Caso Pélicot

Ni un psicópata ni un monstruo. ¿La ciencia puede explicar el caso Pélicot?

El ARA habla con expertos en neurociencia y criminología para tratar de desgranar las claves que puedan explicar este extremo caso de violencia sexual

Un esbozo de un momento del juicio, con Dominique Pélicot en segundo término.
18/09/2024
7 min

Desde que saltó la noticia a los medios, monstruo,pervertido o psicópata son algunos de los apelativos que más se han utilizado para intentar describir Dominique Pélicot, un hombre de 72 años que durante una década drogó y violó sistemáticamente a su mujer, Gisèle, y además la ofreció cerca de un centenar de hombres -casados, con hijos, enfermeros, periodistas, profesores-, la mayoría de los cuales también la agredieron sexualmente.

Casos tan extremos como éste son -afortunadamente- poco frecuentes, pero no lo es la violencia sexual ejercida hacia las mujeres y también los niños. Las estadísticas globales señalan que uno de cada cinco menores sufre abusos sexuales y un tercio de todas las mujeres han sufrido violencia física o sexual al menos una vez en la vida.

Detrás de la inmensa mayoría de los casos, el 95% para ser precisos, hay varones. ¿Por qué? ¿Existe alguna razón biológica que impulse a los individuos de sexo masculino a cometer este tipo de conductas execrables? El ARA ha querido profundizar con expertos en neurociencia y criminología.

¿Es Dominique Pélicot un psicópata?

“La evaluación psiquiátrica que se le ha practicado concluye que no sufre ninguna patología mental grave. Esto significa que Pélicot sabe discernir perfectamente el bien del mal y que realizó esa conducta libremente, por voluntad propia. Ejerció violencia porque quiso, al igual que el resto de hombres que acudieron”, destaca Antonio Andrés Pueyo, catedrático de psicología en la Universidad de Barcelona y director del Máster de Psicología Forense y Criminal de esa misma institución.

“Si fuera un psicópata, sería un hombre profundamente amoral en todas las facetas de su vida, y no parece que sea el caso”. Los psicópatas, afirma este catedrático, no tienen sentimientos de culpa, no suelen tener familia ni se cuidan de nadie; tampoco experimentan ansiedad o preocupación social por lo que puedan pensar de ellos [Pélicot estaba preocupado por lo que pudieran pensar sus hijos y el entorno]. “Seguramente, no se arrepiente de nada de lo que ha hecho, porque entiende que es su vida privada [afirmó que si no la hubieran descubierto, su vida habría continuado felizmente], sin valorar que ha puesto sistemáticamente en peligro la vida de su mujer y ha vulnerado todos sus derechos”, remacha.

Parece más, afirma Andrés-Pueyo, que sufre varias parafilias intensas, una patología de la conducta sexual crónica que le hacía disfrutar de las violaciones de su mujer drogada. Las parafilias se caracterizan por la obtención de placer sexual mediante estímulos anómalos, como ocurre por ejemplo con el fetichismo, y suelen estar inscritas en el registro psiquiátrico porque suponen una alteración importante del objeto sexual que, a su vez, causa una alteración importante de la conducta.

"Soy un violador, como todos los de esta sala".¿Tienen un origen cerebral las agresiones sexuales?

Diego Redolar, profesor e investigador en neurociencia de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC), remarca que no existe una sola estructura cerebral que se encargue de una sola función, sino que todas están interconectadas y en diálogo constante. Sin embargo, explica que en los casos de personas que cometen un crimen aislado, ya sea un asesinato o una violación, suelen ser muy impulsivas, donde la amígdala, una estructura cerebral con forma de almendra encargada de generar las emociones (entre ellas también el miedo o la agresividad), reacciona exageradamente, mientras que la corteza prefrontal, esencial para controlar la conducta, está funcionando por debajo de la normalidad. Esto hace que la persona no tenga control sobre sus pulsiones.

No es el caso del agresor de Francia, que repite la conducta a lo largo del tiempo, de forma calculada, premeditada y con su propia mujer, con quien en principio debería haber un vínculo afectivo. En neurociencia se ha estudiado mucho este perfil, que es también el de los asesinos en serie, con técnicas de neuroimagen y más tecnologías de estimulación cerebral no invasiva, y se ve que la corteza prefrontal, el circuito de regulación de las emociones, no funciona de forma adecuada. A estos agresores les falta una respuesta somática que, de algún modo, marque de forma negativa lo que hacen. Esta respuesta es la que aparece cuando hacemos algo mal, como robar, y se nos activa el sistema nervioso autónomo que hace que el corazón late más rápido, se te corte la respiración, se te dilaten las pupilas y suizo.

La testosterona, que se encuentra en cantidades más elevadas en los hombres, ¿explica estas conductas de agresión sexual?

Ignacio Morgado, catedrático de psicobiología del Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona, ​​afirma que la testosterona hace más violentos a los hombres, así como al resto de primates macho, y también aumenta la potencia y motivación sexuales. "Muchos hombres toman Viagra porque la testosterona ha disminuido y necesitan estímulos". “Pero está claro que no todos los hombres, a pesar de tener testosterona, hacen conductas de este tipo y, por tanto, debe haber algo más, como la educación y la cultura”.

Redolar matiza que, si bien inicialmente se vinculó, con polémica, esta hormona a conductas agresivas, sobre todo violaciones, a partir de estudios realizados con animales, como ratas, la serotonina, un neurotransmisor, tiene más peso. “A pesar de que todo es mucho más complejo que centrarlo en un solo neurotransmisor, la serotonina, cuando se presenta en niveles bajos, se relaciona con conductas agresivas y violaciones y desencadena conductas de riesgo. En niveles elevados, sin embargo, se vincula a una baja violencia e impulsividad.

¿Es suficiente la biología para explicar por qué los hombres cometen estos actos?

Los neurobiólogos franceses Danièle Tritsch y Jean Mariani, autores del libro Sexo te violencias. Comment le cerveau peut tout changer (Sexo y violencias: como el cerebro puede cambiarlo todo) lo niegan rotundamente. “La biología se modula por las experiencias vitales. De los 23.000 genes que tenemos, muchos se activan o no y en distintos grados dependiendo de las vivencias, como si sufrimos estrés, hambre u otros traumas, como violencia sexual. En este sentido, una persona que ha sufrido abuso sexual de pequeño es más probable que active a los grupos de genes que pueden disparar una acción violenta”.

Redolar añade que, si bien hay un soporte biológico, que es el cerebro, el entorno y las experiencias con las que una persona vive a lo largo de toda la vida, incluso las decisiones que ha tomado, al final son lo que configura cómo es la persona y su conducta.

¿Por qué los hombres están detrás de prácticamente el 100% de los casos de violencia sexual?

Andrés-Pueyo apunta a una convergencia de dos factores: “Por un lado, el hombre, en el sentido de especie y de media, está preparado para utilizar la violencia en la competencia sexual. Y esto es una razón evolutiva. Hay mecanismos endocrinos, genéticos y neurológicos que le capacitan para competir de forma violenta por sexo".

Por otra parte, esta predisposición de los hombres confluye en un contexto cultural, que es el de la llamada 'cultura de la violación' , un concepto muy importante desarrollado por el feminismo de los años 60 y 70, donde hay un conjunto de valores, creencias y de ideas que, combinados, hacen aparecer este sesgo tan grande en la conducta sexual de los hombres contra las mujeres: se convierte las mujeres en un objeto accesible al deseo sexual masculino, susceptible de aguantar los deseos de los hombres, y que otorga derechos a los hombres a subyugarlas. Ni moral ni éticamente es justificación alguna, pero este contexto de la violación, sumado a los elementos biológicos que predisponen al hombre a estas conductas y las oportunidades que se le presentan, es lo que explica por qué ocurren hechos como el caso Pélicot. La cultura de la violación está presente en todas las sociedades humanas y forma parte del día a día.

¿Las mujeres no agreden sexualmente?

Andrés-Pueyo responde tajantemente: “No hay ninguna cultura en ningún momento de la historia donde las mujeres hayan sido agresoras sexuales violentas, no se ha encontrado ni documentado este comportamiento”.

Pélicot ofreció su mujer a cientos de hombres y algunos lo rechazaron. ¿Por qué ninguna denunció qué pasaba?

Andrés-Pueyo explica que este silencio está bien estudiado en psicología y recibe el nombre deefecto espectador. Cuando se produce un acto violento y hay observadores, la gran mayoría ni intervienen ni denuncian. “En el caso de los hombres que recurrían a estos circuitos buscando sexo, a través de la web Coco.fr, podrían hacer una negación y justificarse diciendo que era una práctica sexual consentida por la pareja y que nadie debe ponerse. Deciden no participar, pero tampoco intervenir”.

También, añade este catedrático experto en criminología, hay un tema de lenguaje: “Se han hecho estudios donde preguntan a hombres si violarían a una mujer en condiciones de anonimato, donde nadie después les acusara ni se les pudiera descubrir , y un porcentaje determinado, ponemos que alrededor de un 20%, responden que sí. Pero cuando se lo repreguntan y en vez de violación les preguntan si forzarían a una mujer a tener relaciones sexuales, que es básicamente una violación, muchos más hombres entonces responden afirmativamente, porque la palabra violación tiene una connotación muy negativa, incluso para quienes violan. El lenguaje es uno de los campos de batalla para interpretar la realidad”.

¿Se pueden evitar las agresiones sexuales?

Que estas conductas no puedan explicarse del todo desde la ciencia no quiere decir que no se puedan prevenir, coinciden en afirmar los expertos entrevistados. Son necesarias educación y psicoterapia, esenciales para prevenir todas las violencias, incluida la sexual. Actualmente se están investigando herramientas terapéuticas, como la neuroestimulación repetitiva, magnética o eléctrica con electrodos externos, también fármacos dirigidos a la amígdala y aumentar los niveles de serotonina en el cerebro.

“Hay que educar en la sexualidad, en el consentimiento, pero también estudiar los factores de riesgo para realizar programas de prevención dirigidos sólo a los hombres, individualizados. Mirar porno es un factor, pero no lo importante. Por ejemplo, el consumo de alcohol tiene un efecto cinco veces superior para el ejercicio de la violencia sexual”, apunta Andrés-Pueyo, quien insiste en la importancia de la detección temprana de factores de riesgo que predispongan a determinados hombres a cometer actos violentos.

“Se necesitan estudios longitudinales, hacer seguimiento de niños y adolescentes para ver cómo se comportan, cuando aparece la conducta violenta y cómo se puede corregir. Esto forma parte de la criminología del desarrollo. Y una vez detectadas personas con probabilidad elevada de cometer delitos, son necesarias intervenciones de educación individualizada. Al igual que hacían campañas en las escuelas hace unos años para prevenir las caries con flúor de forma generalizada, es necesario actuar igual con la violencia, enseñar a todos los niños que esto no se hace y en aquellos que detectamos que tienen más factores de riesgo, enseñar -lo de forma más intensa”, concluye.

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