De Masies de Voltregà a asesor de la reina consorte
Gaspar Remisa prosperó en el comercio, las infraestructuras y el transporte y fundó dos bancos
En medio de la guerra entre proteccionistas y librecambistas, cuando los catalanes querían ejercer influencia sobre los gobiernos de Madrid pasaban indefectiblemente por el despacho de un tal Remisa, que tenía mucha mano en los asuntos de poder en la capital. ¿Quién era ese hombre y cómo había llegado a moverse con tanta comodidad por los pasillos de la Villa y Corte? La historia comienza muy lejos de los círculos de influencia, en Les Masies de Voltregà y en el seno de una familia dedicada al comercio, el hábitat donde Remisa vino al mundo.
A lo largo de su vida acreditó una capacidad insólita para estar en el lugar adecuado y para adaptarse a la realidad que le rodeaba, y que sin duda le sirvió para ascender en la escala social hasta a gozar de una cómoda posición de banquero con una gran red de influencias. Su primera actividad profesional fue como comerciante de víveres -sobre todo carne- en la Barcelona de principios del siglo XIX, donde vivió la invasión francesa. Durante la ocupación logró hacerse un agujero en el arriesgado mundo de la intermediación, consiguiendo suministros tanto para un ejército como para el otro y cubriendo las necesidades de ambos bandos.
Una vez terminada la guerra, consiguió los favores de la nueva administración y bajo el paraguas del capitán general de Cataluña, el general Castaños, logró transformarse en contratista de las obras del puerto. Gracias a los excedentes generados por sus negocios, dio un paso más y en 1823 creó su primer banco, la Banca Casals Remisa, donde el otro socio era su primo Josep Casals Remisa. En aquellos momentos ya era un prohombre en la ciudad, mecenas del Teatro de la Santa Cruz y financiador de artistas emergentes, como Bonaventura Carles Aribau, que llegaría a ser una de las personas de confianza en la gestión de los negocios.
El salto a Madrid se produjo en 1826, cuando fue nombrado director general del Tesoro por el ministro de Hacienda López Ballesteros, a quien había conocido en el transcurso de unas negociaciones vinculadas a su actividad como empresario de transporte (explotaba la línea Barcelona-Madrid en diligencia). Con los dos pies ya en la capital y con una sucursal de su banco abierta, se dedicó a promover proyectos que llevaban décadas varados, como el canal de Castilla (1831) o las minas de Riotinto (1829), con las que logró incrementar su fortuna de forma considerable. Dentro del ámbito financiero, en 1831 fundó la primera Bolsa de Comercio de España, en Madrid, creó la primera escuela de comercio, inspiró el Código de Comercio de 1832 y fue el hombre clave de los empresarios catalanes en la capital. Años más tarde llegó a tener, junto a otros socios, la concesión para construir el canal de Urgell, pero el proyecto no salió adelante.
Sus negocios con la administración pública se desarrollaron bajo los reinados de Fernando VII, de Isabel II y también durante el período de regencia de María Cristina de Borbón, con quien parece tener una relación muy estrecha , hasta el punto de asesorarla en materia de inversiones. El peso de Remisa en las élites financieras de Madrid queda probado con su rol como uno de los fundadores del Banco de Isabel II, que junto con el Banco de San Fernando sería el embrión del futuro Banco de España.
En cuanto a sus relaciones con Cataluña, fue el financiador principal del diario El Corresponsal (1839-1844), altavoz de la Comisión de Fábricas y otros lobistas catalanes en la guerra por los aranceles. Por cierto, que el diario tenía como director a Bonaventura Carles Aribau, que, como hemos dicho antes, fue siempre un hombre muy cercano a Remisa. En este período, en 1840, se le otorgó el título de marqués de Remisa.
La muerte le llegó coincidiendo con la crisis de 1847, en la que circunstancias financieras internacionales afectaron a España de forma directa, sobre todo por culpa del encarecimiento de la plata y su consiguiente escasez, lo que causó grandes desperfectos en el sistema bancario. Su riqueza mermó significativamente y, ya después de su muerte, las herederas del empresario y financiero tuvieron que malvender buena parte del patrimonio familiar.