
Donald Trump logra ser llevada en casi todos los periódicos con su ridícula pizarra con la lista de aranceles por países. Sólo le faltaba enganchar la figurita del fraile barómetro para que fuera señalando acompañando a su trabalenguada explicación. El tema afecta directamente a la economía y, por tanto, diarios de ambos lados del espectro político abandonan sus diferencias para criticar esta guerra comercial de resultado incierto y lógica económica discutible. Lo divertido es ver cómo Vox intenta navegar entre la antipatía que generan en Europa míster Trump y su acólito Elon Musk cada vez más convertido en Tiñoso, ese ridículo acompañante de lo malo en Érase una vez el hombre. Los diarios de derecha sudarán porque necesitan a los de Abascal bien vivos para ser muleta de una alternativa de gobierno a Pedro Sánchez. Y, en todo caso, esta hermandad crítica contra los aranceles, bien razonable, convive con la hipocresía de no haber dicho ni pío ante el proteccionismo dictado por la UE para frenar a los coches eléctricos procedentes de China: hasta un 35,3% de gravamen, que se suma al 10% que se aplicaba anteriormente.
Este jueves se habla también de la visita de Netanyahu a Hungría, donde el gobierno de Viktor Orbán no solo no piensa detener al primer ministro israelí sino que saldrá directamente del Tribunal Penal Internacional, que es quien ha dictado una orden de arresto contra Netanyahu, acusado de crímenes de guerra. De nuevo, el escándalo ha sido grande y comprensible, pero también se habría agradecido algo de la misma indignación cuando se permitió que Netanyahu sobrevolara el espacio aéreo francés para viajar a EEUU, ya que los jueces tenían potestad para bajar la aeronave. Si los medios apuestan por construir conciencia europea, es necesario ser más exigentes y aumentar la crítica a sus carencias e hipocresías.