La venganza póstuma de los corresponsales contra Berlusconi

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Silvio Berlusconi en una foto del pasado octubre.

Leo en Guardian una historia deliciosa. Resulta que la asociación de prensa extranjera en Italia ha encontrado nueva sede, que no es otra que una de las plantas de la residencia que ocupó Silvio Berlusconi durante un cuarto de siglo en Roma, escenario de reuniones con próceres del mundo y también de las famosas fiestas bunga-bunga. La gracia está en que quien fue tres veces primer ministro del país odiaba con bastante determinación todo aquel grupo de corresponsales. De hecho, Berlusconi sólo se dignó a acudir una sola vez a dar una conferencia en las dependencias originales de la entidad. Corría el año 1993 y se mostró vehemente en su rechazo a entrar en política. Meses después, se convertía en presidente del consejo de ministros. Ya nunca más respondió las múltiples cartas que le dirigían aquellos periodistotes que despreciaba diciendo que eran todos un grupo de comunistas, el mayor pecado imaginable. El destino de la asociación en Can Berlusconi es fruto del atrevimiento y del humor. Después de mirar una quincena de opciones, uno de los corresponsales bromeó al agente inmobiliario que les atendía “¿y la excasa de Berlusconi?” El hombre se lo tomó en serio y le respondió “deja que me lo mire”.

Por mucho que el gesto pueda revestirse de una cierta simbología y que haga bueno el dicho de que quien ríe último se ríe mejor, lo cierto es que Berlusconi, en su vertiente de magnate de los medios, es uno de los artífices de la banalización extrema actual. Impulsó televisiones falsamente asépticas que, con carona inocente, decían lo de “nosotros sólo queremos entretener” mientras destruían cualquier intento de formar un espíritu crítico colectivo. Pero todos sabemos ya qué idea de la diversión gastaba el Cavaliere, especialmente en los lavabos donde ahora los corresponsales extranjeros se aliviarán regularmente.

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