Estos retratos de niños y niñas representan, para mí, la mirada de la infancia. Limpia y auténtica. Son fotos hechas durante los viajes que he hecho por la India, Pakistán, Bangladesh y Tayikistán. Son niños y niñas que viven en entornos rurales o urbanos, algunos van a la escuela y otros ya no pueden ir porque trabajan, pero todos tienen en común que no muestran nunca miedo hacia los extraños como yo. Todos se dejaron fotografiar sin problema. No tuvieron ningún recelo en dejarme acercar o para intercambiar un gesto o una palabra conmigo. Son niños y niñas que viven en entornos empobrecidos y que, a diferencia de lo que pasa aquí, no siempre tienen garantizado el derecho a la educación. También aprenden a espabilarse pronto y a menudo me los he encontrado andando solos, aunque sean muy pequeños, y haciendo esfuerzos para encontrar el camino de vuelta a casa.
En las imágenes hay una niña que ha acabado su jornada de trabajo en un campo de arroz de Bangladesh, un niño que sale de la mezquita después de rezar un viernes, dos hermanas de camino a la escuela en Gilgit, en el norte de Pakistán, y una joven pastora que pasea sola a las cabras por Mastuj, una zona muy montañosa del mismo país. En otras hay un niño que va a la escuela en Iskashim, en Tayikistán, una zona fronteriza con Afganistán, muy árida y con un clima muy duro, donde los niños se acicalan para ir a la escuela en señal de respeto. También hay un niño pequeño que ha acabado su jornada buscando plásticos en el vertedero de Dharavy, en Bombay, y un niño de la misma ciudad que, en cambio, está volviendo de la escuela en la estación de tren Victoria Terminus. También una niña en Khorog, en Tayikistán, al final de un día de trabajo en el campo con su familia, y una joven estudiante de una escuela rural de Phutia, en Bangladesh. Niños y niñas muy diferentes, pero todos con la mirada limpia y auténtica de la infancia.