Monogamia forzada y monogamia esforzada
Son muchas las parejas en proceso de desintegración que buscan ayuda para reponerse
El INE nos informa que en 2022 se han divorciado 81.302 parejas. Son las cifras oficiales de las parejas inscritas en origen y que también registran su separación. Números absolutos que nos dan una visión muy sesgada de lo que realmente ocurre en la población, y sacar conclusiones universales sería totalmente erróneo. Quienes no han pasado por el altar, por el registro o por las dependencias municipales no se contabilizan en las estadísticas pese a que las historias humanas están ahí igualmente. Lo mismo ocurre cuando las parejas han dejado de convivir pero deben continuar cohabitando, una situación cada vez más frecuente ya sea por motivos económicos o por creencias limitantes que a menudo les obligan a continuar juntos aunque sea un suplicio. Quizá habría que crear otro registro que reflejara estas parejas de deshecho, las que protagonizan la monogamia forzada que tanto y tanto hemos normalizado.
En la era de las relaciones abiertas, del poliamor y de los lazos a corto plazo, son muchas las parejas en proceso de desintegración que buscan ayuda para reponerse. Es posible que ésta sea la naturaleza inherente a las relaciones afectivas: hacer para deshacer y, a veces, rehacer. Y estos últimos vínculos, los rehechos (robustos y cepados según el diccionario), son los que entienden de trabajo conjunto. Del amplísimo abanico de modelos relacionales, la monogamia a largo plazo sigue siendo uno de los más solicitados, pero antes de clicar el botón de aceptación habría que comprender que en términos de bienestar, la monogamia será esforzada o no será.