Enric Auquer: “He aprendido a perdonarme”

El actor del Empordà, que lo ganó todo el año pasado, vuelve a primera línea de fuego. Estrena una serie en Netflix, termina un corto de autoficción y prepara una obra de teatro, con Àlex Rigola, a partir de un libro de Javier Cercas

Mar Cortés
5 min
“He aprendido a perdonarme”

Un año después de su eclosión, Enric Auquer atraviesa un momento dulce. “Me costó un poco digerirlo porque todo era nuevo y las cosas nuevas cuestan, pero lo llevé bastante bien. Me lo pasé bien, creo...”, dice con una espontánea sombra de duda cuando rememora esos días de vorágine.

En poco más de una semana, en enero del 2020, se llevó el Gaudí al actor revelación y el Goya al mejor secundario por su papel de hijo de narcotraficante gallego en la película Quien a hierro mata, de Paco Plaza. En los Feroz la cosecha fue doble: actor revelación por la película y mejor actor de reparto por la serie de Leticia Dolera Vida perfecta, en la que interpreta a un personaje con diversidad funcional. “Es muy raro. De repente todo el mundo te halaga. El halago es súper bonito y bienvenido, pero a la vez se tiene que saber llevar. Pero ya tengo 32 años y sabía qué significaba. Cada año hay alguien que acapara muchos premios”, dice.

Impactaba la imagen de ese actor alto y delgado que celebraba los galardones con entusiasmo y los recogía con una alegría limpia, completamente alejada de la densidad del personaje que lo había consagrado. Muchos reconocieron entonces al Eloi de la serie de TV3 Com si fos ahir, donde ya proyectaba un magnetismo de cine. Y conocimos la historia del mal estudiante que no supo a qué dedicarse hasta que, siguiendo el consejo de su madre, se apuntó a teatro.

No solo encontró su camino, sino que esa lluvia de premios le sirvió, dice, para no tener que demostrar nunca más nada a nadie. También para atreverse a explorar lugares ignotos, a soltar su creatividad más allá de la interpretación: “He aprendido a perdonarme. Prefiero hacerlo mal que no hacerlo”.

La cara oscura de la sobreexposición pública se la ahorró, en parte, con la parada a la que obligó la pandemia, que para él resultó providencial: “Me ha ido bien para parar esa subida, reflexionar, decidir, volver a coger las riendas de mi vida”. Durante este año de reclusión se ha dedicado mucho al trabajo y a su hija. Fue padre joven, a los 26 años: “Carmela fue un golpe de realidad. Es una gran maestra. Es como poner una rueda pinchada dentro de una bañera, enseguida sabes dónde está el agujero”.

De Verges a Rupià

Un único espacio en unos bajos del Barri Gòtic, rodeado de viviendas similares y de un patio magnífico, es el refugio de Enric Auquer cuando está en Barcelona. Es como si el actor hubiera querido reproducir en pleno centro de la ciudad el ambiente indómito y comunitario de su infancia ampurdanesa.

Nacido en Verges, tiene también un gran vínculo con Rupià, donde pasó el confinamiento. “El Empordà es mi lugar. Paisajes increíbles, el Mediterráneo, luces y olores que me transportan a mi niñez. La gente que me ha visto crecer, mis amigos, mi familia...”, enumera. Rupià es un pueblo de poco más de 200 habitantes, con un tejido cultural impresionante y su propio festival de música, el Barretina: “Entre los que viven ahí, ampurdaneses o no, hay personas muy dinamizadoras. Y los que tienen ahí la segunda residencia se han vinculado muy bien”.

'Quien a hierro mata'

Durante el cierre obligado rodó un cortometraje de autoficción con su primo Àlex Sardà, director de cine. “No es exactamente mi vida, pero sí un intento de transmitir sensaciones alrededor de momentos vividos, como la paternidad o las relaciones familiares. Es también una reflexión sobre la masculinidad que hemos recibido y la revisión que propone mi generación, mucho más consciente y con más autocrítica de la que tenían nuestros padres. En el fondo es la historia de un hombre al que le cuesta mucho serlo, que tiene mucho miedo”, explica. Fuga, que es como se titula el primer proyecto propio de Enric Auquer, iniciará próximamente su camino por festivales.

Hijo de madre bailarina y padre arquitecto, tiene dos hermanas: una mayor, también arquitecta, y una más pequeña, directora de arte en el cine. Son los frutos de un hogar por donde la cultura fluía de manera relajada y natural: “Mi padre es un genio, un tío que tiene una sensibilidad, un gusto y una creatividad enormes y una gran responsabilidad por su trabajo. Un señor perseverante y muy duro. Mi madre tiene una conexión más emocional, más lírica con el hecho artístico. He aprendido mucho de los dos y de los amigos que siempre han pasado por una casa de puertas abiertas y largas sobremesas”.

Después de un tiempo viviendo a caballo entre Madrid y Barcelona, “bastante incómodo para la conciliación familiar”, ha rechazado proyectos para preparar una obra de teatro con Àlex Rigola, a partir de Anatomía de un instante, de Javier Cercas, casado con una prima de su padre y, por lo tanto, uno de los visitantes y tertulianos habituales de la casa familiar.

Enric Auquer ganó el Gaudí en 2020

Se considera “bastante intenso” y se ha especializado en personajes potentes, pero tiene ganas de explotar su vena ligera en una comedia. “También llegará”, anuncia. Pero, por encima de todo, lo que lo estimula es generar proyectos con personas afines: “Me encanta crear en equipo. Es muy divertido vivir procesos creativos con personas que quieren hablar de lo mismo que yo”. Su cómplice preferido es su primo Àlex.

El trabajo y la vida

Esta efervescencia personal coincide con un momento especialmente frágil para el sector cultural. “De hecho, siempre las hemos pasado canutas. El mundo del teatro es uno de los más precarios que hay. En el fondo lo que hace falta son espacios donde poder expresarse, más allá de iniciativas contraculturales que siempre existirán. Si queremos un país rico en cuerpo y alma, hay que invertir en cultura”, opina.

Disfruta tanto haciendo teatro como cine o televisión. La diferencia no está en el canal, sino en las personas con las que trabaja. Subraya, sin embargo, que el teatro le permite una conexión energética superior con el público: “Con la sala llena de gente con la misma predisposición para dejarse llevar, flipas de cómo puede ser de diferente un día de otro. La misma obra puede ser un día un desastre y otro día una cosa maravillosa. Una magia extraña. El teatro es muy duro, ahora mismo no da para vivir. Es como un acto de militancia a expensas de tu vida”.

Enric Auquer

El actor agradece a las plataformas el trabajo que dan al gremio, pero considera que no pueden competir con las salas de cine, ni en calidad de exhibición ni como ritual, porque “las películas no han sido concebidas para ser vistas ahí” y porque “el sentimiento de colectividad no se encuentra consumiendo ficción en la televisión, el ordenador o el móvil”.

Nacido en 1988 y, por lo tanto, educado en plena era digital, hasta hace muy poco no ha tocado las redes sociales: “Ahora me he hecho Instagram para aprovechar la cuota de poder que me puede dar la repercusión de una serie para después poder compartir mi poética y la de mis amigos. Un poco como lo que hacían John Cassavetes y Gena Rowlands: participar en películas mainstream en Hollywood para después poder financiar sus proyectos personales”. La alusión al considerado padre del cine independiente norteamericano da pistas sobre los caminos formales y temáticos por donde circula la voz creativa de Enric Auquer.

No solo trabaja: también se trabaja. “Lo intento, sí, si no estaría muy perdido. Pero todavía me queda mucho trabajo”, admite con una sonrisa. El actor está igual de comprometido tanto con su trayectoria laboral como con su proyecto vital, que es donde se amarra “cuando el ego saca la cabeza”. Tiene centro y referentes poderosos: “La vida es muy interesante. Mi proyecto personal es estar con los míos y cuidarlos. Querer, acompañar bien, entender”. Ahora lee Resistència íntima, de Josep Maria Esquirol, un ensayo filosófico que defiende que el cuidado de uno mismo pasa por la proximidad con los otros.

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