Paul Abbott: «'Shameless' es personal porque habla de mi familia»
El guionista y productor Paul Abbott (Burnley, Reino Unido, 1960) creció en una familia disfuncional inglesa, muy similar a la que protagoniza la serie Shameless, uno de sus grandes éxitos televisivos y una obra clave de la ficción británica moderna. El séptimo de ocho hermanos, Abbott se crio sin sus padres —su madre se marchó cuando él tenía nueve años y su padre hizo lo mismo dos años más tarde— y con su hermana de 17 años, entonces embarazada, como máximo referente. Abbott visita Barcelona como invitado del Serielizados Fest para participar en un diálogo con el periodista Toni Garcia Ramon durante el que hablará de su vida y de su nuevo proyecto televisivo, Wolfe.
Estrena su última serie, Wolfe, en el Serielizados Fest. ¿Qué nos puede explicar?
— Esta serie es muy diferente a la mayoría de cosas que he escrito. Está muy pensada para gustar a los espectadores porque está diseñada como un caballo de Troya: aparentemente parece simplemente una serie sobre forenses, pero hay mucho más, me guardo un 50% de los guiones para explicar mis cosas. Intentamos transmitir un sentido de la vida que los espectadores puedan reconocer. No me interesan nada las series que son llamativas o que demuestran sus grandes presupuestos. Para mí siempre se trata de mostrar las entrañas de aquello que estoy explicando.
Ha explicado que sufre un trastorno bipolar y que algunos de los episodios maníacos que vive el protagonista de Wolfe, un médico forense, se parecen a los suyos. ¿Cuánto de su vida personal pone en las series?
— En Shameless puse muchísimas cosas personales, porque, al final, hablo de mi familia. Con Wolfe es lo mismo, pero no solo se trata del protagonista sino de todos los personajes. Me gusta poner parte de mí en todos los personajes, incluso el más pequeño, para que la audiencia identifique que han sido escritos por mí. No es una cuestión de vanidad, es porque cuando lo hago funciona. No es un acto de autoanálisis porque de esto ya he hecho mucho desde los 15 años.
La salud mental se ha convertido en una cuestión muy importante debido a la pandemia. ¿Cree que la televisión tiene una responsabilidad a la hora de concienciar a la sociedad sobre esta problemática?
— Sí, pero nadie quiere oír a hablar de salud mental, así que no puedes hacerlo de una manera didáctica o aleccionadora. Los espectadores se aburren, mi familia habría salido corriendo, ellos ni siquiera querían hablar de mis problemas. Es por eso que hablo de ello en las series: mis problemas no los creé yo y la familia formaban parte de ello, así que, a pesar de querer esquivarlos, se los encontraron de cara con la serie [ríe]. A través del humor puedes mostrar la profundidad de la desesperación por la que pasan muchas personas. Es la manera más efectiva de comunicarte con tu audiencia, mucho más que si dices "Mira, tengo momentos eufóricos y momentos muy bajos". A nadie le importa. Te dirán "Uy, sí, qué gran cosa. ¡Vete a freír espárragos!" Actualmente el trastorno es más manejable, pero las subidas y bajadas son difíciles para llevar una vida normal. Para un escritor es genial porque, si no quieres hablar con nadie, simplemente cierras la boca y te pones a escribir. Es lo que yo hago.
Escribir es muy importante para usted.
— Sí, es lo único que sé hacer. He intentado tener otros muchos trabajos, muchos ridículos, pero no los podía conservar. Pero cuando tienes diferentes proyectos –ahora estoy trabajando en cuatro o cinco– es como empezar de cero. En todos tienes que poner lo máximo de ti mismo porque, si no, ¿qué sentido tiene escribirlos?
Shameless fue un gran éxito. ¿Cómo se planteó su carrera después?
— Siendo honesto, al principio no quería escribir la serie. Me convencieron para hacerlo porque yo no dejaba de explicar historias sobre mi familia y sobre estos niños que sobrevivieron sin padres. Mi hermana tenía 17 años y estaba embarazada y, el resto, siendo menores de edad no tendríamos que haber seguido viviendo en casa. Me pasé la vida huyendo de todo aquello y pensaba "¿Por qué tendría que querer volver a adentrarme en aquello?". Me convencieron para hacer un guion y pensé que lo haría y así se callarían. Pero la verdad es que me gustó mucho escribirlo porque encontré una manera de decir cosas. A través del arte y sin hacerlo de mala manera encontré una forma de explicar cosas y problemas de mi familia, de poner en boca de los personajes cosas que habían dicho sin ser totalmente fiel, a pesar de que todos mis familiares se acababan reconociendo en ellos. No me gustan las peleas ni los conflictos y, por eso, la figura del caballo de Troya es mi preferida a la hora describir, porque puedes sacar todos los problemas por la puerta trasera.
Participó en la adaptación americana de la serie.
— Sí, muy al principio. En los Estados Unidos no tienen un sistema sanitario público o prestaciones sociales de las que se puedan aprovechar. Así que la serie tenía un subtexto completamente diferente, se tenía que reinventar y ellos [los responsables de la Shameless norteamericana] consiguieron cambiarla, yo no tenía energía para hacerlo. El primer guion, sin embargo, consiguieron que fuera casi idéntico [al de la versión inglesa] y a mí me gustó mucho. Cuando escribí el guion de la versión original tenía mucha presión por todo lo que había puesto, toda la porquería. Pero a la prensa le gustó muchísimo, a los espectadores también, incluso a mi familia le gustó, con excepción de mi padre. Se reconoció y su queja fue: "¿Cuándo he llevado el pelo largo, yo?" Y yo pensaba: "Vaya, nos abandonaste y cruees que el crimen es llevar el pelo largo".
La serie, al final, habla de familia, pobreza y clase trabajadora, tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos.
Es lo mismo en todas partes, es universal. Hay clases sociales en todas partes, es dictado por la naturaleza.