Así hace de madre

Anna Gual: "Criar también es herir"

3 min
Anna Gual se poeta y comunicadora

Poeta, comunicadora, gestora y madre de Lisa, de casi 3 años. Es autora del poemario Ameba (ed. Llibres del Segle), ganadora del 32º Premi Cadaqués Rosa Leveroni. También ha escrito la trilogía Mosla, El tubercle y Altres semideus.

— La manera de pensar de un niño no tiene límites. Es un gozo compartir la vida junto a un ser que vive en un universo sin prejuicios y sin constricciones. Crean sin cesar. Porque nadie les prohibe hacerlo. Dentro de la mente de las criaturas está la esencia de la poesía.

Escribes: "Aceptar que hay un ser vivo / creciendo dentro de otro / es entender que la energía me pertenece".

— Cuando en la escuela las niñas jugaban a ser madres, a mí no me interesaba. Yo quería ser mil cosas antes de ser madre. En un poemario antiguo tengo escrito: "¿Por qué sufrir si ya soy yo / la que me llevo dentro?" Pero de repente, sin esperarlo, me llegaron las ganas de experimentar el engendramiento de un ser vivo. Viví todo el proceso como algo enigmático, lleno de luz y de misterio. Todavía ahora no acabo de asimilar cómo de este cuerpo he sacado un ser vivo que anda, habla, ríe, llora... La única certeza que tengo es que la energía está conmigo, que me acompaña y que me permite hacer cosas maravillosas, inenarrables.

"La ciudad / que ella construyó / mientras me vivía dentro del caparazón".

— En el proceso del embarazo, mi conexión con una entidad viva que me vivía dentro era extraordinaria. Sentía que alguien que –todavía– no conocía había venido a conocer mi interior; a situarse minuciosamente junto a mis órganos, a acariciarlos, a hacer madriguera. No sé si decoró o no la casa en la que vivió aquellos nueve meses, pero sé que para ella fue tan importante como lo fue para mí, y cederle mi espacio para que ella construyera una ciudad de carne fue todo un regalo.

Escribes: "Y nos hacemos cosquillas / hasta que la risa acontezca dolor".

— Criar no es sinónimo de vivir en felicidad constante. Criar también es decepcionarse, perder los nervios, herir. Y es bueno saberlo, acoger esta parte del relato, entenderla. A veces, cuando mi hija y yo no nos entendemos, sentimos que nos separamos, que nos desconectamos. Pasa lo mismo con una amistad o una pareja. No hay alegría sin pena, pero tampoco pena que dure cien años. Criar es una maravilla, pero es la tarea más compleja que he hecho nunca.

Escribes: "Mística y atea, solo ruego / porque el tiempo que haces nacer / no muera nunca ante mí".

— El miedo de que tu hijo/a muera antes que tú siempre me ha perseguido. Pienso que es inhumano, pero pasa. Y no puede haber dolor más grande que este. Tiene que ser una rotura total, especialmente para las madres, puesto que está toda la parte física del engendramiento implicada. Este miedo, a que le pase nada, a que se haga daño, a que se ponga enferma... está. Pero lo combato con toneladas de positivismo. 

Escribes: "La mano / de mi abuela se abre igual / que la mano de un bebé. / Tanto misterio / bloquea toda la maldad / que tenga que venir".

— A finales de septiembre murió mi abuela y despidiéndome de ella me he despedido de todos mis abuelos. La conexión entre la vida y la muerte, viviendo el luto junto a mi hija –que es pura vida–, es sobrecogedora. El misterio de aquello que vive y de aquello que desaparece y el hilo que lo conecta se hace más real que nunca.

stats