El paso de la Cataluña de los 6 millones a la Cataluña de los 8 millones ha sido fruto de la aportación poblacional de la inmigración, especialmente relevante en el siglo XXI. De hecho, a finales del XX apenas se habían superado los 6,1 millones de habitantes. La tasa de natalidad se mantiene desde hace tiempo entre las más bajas del planeta, y sólo la llegada de personas de fuera ha permitido la ganancia. Sí, una ganancia clara en términos económicos: así lo corrobora laMemoria económica de Cataluña de 2023, elaborada por el Consejo General de Cámaras de Cataluña y presentada este jueves. Pese a la crisis financiera mundial ya pesar de la crisis de la cóvida y de la guerra de Ucrania, la economía catalana ha salido adelante y ha seguido demandando mano de obra, que mayoritariamente ha sido cubierta por extranjeros de procedencias muy diversas . Si en el primer tercio del siglo XX y en los años 60 de la misma centuria la inmigración peninsular permitió el doble salto poblacional y económico, ahora ha sido una inmigración global la que ha estado impulsando la economía, con un dinamismo especial después del coronavirus: desde entonces Cataluña ha crecido con mayor fuerza que el conjunto del Estado, y más aún que la media de la zona euro.
La sociedad catalana ha atraído a nueva población porque la necesitaba para seguir progresando. Aparte de que esto desmiente el supuesto declive a remolque de la inestabilidad política post-Proceso, también debería servir para romper los discursos antiinmigración de la extrema derecha de Vox y Aliança Catalana, fundamentados en prejuicios y falsedades. Naturalmente, la incorporación en pocos años de contingentes numerosos y diversos nunca es sencilla, y menos sin disponer de un autogobierno con competencias propias de inmigración y debiendo sufrir una infrafinanciación endémica que no ha permitido aumentar las prestaciones de servicios básicos (sanidad, educación, transporte, vivienda) para atender de forma adecuada el incremento poblacional. También se ha notado la complejidad de la diversidad cultural y religiosa y la bajada del uso social del catalán. Pero así como es absurdo no señalar estas dificultades, con la consiguiente necesidad de incrementar los servicios públicos para hacer viable una mejor incorporación y la reparación del averiado ascensor social, también es absurdo dar alas a la xenofobia, no sólo por consideraciones humanas , sino también por interés y responsabilidad económica.
Cataluña, en efecto, necesita mano de obra en muchos sectores que la población autóctona no puede cubrir. En los últimos dos años, la población ha vivido un aumento de 255.000 personas hasta alcanzar los 8 millones. Se ha creado mucho empleo y Catalunya ha vuelto a asumir el papel de motor económico en el Estado y en Europa (incluso se ha logrado un superávit comercial con la UE). De hecho, el empleo ha alcanzado el máximo histórico de 3,8 millones en 2023, con un aumento de 141.000 personas, el 52% de las cuales en el comercio, el transporte y la hostelería, sector con una proporción elevada de extranjeros. Otros servicios como el cuidado de las personas mayores o los servicios de hogar también serían inviables sin inmigración. Es importante tener muy presente esta realidad económica y social.