Apagón: enciendamos la luz
Lo que nadie podía prever, o al menos ninguna persona que no esté estrechamente vinculada al sector energético, es que todo un país o, mejor dicho, más de uno (también afectó a Portugal) se quedarían a oscuras durante horas. Los efectos podemos volver a recordarlos: trenes parados en medio de la nada, imposibilidad de hablar por teléfono o consultar cualquier cosa por internet, semáforos sin funcionar y atascos constantes de tráfico, así como comercios y negocios que tuvieron que detener su actividad el primer día laborable de la semana.
La verdad es que lo que muchos consideraban altamente improbable sucedió, y, por tanto, son necesarias muchas explicaciones. redescubrieran los transistores de radio y el mundo analógico.
Pero también hay que revisar el papel jugado por las distribuidoras, la parte del mercado sin competencia y con reparto territorial. Son las compañías que, desde los puntos de generación, llevan la corriente a los puntos de consumo o aportan suministro a las comercializadoras, que sí están sometidas al libre mercado. El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, no quiso eximirlas de responsabilidad.
Lo cierto es que el sistema eléctrico ha cambiado mucho en los últimos años. Especialmente en lo que respecta a la generación, que cuenta con las energías renovables (agua, viento y sol) como principales aportadoras, lo que supone un cambio sustancial del modelo. De grandes centros de generación y una generación centralizada se pasa a una distribuida y que, por tanto, requiere una red de alta tensión (la de REE) y de distribución que se ajuste a estas necesidades.
El gobierno español no debería caer en la tentación del populismo fácil de lanzar acusaciones sin pruebas contra las eléctricas, pero si hay responsabilidades, tendrá que llegar hasta el final. Y las compañías más interesadas en alargar la vida de las centrales nucleares (esencialmente, Endesa e Iberdrola, ya que Naturgy heredó sus participaciones de la antigua Unión Fenosa y le interesa más el gas como energía de apoyo a través de los ciclos combinados cuando fallan las renovables), cuya necesidad es fundamental en algunos territorios como Catalunya contra las energías renovables.
Hay expertos que no son tan drásticos como las compañías que tienen intereses atómicos y que destacan que la adaptación de la red al nuevo modelo de producción energética requiere inversiones que el gobierno español debería promover y estimular, y que el sector debería poner en marcha, ya que Europa apuesta por la descarbonización y la transición. Y también debería tenerse en cuenta la necesidad de reducir la característica de la península Ibérica como isla energética. Actualmente, sólo dispone de un 3% de capacidad de intercambio con el resto de Europa a través de Francia, y desde Bruselas consideran que debería ser de al menos el 10%.