La campaña catalana y el asunto Sánchez

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Pedro Sánchez y Salvador Isla

Es evidente que el inicio de la campaña catalana está marcado por la decisión de Pedro Sánchez de tomarse unos días para meditar si deja la presidencia del gobierno español a raíz del acoso mediático y judicial a su esposa, Begoña Gómez. Más allá de su impacto, y del cierto aire plebiscitario que respira la carta del presidente español y que el PSC puede tener la tentación de aprovechar en beneficio propio, es necesario realizar algunas reflexiones en torno a la situación creada. La primera es que Sánchez tiene razón cuando denuncia el clima tóxico y de polarización extrema en la que ha entrado la política española, que es básicamente la que se hace en Madrid. Otra cosa es que la mejor manera de hacerle frente sea abandonando el cargo, por mucho coste personal que esto suponga. Precisamente, la operación contra Sánchez por parte de la España de siempre lo que pone sobre la mesa es la necesidad de abordar reformas urgentes en el Estado para resolver las grandes cuestiones que quedaron pendientes de la Transición y que actualmente envenenan al clima político, especialmente el sesgo ideológico de la magistratura y lo que podemos llamar deep state y que afecta a parte del funcionariado que considera al Estado como patrimonio suyo y bloquea cualquier posibilidad de descentralización efectiva.

Pero la justicia es la palanca más potente que tiene la derecha para desestabilizar a los gobiernos cuando es desalojada del poder. El caso más ilustrativo es el de Mónica Oltra, líder de Compromís que tuvo que dimitir por una querella presentada por el entorno del expresidente Francisco Camps y que finalmente ha sido archivada. El otro gran elemento que distorsiona el debate público actualmente en España son los medios propagandísticos ultras que se dedican al activismo ya la difusión de fake news. Las democracias deben encontrar la forma de distinguir entre el periodismo honesto y riguroso y la propaganda si no quieren ser víctimas de su misma permisividad. En el caso español algunos de esos supuestos periodistas se mueven por el Congreso con plena impunidad.

El caso es que en este inicio de campaña catalana habría que pedir que los candidatos no se dejaran contaminar por este ambiente tóxico que viene de Madrid y se dedicaran a contrastar sus propuestas con el máximo tono posible. Por suerte, el debate público en Catalunya es hoy más sano y menos crispado que el que se vive en la capital del Estado, y conviene que siga siendo así. Pero si algo puede afirmarse desde ahora mismo es que ningún partido tendrá mayoría absoluta; por tanto, la llave el día 12 por la noche no será tanto el ganador como las sumas posibles. Aquí se debe pedir máxima transparencia a los candidatos para que expliquen con quiénes pactarían, llegado el caso, y también de quiénes aceptarían los votos. El precedente de Ada Colau y los comunes en el Ayuntamiento de Barcelona en dos ocasiones obliga a ser más precisos en este aspecto. Hasta ahora cabe decir que la precampaña se ha desarrollado en un clima constructivo y sin estridencias. Ojalá se mantenga así hasta el día 12.

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