Ellas organizan y ellos miran hacia otro lado: la carga mental invisible
Tres de cada cuatro mujeres sufren carga mental y un 84% han sufrido estrés a causa de esta responsabilidad
BarcelonaComprar su pasta de dientes porque se le ha terminado, enviar un WhatsApp a la responsable de acogida de la escuela para decirle que hoy debe quedarse de 17 a 18 horas por logística familiar, hablar con el coordinador de fútbol porque este año quiere cambiar de extraescolares para saber horarios y días de entrenamiento, contactar con la coordinadora de tenis para decirle que este curso no vendrá que quiere hacer fútbol, realizar la transferencia para pagar la matrícula de la nueva extraescolar y domiciliar los recibos, comprarle la ropa que necesitará, tramitar su alta en la federación, enviar un correo a la AFA para saber cuándo tendremos el retorno de los 100 euros del vale escolar que tramitamos con la asociación, comprobar que tiene el pantalón de deportes limpio porque mañana se lo ha de poner, mirar el menú de la escuela para no repetirlo a la hora de cenar, poner en la lavadora el chándal porque el viernes va de excursión y lo necesita, comprar el regalo de cumpleaños de la fiesta del sábado de un compañero de clase, pedir hora al pediatra porque le toca la revisión anual, comprar el forro y forrar los cuatro libros que le quedan, realizar la compra online porque si no, directamente, mañana no tendrá nada para cenar y recordarle a diario dos o tres veces (con suerte) que debe coger la botella de agua, el desayuno, lavarse los dientes, prepararse la ropa del día siguiente o las bolsas tanto de la escuela como de las extraescolares. Ésta es una pequeñísima cata real de sólo dos días de la llamada carga mental, que la psicóloga Paola Roig define como "invisible y que suelen asumir las mujeres en las parejas heterosexuales".
Ya hace casi tres décadas, en 1996, que la socióloga Susan Walzer puso el nombre de carga mental a ese trabajo invisible en su estudio Thinking sobre the baby. Pero 27 años después, según un estudio de la multinacional estadounidense Procter & Gamble, conocida como P&G y especializada en bienes de consumo, tres de cada cuatro mujeres todavía la padecen y un 44% desconocen directamente este concepto a pesar de sufrirlo. El mismo estudio recoge que quien lleva esta carga es aquella que debe oír frases como "Ella es la que manda", "A veces parece un sargento" o "Está todo el día recordándonos las cosas". Otros tres datos del informe –que se ha hecho con más de 2.400 personas de entre 25 y 49 años, que viven en pareja y tienen o no hijos–: el 84% de las mujeres han sufrido estrés a causa de la carga mental; sólo un 14% de las mujeres afirman que en el chat de la escuela están los dos padres mientras que el 65% aseguran que sólo están ellas; y la tercera, un 5% de los hombres afirman que son ellos los que están pendientes de los festivales escolares frente a un 78% de las mujeres.
Por qué después de casi tres décadas de hablar por primera vez, la carga mental todavía recae mayoritariamente en las mujeres? El psicólogo Máximo Peña y la periodista Diana Oliver coinciden en que poco a poco hay mayor implicación de los hombres en esta carga. Ahora bien, según Oliver, todavía hay muchos que se dedican a ejecutar lo que les dicen que deben hacer. "Falta en muchos hombres tomar la iniciativa y tomar conciencia de la importancia de las pequeñas tareas del día a día, aquellas que sólo se ven cuando se dejan de hacer, como la lista de la compra o la ropa que se ha quedado pequeña en los niños", apunta la periodista y autora de Maternidades precarias. Peña, que acaba de publicar Paternidad aquí y ahora (Arpa), directamente lo achaca al "machismo de una sociedad patriarcal" en el que se asigna a las mujeres todas las tareas domésticas, "tanto las tangibles como las que no lo son mientras los hombres miran hacia otro lado".
No oía el llanto de mi hijo
Pero ¿hay algún tipo de diferencias neuronales entre hombres y mujeres que explique este comportamiento o es puramente una cuestión cultural? Cuando nació el segundo hijo de David Bueno, doctor en biología y profesor e investigador de la sección de genética biomédica, evolutiva y del desarrollo de la UB, su mujer tuvo que quedarse ingresada en el hospital durante diez días y él cuidó de su hijo mayor en casa. "Hasta ese momento cuando mi hijo se despertaba nunca le oía aunque nos levantábamos una vez cada uno, pero era ella la que me avisaba de que lloraba". En el momento en que me quedé solo –añade– lo escuché desde el primer momento porque era consciente de que no podía delegarlo a nadie.
Con este ejemplo Bueno quiere dejar claro que aunque existen pequeñas diferencias neuronales entre los hombres y las mujeres, el origen de este comportamiento es cultural. "Hay una parte del cerebro, que se llama cuerpo calloso, que une los dos hemisferios y envía mensajes de uno a otro. Suele ser más grueso en las mujeres que en los hombres, lo que significa que tiene más conexiones y permite gestionar más información. Ahora bien, esto no quiere decir que los hombres tengan menos capacidad y las mujeres más, porque entre otras cosas esta parte se mira cuando es adulto y no se sabe si es así cuando somos pequeños o se ha ido acumulando en función de la influencia cultural", explica. "A través de la cultura aprendemos cosas y este aprendizaje deja una huella física en las conexiones que hace el cerebro", añade. La educación –ejemplifica– es "potentísima" y si tú vas por ejemplo a una escuela de educación infantil donde la mayoría de maestros son mujeres, la imagen que se llevan los niños, independientemente de su sexo, es que las criaturas son cosa de mujeres y esto queda implantado en el cerebro. Hay tareas, que son muchas menos, añade Bueno, en las que ocurre lo contrario: "Cuando hay que cambiar una bombilla recae normalmente en el hombre y los hijos también lo interiorizan".
La clave es delegar
Ante esta situación, ¿cómo conseguir la misma implicación por parte de los dos miembros de la pareja? "Venimos de dónde venimos y los cambios son lentos pero no podemos pasar por alto el poco valor que damos socialmente a todo lo referente al cuidado", apunta Oliver. Ambos expertos dan dos tácticas para conseguirlo. Para Bueno, la forma de darle la vuelta es que la mujer lo delegue al hombre y cuando lo haga estén los hijos para que vean que aquella tarea concreta también deben asumirla los padres. Peña, en cambio, es partidario de educar a la sociedad con un doble movimiento: por una parte, que los hombres tomen conciencia de esta carga "porque somos los que nos escaqueamos", y la asuman y, por otra, que las mujeres suelten estas responsabilidades, ya que muchas de ellas lo tienen tan interiorizado que ni se plantean que deben compartirlo. Si en este doble movimiento –apunta Peña– debe haber decisiones radicales, que estén: "Si la mujer es siempre la que ayuda a los Reyes pues que no lo haga, con todas las consecuencias que esto comporta. Seguro que así al año siguiente la cosa cambia. Yo como hombre he crecido mucho gracias a las confrontaciones que me pone mi mujer", ejemplifica Peña. De hecho, según el estudio de P&G sólo un 24% de las mujeres cuando delegan alguna tarea se la quitan de la cabeza.
Aunque también Oliver reconoce que puede que a veces a las mujeres les cueste romper con "lo de no dejarles hacer a ellos porque ellas lo hacen más rápido", cree que "no es justo poner el foco en ellas, al final esto nos traslada la culpa a nosotros", lamenta. Y añade: "Si miramos a nuestro entorno veremos que hay más implicación por parte de los hombres en comparación con hace unas décadas pero me preocupa que eso sí lo alabamos y lo vemos como extraordinario. Nosotros hacemos lo que nos toca hacer, con exigencia, mientras que ellos deben hacer muy poco para que se valore como algo excelente", apunta. Por su parte, Peña concluye que el objetivo es que los hombres que compartimos la carga mental dejamos de sentirnos "como una excepción".