Privilegiados disfrutando de sus privilegios

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Humphrey Bogart y Audrey Hepburn en una escena de la película 'Sabrina', de 1954.

¿Se acuerdan de la película Historias de Filadelfia? Tracy (Katherine Hepburn), hija mayor de los Lord, la familia más rica de Pensilvania, va a casarse por segunda vez. El periodista Macauley Connor (James Stewart) se cuela en la fiesta. En un momento dado, Connor dice: “El mayor placer de este mundo es ver a los privilegiados disfrutando de sus privilegios”. Los Lord lo tienen todo. Curiosamente, ninguno de los Lord habla de impuestos. Cuando se filmó la película, en 1940, los millonarios estadounidenses pagaban a Hacienda el 79% de sus ingresos.

Quizá recuerden otra película, Sabrina. En su versión original, de 1954, Humphrey Bogart interpreta a Linus Larrabee, primogénito de una familia neoyorquina asombrosamente adinerada. Linus tampoco hablaba de impuestos, aunque le tocara pagar el 91% de lo que ganaba. En aquella época tan extraña, con la economía creciendo de forma desenfrenada, con un presidente militar y republicano (Dwight Eisenhower) y con una sociedad muy anticomunista, en Estados Unidos se pagaban muchos impuestos. Un sueldo normalito se dejaba el 43%. A ojos de la actual derecha, puro comunismo.

No era solo en Estados Unidos. En Gran Bretaña el tipo marginal máximo llegó al 99,2%. En Francia se mantuvo en el 60% entre 1949 y 1982. Aquellas décadas que los franceses llamaron “gloriosas”, y que se basaron en el consenso socialdemócrata de Bretton Woods, fueron las más prósperas en la historia de Occidente. No a pesar de esos impuestos, sino gracias a esos impuestos.

Por supuesto, había quejas. En 1966, los Beatles grabaron Taxman, de George Harrison: “Te cuento cómo funciona: uno para ti, diecinueve para mí, porque soy el recaudador de impuestos. Y si un cinco por ciento te parece poco, agradece que no te lo quite todo”. En 1966, Harrison tenía en el garaje un Ferrari, un Aston Martin, un Jaguar y un Mercedes. O sea, que no le iba mal con el 5 por ciento que le dejaba Hacienda.

En 1980 llegó la revolución conservadora de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Thatcher bajó el marginal máximo del 83% al 60%. Reagan lo bajó del 70% al 50%. El capital afluyó a la City y a Wall Street. Los demás países occidentales tuvieron que competir a la baja. Hoy, en Estados Unidos quienes más ingresan pagan un 37%. En Gran Bretaña, el 45%. En España, el 47%. Todos sabemos que a esos niveles hay instrumentos para contribuir mucho menos. De esos instrumentos carece la clase trabajadora asalariada, que paga a Hacienda más o menos un tercio de sus ingresos (el 30% por un salario anual de 22.000 euros).

Todos los países capitalistas han bajado los impuestos a los ricos, pero tienen que seguir funcionando. Y cubren sus gastos emitiendo deuda. Como ejemplo, en 1982, justo antes de la “revolución” fiscal de Reagan, Estados Unidos tenía una deuda pública equivalente al 35% de su producto interior bruto; ahora, la deuda equivale al 120% del producto interior bruto. En todas partes ha ocurrido algo similar. ¿Quién soporta el grueso de esa deuda, con sus intereses? No los muy ricos, sino los demás. O sea, nosotros.

Si quieren explicarse muchos de los fenómenos contemporáneos (la desigualdad creciente, la baja natalidad, la precariedad, la falta de vivienda asequible, etcétera), recurran a las tablas de presión fiscal y miren los tramos más altos. No hace falta más. Mientras nos entretenemos con las libertades individuales y con las “guerras culturales” (en las comunidades donde gobierna, el PP tiende a ceder a Vox las consejerías de Cultura: esa es la importancia que les dan), nos olvidamos de hasta qué punto la izquierda ha sido vencida.

Enric González es periodista
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