La reconstrucción post-DANA va a un ritmo demasiado lento


El ARA ha querido radiografiar el estado actual de las poblaciones valencianas afectadas por la DANA del pasado 29 de octubre ahora que se avecina un momento tan emblemático como la celebración de las Fallas. Y el resultado es un conjunto de testigos que dibujan una realidad muy dura y con las heridas, materiales y humanas, todavía abiertas, pero también con una férrea voluntad de salir adelante y superar la tragedia. Cuatro meses y medio después, las calles ya no tienen barro, cierto, pero la mayoría de los bajos todavía están cerradas o, en el mejor de los casos, en obras. Hay una lucha constante por recuperar la normalidad y salir del pozo al que cientos de miles de personas se vieron abocadas por una mezcla de incompetencia de las autoridades y un desastre natural de proporciones desconocidas.
Algunas historias, como la del restaurante que apenas ahora puede reabrir o la floristería que ha retomado la actividad justo por Falles, demuestran que se está avanzando. Pero también es cierto que todo va muy lento, demasiado. Y la conclusión es que sin la ola de solidaridad que se desató con las zonas afectadas, y que va desde los voluntarios que ayudaron a sacar el barro hasta operaciones filantrópicas a gran escala protagonizadas por magnates como Juan Roig o Amancio Ortega, habría sido imposible superar esta primera fase. Las ayudas de las administraciones y las indemnizaciones del consorcio de seguros sencillamente no habría bastado. Imposible. En muchos casos, esta solidaridad ciudadana ha supuesto la mitad de los ingresos de muchos negocios o particulares, lo que demuestra que el sector público no está ni mucho menos preparado para hacer frente a emergencias de esta magnitud. Y esto es muy peligroso porque alimenta el populismo y la antipolítica.
En el caso de la DANA, a la desesperación y al dolor por las pérdidas humanas se suma la constatación de que la actuación de las autoridades valencianas durante aquellos días fue completamente incompetente, tal y como está quedando demostrado en los escritos de la juez de Catarroja que lleva el caso. Y esa indignación va en aumento viendo el comportamiento del presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, quien, lejos de dimitir, está inmerso en una carrera por intentar esquivar cualquier responsabilidad penal, aunque sea al precio de perder toda la credibilidad y dignidad que se supone que va con el cargo. En este sentido, la próxima declaración de la exconsejera de Justicia Salomé Pradas, sobre la que Mazón quiere descargar toda la responsabilidad, será clave para el futuro del político valenciano.
Sea como fuere, la continuidad de Mazón se ha convertido en un problema de primera magnitud para Alberto Núñez Feijóo, que da la impresión de que no sabe cómo resolver la crisis. La editorial en portada del diario Abc exigiendo la dimisión de Mazón demuestra que en los círculos de poder madrileños ya se le da por amortizado políticamente, pero él se resiste. Mientras, cada día que pasa sin dimitir no solo hunde un poco más al PP valenciano, sino también al español y la credibilidad de la política.