiene instalados en las redes de todas las operadoras del país; son los mismos que permiten a Putin bloquear ahora el contenido occidental que no le es favorable.

Boicots tecnológicos

En materia de bloqueos y boicots tecnológicos a Putin, entre los que se han ido conociendo, los hay que tienen elementos de marketing, como los de Apple y Samsung, que esperan compensar la pérdida de ventas en Rusia con una mejora de reputación en el resto del mundo. Los hay matizados, como el supuesto corte de servicios digitales de Microsoft, que solo afecta las altas nuevas, pero no los contratos vigentes. Y el cierre de Google, Facebook y Twitter, que consiste en dejar de vender publicidad a anunciantes rusos, tiene una importancia relativa: la red social más utilizada en Rusia es vKontakte, un clon de Facebook creado por Pavel Durov, que después la vendió y creó Telegram con la fortuna conseguida.

Más preocupantes para la economía rusa parecen los boicots de redes de pagos como Swift, MasterCard, VISA, American Express y PayPal, y la suspensión de suministros de fabricantes de chips como Intel y AMD, que al país le costará sustituir con chips propios porque la fundición taiwanesa TSMC también se ha añadido al boicot.

China, al acecho

Los aspectos tecnopolíticos de la invasión rusa de Ucrania han salpicado incluso al Mobile World Congress de Barcelona: Ericsson y Nokia, los dos grandes suministradores europeos de telecomunicaciones, han mantenido un perfil muy bajo en la aplicación de sanciones a las telecos rusas. Su prudencia tiene un motivo: evitar empujar a Rusia en brazos de su gran competidora, la china Huawei. Hacerlo daría todavía más ventaja a China en la carrera por el dominio mundial del 5G, el peor de los escenarios posibles para los EE.UU..

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