El análisis de Antoni Bassas: 'Ojalá te escuchen, Jordi'

Ni Esquerra, ni Junts, ni la CUP parecen ser conscientes de que están ante su última oportunidad, de que mucha gente los ha ido a votar lejos del entusiasmo de otras elecciones

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Análisis Bassas

Mañana hará una semana de la detención del rapero Hasél, y desde entonces cada día ha empeorado la situación respecto al día anterior: manifestaciones pacíficas por la libertad de expresión que acaban siendo violentas, un proyectil policial que vacía el ojo de una manifestante, más protestas que derivan en contenedores, motos y bicicletas en llamas y, con el paso de los días, en cristales rotos de los escaparates y saqueos de comercios, y también reciben los cristales del Palau de la Música, y todo ello deriva en un encapsulamiento de manifestantes en la calle Gran de Gràcia de Barcelona, mientras el Govern está en funciones y el conseller de Interior hace equilibrios (que tiene que acabar rectificando) entre pedir un cambio de modelo policial (que su propio partido ha ayudado a crear) y defender a los uniformados que tiene a su cargo y a los Mossos. Mientras tanto, el orden público aparece como sujeto de negociación de un nuevo Govern en el que la CUP podría participar o al que podría apoyar sin entrar, mientras nadie del Govern en funciones, o de Esquerra o de Junts, hace una reflexión pública sobre la necesidad de no hacernos más daño, los comerciantes afectados piden protección y el famoso 51% de votantes independentistas del pasado domingo se preguntan qué piensan hacer los partidos a los que votaron con este resultado.

El ambiente está cargado de negatividad, en una especie de tormenta perfecta que vuelve a juntar en el mismo titular interesado las palabras “Catalunya e “inestabilidad”.

De fondo oigo a Jordi Cuixart recordando que los resultados del 14-F son un hito para el soberanismo y no se pueden desaprovechar. “Ahora es a los partidos a quien corresponde asumir esta responsabilidad como propia y actuar una vez más con ambición de estado, con mucha más ambición de estado”, dice Cuixart, que defiende la necesidad de construir un proyecto alrededor de los “grandes consensos de país”. 

Si lo que hace falta es ambición de estado, es imprescindible el sentido de la responsabilidad, ponerse a los mandos del orden público, dejar muy claro que la violencia no es la respuesta, que a los saqueadores no les interesa la libertad de expresión, y sobre todo ponerse al mando de los grandes pactos de país para dar un horizonte académico y laboral a la generación que solo ha oído hablar de crisis, un horizonte que combata la falta de expectativas de los jóvenes. Y esto significa mandar, aguantar la impopularidad en la toma de decisiones.

Ni Esquerra, ni Junts, ni la CUP parecen ser conscientes de que están ante su última oportunidad, de que mucha gente los ha ido a votar lejos del entusiasmo de otras elecciones. De que lo hicieron casi por imperativo ético, para dejar claro al estado español que ni con represión ni con operaciones de estado como la del efecto Illa se acaba con la demanda del referéndum o de la independencia. 

“Ambición de estado”, pide Cuixart. Ojalá te escuchen, Jordi.

Nuestro reconocimiento para los que trabajan en primera línea, un recuerdo para los que sufren, para los presos políticos, para los exiliados, y que tengamos un buen día.

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