"¡A partir de los cincuenta todo se acaba!". Esta sentencia, que es en realidad una condena, le dice Harvey (Dennis Quaid) a una de sus estrellas de la cadena, Elisabeth Sparkle. Es la forma de justificarle su despido y poner punto y final a su exitoso programa de aeróbic en televisión. Por supuesto, todo acaba para ella y no para él, que desde su veteranía manda una empresa que ha convertido a las mujeres en objetos de exhibición. Así comienza The substance, la magnífica película de Coralie Fargeat que denuncia el edadismo y el control social que se ejerce sobre los cuerpos femeninos. Es un filme vigoroso e intenso que, desde un planteamiento narrativo radical, es capaz de plasmar el terror y la tortura que supone, para muchas mujeres, envejecer y no ajustarse a los cánones de belleza hegemónicos.
A través de la ciencia ficción se hace un retrato de la realidad actual, de los miedos de tantas mujeres a ser infravaloradas oa ser rechazadas por su aspecto físico o por la edad. Demi Moore es la protagonista, interpretando a una estrella de Hollywood en decadencia que, desesperada, recurre a un misterioso tratamiento para recuperar la juventud. La imagen de una simple yema de huevo servirá para entender las dimensiones endemoniadas del invento. Su alter ego joven, Sue, lo interpreta Margaret Qualley. Ambas actrices están espléndidas. La valentía que demuestran exhibiendo su desnudez ante la cámara logra transgredir la sexualización habitual del cine para convertirlo en símbolo de denuncia. Reciben una mirada más distante, que las observa con la misma frialdad que se juzgan ellas mismas cuando se enfrentan al espejo. Sin embargo, cada una de ellas tiene una manera muy diferente de relacionarse con su reflejo. La joven Sue lo hace fascinada por su corporeidad, que entronca con su función sensual. La veterana Elisabeth se contempla desde una cruel decepción, consciente de que tiene la derrota asegurada en la lucha contra el paso del tiempo. La incapacidad enfermiza para renunciar a la juventud es otra forma de decirte que a partir de una determinada edad no vales nada. En una decisión magnífica, las escasas líneas de texto que tienen ambas actrices en el guión subraya su valor como cuerpos deshumanizados. Toda la violencia extrema que Elisabeth y Sue ejercen una contra otra simboliza todo el autoodio femenino, la aversión que tantas mujeres sienten por sí mismas. La cámara se coloca en lugares insólitos para observarlas, acentuando el juego de las dinámicas de poder que tanto interesan en Fargeat. El punto de vista simboliza en la mayoría de casos la mirada masculina, que escruta, juzga y penaliza. El pasillo rojo que conduce al plató de televisión se convierte en una especie de útero que te lleva al nacimiento de la fama, pero que, por el otro extremo, te expulsa a la realidad más dramática. The substance es uno thriller psicológico de creciente intensidad, una tragedia que avanza hasta el delirio. Está llena de símbolos, referencias cinematográficas y mitológicas que demuestran la carga histórica sobre las mujeres.
La película nos habla de la presión sobre nuestros cuerpos, especialmente a partir de la edad madura. Pero esa tiranía va mucho más allá de los mensajes sobre la estética y la juventud. Ahora que se combate el tabú sobre la menopausia desde la divulgación, todo son noticias y reportajes sobre la alimentación, el ejercicio y el ocio que debemos hacer las mujeres de más de cincuenta. Nos bombardean con consejos, cursos y programas para afrontar la vejez con dignidad. Una nueva doctrina que no reciben a los hombres. Todo el bombardeo sobre el bienestar femenino y la divulgación de la salud también tiene un componente de negocio y control de nuestros cuerpos con la excusa de que es por nuestro bien.