Periodismo para no periodistas (4): la memoria personal es colectiva

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Los libros sobre crímenes aspiran a encapsular, de forma concentrada, las partes más oscuras de la esencia humana. En el caso de los asesinatos de miembros de la comunidad indígena osage, hace un siglo en Estados Unidos, Los asesinos de la luna va más allá y es un resumen de todo lo que el poderoso país todavía no ha sido capaz de resolver: desde la cultura de la violencia hasta el racismo, pasando por la codicia. Para los osage, descubrir petróleo fue un regalo envenenado, ya que se convirtieron en el pueblo con mayor renta per cápita, pero eso situó también el punto de mira sobre sus jefes: hubo una veintena de muertes oficiales atribuidas al deseo de usurpadores que, por la vía expeditiva, querían conseguir los derechos de explotación que les correspondían. En este magnífico reportaje que es Los asesinos de la luna (Ahora Llibres), David Grann sugiere que las muertes debieron subir en realidad a varios cientos. Con un estilo visual muy ameno –no es de extrañar que Martin Scorsese se lo comprendiese para adaptarlo–, el libro detalla también la investigación conducida por un FBI que asumía su caso más ambicioso hasta entonces.

La adaptación de Scorsese del libro 'Los asesinos de la luna'.

Estamos delante de uno western crepuscular, siempre más complejos que los fundacionales y sus héroes de una sola prenda. Grann presenta una serie de personajes turbios y les cede la palabra para que expliquen su relato, convencido de que algunos se desnudan solos. El libro muestra un país que intenta, sin éxito, abandonar la cultura fronteriza y de los Winchester a favor de la civilización. Esta tensión la podemos observar todavía hoy, con las noticias absurdamente recurrentes sobre tiroteos masivos. Que el autor haya confeccionado una historia vibrante sin renunciar a documentarlo todo, incluyendo el detalle de todas las fuentes consultadas, evidencia que detrás de un gran relato hay mucha técnica. Y honestidad periodística.

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