¿Y si el mundo girase al revés? Si el mundo girase a la inversa, la vida transcurriría en el sentido contrario. Dicho de otro modo: ir contra dirección es ir en la dirección correcta. Lo vi claro después de visionar Tinete, un galimatías audiovisual de Christopher Nolan. Por cierto, nada más frustrante que entender una película, lo que suele relacionarse con el tramo final del inevitable viaje hacia la senectud, en el que la música suena demasiado fuerte, la televisión demasiado floja y los demás demasiado, por lo general, porque callados estarían más guapos.
Ahora bien, a pesar de no haber entendido ni los títulos de crédito, sí que comprendí una gran verdad: al revés, nuestras vidas mejorarían ostensiblemente. Ya lo apuntaban Francis Scott Fitzgerald en El curioso caso de Benjamin Button (y David Fincher en su versión cinematográfica), la historia de un niño que nace con el aspecto de anciano y que va rejuveneciendo a medida que pasan los años; una vida a la inversa, en definitiva. Por tanto, el susodicho Button nace en el momento de decrepitud máxima del ser humano, pero muere en el momento de máxima plenitud. Nacer viejo y morir joven, habiendo vivido todos los años pertinentes, significaría ir de peor a mejor, guardar lo mejor para el final y dejando lo peor atrás.
No sólo la vida, sino también todo aquello que forma parte de ella resultaría mil veces mejor mediante un viraje a contracorriente. En serio, piense un rato y se dará cuenta... Por ejemplo: el amor. Relaciones de pareja que pasan del desgaste de años y cerraduras, del agotamiento, la desidia y los reproches de las postrimerías a la emoción, la felicidad y los besos de los inicios, a la locura sin años ni cerraduras. También el sexo, empezando por el vacío final y terminando por el frenesí inicial. ¿Y cuándo salimos de fiesta? La sensación de resaca ya no desluciría jamás aquella celebración tan especial, que se encaminaría hacia su desenlace antes del prólogo, es decir, con ganas de más. Por último: las vacaciones. No es necesario enumerar los beneficios de empezar las vacaciones por el final y acabarlas por el comienzo.
Siempre salimos ganando. Siempre. También ahora. Hablo de esta columna de opinión, dado que si hace el esfuerzo de leerla al revés, podrían pasar dos cosas: que subiera la sangre a la cabeza o que aprendiera un idioma nuevo. Sea como fuere, insisto, siempre salimos ganando. .erpmeS