Así hace de madre

Leticia Garcés: "Es un privilegio que los hijos se porten mal con los padres"

Pedagoga, especialista en parentalidad positiva y madre de Daniel y Joel, de 17 y 12 años. Es fundadora del centro de orientación familiar Padres Formados y publica 'Infancia bien tratada, adolescencia bien encaminada' (Desclée De Brouwer). www.padresformados.es y padresforma2 en Instagram

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Leticia Garcés

BarcelonaEl cerebro del adolescente está en obras, está a medio construir. Es una época en la que el adolescente busca la novedad, el placer inmediato, sin medir bien los riesgos ni pensar en las consecuencias negativas de las decisiones que toman. Todo esto sería un drama si el adolescente no tuviera al lado a un adulto consciente de sus cambios y comprometido con su educación.

Ya puedes avisarles, ya, que los adolescentes van siempre a lo suyo.

— En lugar de quejarte de que el hijo adolescente es un egoísta, se un poco más empático y así él tendrá más oportunidades de mostrarse de otra manera. Las segundas oportunidades son siempre necesarias.

Segundas, terceras, cuartas, quintas...

— Después de sembrar tiempo, atención y mucho amor durante la infancia, finalmente ha llegado la adolescencia de mis hijos. Pero yo no la vivo como una etapa complicada. La adolescencia tiene más que ver con nosotros, los padres, que con los hijos. Tiene que ver con los recursos emocionales y personales con los que llegamos a la adolescencia.

Nunca me lo había mirado así.

— Se trata de saber si hemos aprendido a escucharles, o si podemos expresar nuestras emociones, o si mostramos interés por sus inquietudes, o si sabemos poner límites y acompañarles en sus miedos y frustraciones. Mira, hay algo que yo valoro mucho, aunque a menudo no me guste.

¿Cuál?

— Algo que identifico como uno de los frutos de la educación que he dado a mis hijos, y eso es cuando ellos me ponen límites.

¿Ellos te ponen límites a ti? ¿No debe ser al revés?

— Sí, claro, a la inversa también. Los límites que imponemos los padres generan seguridad, son protectores y sirven para que sus hijos tomen decisiones. Los límites son importantes, vengan de donde vengan, les ponga quien los ponga.

Por ejemplo?

— Cuando un hijo me dice "Mamá, no quiero hablar de lo que ha pasado" o me dice "No me gusta que hables de mis cosas con otras personas", lo que está haciendo es expresar lo que siente, lo que piensa o lo que quiere, y lo expresa porque sabe que será escuchado. Si un hijo no te pone límites cuando siente que no le respetas, seguramente es porque no te ve a ti marcar límites a otras personas. Por tanto, pregúntate si sueles decir que sí a todo por miedo a quedar mal.

En tu libro dices: "Entiende mejor a ti mismo y entenderás mejor a tu hijo".

— Lo primero que he querido hacer siempre ha sido revisar la propia capacidad de autorregulación emocional, mi relación con la pareja o la forma en que me enfrento a los conflictos. No tiene demasiado sentido que pretenda enseñar a mis hijos algo que yo no he logrado entender o dominar. Y, ciertamente, tampoco necesito tener una gran capacidad de gestión emocional para educar a mis hijos. Basta con la voluntad de ir mejorando cada día, de ser consciente cuando cometo errores y de cómo deseo que sea nuestra relación. Bien mirado, es un privilegio que los hijos se porten mal con los padres.

¿Un privilegio? Ahora me he perdido. Explícamelo.

— Cuando un niño se porta bien a la escuela y mal en casa acostumbramos a pensar que hay algo que estamos haciendo mal.

¿Y no es así?

— Yo lo vivo como un privilegio, en el sentido de que ¿quién hay que sea mejor que yo para ayudar a mi hijo cuando se siente mal? o ¿quién mejor que la madre o el padre para acoger a un niño cuando no se está expresando bien porque no se siente bien?

Quizás educar es, básicamente, enseñar a regular las emociones.

— Hay muchas situaciones en las que los hijos muestran su carencia de regulación emocional, pero esto no es malo. Si durante la infancia aprovechamos los conflictos que van surgiendo para entrenar las diferentes competencias emocionales, es decir, la conciencia, la regulación, la autonomía, las competencias sociales, si trabajamos en todo esto, cuando llegue la adolescencia podremos contar con estas habilidades y todos nos sabremos adaptar mejor a las nuevas situaciones.

Eres tozudamente optimista.

Es necesario dar la bienvenida a los conflictos familiares y vivirlos como una oportunidad para mejorar. Los conflictos refuerzan los lazos, hacen que nuestros vínculos sean más honestos. Los malos días también son parte de la convivencia.

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