Las fiestas de Navidad son sinónimo de ilusión, de hacer cagar el tió (una costumbre de Cataluña) y de esperar la llegada de los Reyes Magos, unos personajes rodeados de misterio y de magia. Sin embargo, hay familias que, por motivos diversos, optan por adaptar estas tradiciones y construirse unas celebraciones a medida según sus valores y experiencias.
Laura Reina y Carles Colomo son los padres del Aina, que tiene ocho años. De pequeña, Laura esperaba con ilusión la llegada de los Reyes Magos, pero cuando descubrió el gran secreto en torno a esta celebración se enojó mucho. Por eso, cuando nació Aina, decidió que lo compartiría con ella. Asegura que a su hija no le ha supuesto ningún trauma ni le sabe mal saberlo. Además, lo vive de forma alegre y colabora en la preparación de la bienvenida a los Reyes Magos. Así, la familia participa de las tradiciones de estas fiestas pero a modo de juego. “A veces perpetuamos lo que hemos visto en casa y no nos paramos a reflexionar sobre lo que queremos realmente. Nosotros nos detuvimos y nos lo preguntamos. La respuesta fue que ella lo viviera bien y con naturalidad”, explica Laura.
“Nosotros hemos llenado la Navidad de tradiciones que para nosotros tienen sentido, como arreglar la casa y encontrarnos con la familia”, observa Mayte Fernández, madre de la Gala, de tres años. Su familia no celebra la Navidad, sólo se encuentran un día para cenar. Por eso ahora ella y su pareja han decidido no celebrar a los Reyes Magos, aunque hacen cagar el tió (es un troco de árbol que da regalos). Afirma que lo hacen por la vertiente cultural de esta tradición catalana, que ella, con raíces en Extremadura, desconocía. “De momento Gala no nos ha hecho preguntas. Si nos hace le diremos que nosotros celebramos el tió y que, al igual que no celebramos Halloween, en casa no vienen los Reyes. Es una fiesta con un punto muy consumista pero, aparte, tiene una parte religiosa que no tiene sentido perpetuar”.
Descifrar la raíz
Tal y como recuerda Ramon Moix, pedagogo y miembro de la red de expertos del Colegio Oficial de Pedagogía de Cataluña, en la antigua Roma, antes del nacimiento de Jesucristo, existía la costumbre de intercambiarse regalos el primer día del año. Los cristianos lo adaptaron y concretaron en la fiesta de Navidad. En este sentido, Moix anima a las familias a explicar a sus hijos el origen de las celebraciones navideñas, ya que, a veces, la raíz no se encuentra en la religión, como muchos piensan. "Las tradiciones las podemos hacer a nuestra manera, pero para disfrutar debidamente primero hay que conocerlas". Y de la misma manera que hay que descifrarlas, Moix aboga por no mentir nunca a los niños, sea cual sea la forma en que las familias opten por celebrar estas fechas. “Si mi hijo me hace determinadas preguntas, tengo que explicarle la verdad basándome en ese conocimiento de la tradición. No podemos decirle que ya lo entenderá cuando sea mayor. Pero el límite debemos situarlo contestando sólo lo que nos pregunte, sin ir más allá”.
Encontrar el equilibrio
“Hemos intentado encontrar el equilibrio entre esta parte de no mentir de manera directa, que es lo que más nos chirría, y acompañar a nuestra hija sin dejarla al margen de la tradición pero explicándole que es una costumbre como otra ”, explica Judit Perea, madre de Far, de tres años. Así, celebran los Reyes Magos pero comparten el gran secreto de esta fiesta con su hija. “Sin embargo, hay una parte de imaginación y magia que hace que los niños entren en este juego. Es como cuando juegan a hacer sopa con arena, que no paran continuamente el juego para recordar que es arena”, expone. De hecho, ella y su pareja venían de familias que celebraban la Navidad de formas muy distintas y dudaban de cómo llegar a un consenso. Encontraron la respuesta en una charla para encontrar ideas sobre cómo celebrar las fiestas. Allí les hicieron entender que Far viviría lo que celebrara su familia de una manera natural, ya que cada persona entiende que las normas de su casa son las habituales y no las cuestiona hasta que se hace mayor.
Entrar en el juego
"Los niños se conectan con los momentos de celebración porque son diferentes y especiales, y esta atmósfera debemos crearla y sostenerla los adultos. El juego es la base de la fantasía compartida entre padres y niños, que es lo que ofrece la magia a las celebraciones”, explica Vicky Mateu, especialista en desarrollo infantil y responsable de la charla que resolvió las dudas de los padres de la Far. Explica que hay tres puntos esenciales que hay que asegurar en estas celebraciones: seguridad, bienestar y desarrollo-participación del niño: "No podemos generar situaciones que provoquen miedo o ansiedad y, al mismo tiempo, hay que responder a las preguntas que nos haga según su edad y su momento evolutivo. Debemos hacerlo invitándole a reflexionar y para que entrevea en las palabras del adulto que hay algo más y que el adulto está a su lado. Aquí comienza el juego", dice.
Y el juego sigue cuando los niños conocen el gran secreto. "En casa no somos creyentes ni practicantes pero, por distintos motivos, entendemos que debe conocerse mínimamente la simbología religiosa católica. Cuando nuestro hijo nos preguntó al respecto, le explicamos de dónde provenía esta celebración y que las familias, desde siempre, hemos sido las encargadas de continuarla”, explica Joan Coll, padre del Dídac, de siete años , y de Lara, de cinco. Relata que buscaron divertidos momentos de fiestas pasadas para sacar hierro al descubrimiento y para hacer el Dídac cómplice de la celebración, ya que su hermana y algunos compañeros de clase aún no conocen el misterio de la magia de estas fiestas. “Le pedimos que nos ayudara a mantener el secreto y que si algún compañero le hacía alguna pregunta le dijera que se lo pidiera a sus padres. Ahora, si su hermana hace algún comentario, él nos mira todo pícaro como diciendo: «Yo no diré nada, pero tú y yo sabemos una cosa»”.
La confianza, un pilar fomental
Vicky Mateu asegura que la mayor inquietud con la que asisten las familias a sus charlas es tener que contar mentiras a sus hijos. “También les preocupa que decirles que los Reyes Magos ven qué están haciendo les genere miedo o ansiedad. Es decir, que si los mienten les generen inquietud”, apunta. Por eso el psicopedagogo Ramon Moix indica que explicar el gran secreto de estas fiestas también ayuda a los niños a no sentirse fracasados. “Recuerdo el caso de una chica que se pasó una hora seguida llorando en el baño cuando lo descubrió. Así, si los padres optan por compartir el secreto con ellos desde el principio, los niños también pueden sentirse contentos porque no los han engañado”.
De hecho, muchas familias toman esta decisión porque aseguran que la confianza es el pilar fundamental en el que basan la educación de sus hijos. “Yo no le puedo pedir a mi hija que me sea sincera en otras cosas si yo le oculto algunas, no por su felicidad, sino por la mía, por mantener la inocencia y querer que siga siendo pequeña”, dice Laura Reina, que recuerda su descubrimiento como una traición. "Lo que pasa es que la mentira está aceptada y, en este caso, es la parte buena, no la que se penaliza", añade Judit Perea.