La historia no explicada de Albert Solà, el 'Monarca de la Bisbal'
La familia de Albert Solà pone luz a los orígenes del supuesto hijo del rey emérito
La Bisbal d'Empordà“Mi primo siempre supo que, en el fondo, no era el hijo del rey”, afirma Vicenç Juzgado, pariente de Albert Solà i Jiménez, el supuesto hijo ilegítimo de Juan Carlos I. La proximidad y el profundo aprecio que se tenían le permiten dibujar a la persona detrás del personaje: “Sabía quién era realmente su madre biológica, pero montó la historia por protagonismo”, sigue. Pocos días después de la repentina muerte de Albert Solà, dos voces de la familia aportan nuevas explicaciones y contrastan una historia llena de incógnitas.
Cuando el Monarca de la Bisbal empezó a tener notoriedad en los medios, la familia a menudo le decía que buscara los archivos originales de la adopción, que buscara los registros en los archivos de la Diputación, que buscara información fiable. Apenas se interesó por ello, o al menos la mayoría de documentos no los quiso compartir. Con una excepción. Una serie de cartas enviadas por su madre biológica a las que Carme Solà, su prima mayor, es de las pocas personas que tuvo acceso.
Albert encontró estos documentos cuando tenía alrededor de unos 30 años. Su prima mayor se pasó toda una tarde leyendo las cartas escritas por la madre biológica. Una mujer que, a raíz de la aparición de una nueva supuesta hermana de Solà, parece que podría ser Pepita Ganyet, ya muerta. La prima quedó impactada al leer que su madre provenía de una familia muy humilde del interior de Catalunya, era analfabeta y enviaba correspondencia muy a menudo al orfanato a través de su hermana, que sí sabía escribir, para saber el estado de su hijo.
Nacido en 1956, cuando el rey emérito tenía 18 años, Solà habría sido el heredero a la Corona en detrimento de Felipe VI. Muchos de los argumentos que utilizaba para justificar su origen real no parten de ninguna prueba creíble, aseguran los dos primos, que compartieron su infancia y juventud. Su relato es uno de aquellos que se iba construyendo y perfeccionando a medida que se iba dando a conocer. “Albert era una persona vulnerable, que se dejó llevar y engañar por su entorno, y por la fascinación de convertirse en un personaje público”, explica Juzgado.
Solà solía decir que una de las cosas que le abrieron los ojos era el hecho de tener un “ángel de la guarda”, especialmente en su juventud. Un as que, en ningún caso, no era la casa real, sino él mismo, su inteligencia y habilidades sociales. El Monarca era una persona buena, muy querida, pero con una gran capacidad de inventiva para convencer a la gente y ganarse los favores. Era un hombre muy carismático, y con una imagen física impecable. De hecho, la familia Solà visitó su casa de la Bisbal, después de su muerte, y se encontraron una cantidad ingente de trajes, perfumes y zapatos. Si había un ángel que no fuera él eran sus padres adoptivos, de familia trabajadora, humilde, pero muy ahorradora. La madre, Antonia Jiménez, de una familia anarquista de Toledo, exiliada, se casó con el ampurdanés Salvador Solà, que recibía una buena pensión por ser herido de la Guerra Civil y tener graves secuelas médicas.
Tampoco es cierto que tuviera un trato especial cuando hizo la mili por ser el hijo del rey. Los privilegios recibidos, los fines de semana libres que le concedían, se explican con el complicado estado de salud del padre adoptivo y el trato de favor del Estado al ser un superviviente de la guerra.
Por líos y deudas complicadas de detallar, con unos 20 años, Albert huye de la Bisbal d'Empordà hacia México, donde se casa con una heredera de una importante familia mexicana. La opulenta y deslumbrante vida en el país seguramente lo influyó en esta aspiración de tener unos orígenes en una familia rica e influyente. Después de pasarse ahí unos años y formar una familia, por razones parecidas a la fuga de la Bisbal vuelve a Catalunya.
Hay que considerar su regreso al país como el momento clave en el que empezó a decir que era el hijo del rey. Posiblemente por un cierto parecido con el monarca, un amigo cercano de la Bisbal, de los muchos que tenía, le empezó a calentar la cabeza diciéndole que tenía un parentesco con Juan Carlos I. Sus primos coinciden en decir que, antes del regreso de México, Albert nunca había hablado del orfanato ni de su vida antes de ser adoptado.
Las primeras historias que explicaba cuando empezó como adulto sobre su niñez, grotescas y con muchas carencias, eran prácticamente calcadas de anécdotas y descripciones ofrecidas por las revistas del corazón del momento. Las informaciones de las visitas (y affaires) del rey en Barcelona justificaron una supuesta conexión con Anna Maria Bach, proveniente de una familia de la burguesía barcelonesa. Incluso, en algún momento, afirmaba recordar haber jugado de pequeño con María de las Mercedes de Borbón, madre de Juan Carlos I, que sería su abuela biológica, con una descripción de las chaquetas y traje que respondían a los que podría haber visto como adulto en fotos de la prensa del corazón y en la tele de la época.
Vicenç Juzgado afirma que Albert Solà tuvo la oportunidad de obtener, por vías no oficiales, ADN del rey emérito, a través de una conocida que trabajaba en la cocina de la Zarzuela. Una oportunidad clara que, a pesar de ser difícil de saber cómo se podría haber llevado a cabo, fue real, a diferencia de las pruebas genéticas supuestamente facilitadas por el CNI, de dudosa credibilidad. Sorprendentemente, él rechazó varias veces esta oferta, que habría podido servir de prueba definitiva para acreditar su parentesco borbónico, a pesar de que posiblemente no habría sido aceptada como prueba en un juicio.
Aunque hay algunas cosas muy difíciles de contrastar, Carme Solà y Vicenç Juzgado están convencidos de que estas historias de niñez que lo vinculan a la monarquía son todas falsas. Las especulaciones de los últimos días de que su muerte fue provocada tampoco tienen ningún tipo de validez con las pruebas médicas en la mano. A pesar de todo, Solà ha marcado toda una época en su tierra, y acabó convirtiéndose en rey y amo de su pueblo, un personaje carismático que ha llenado tertulias familiares y ha entretenido a miles de personas. Independientemente de si era el hijo del rey o no, Albert Solà i Jiménez, para la gente, para el Empordà, siempre será recordado como el Monarca de la Bisbal.