Ellas son el ejemplo

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Jenni Hermoso durante la celebración del título el martes en Eivissa.

¡Basta! ¡Se acabó! Señor Rubiales, ¡dimita ya! Usted y la RFEF nos están mostrando todo lo que no debe hacerse: relación sin consentimiento, abuso de poder, presión a la víctima, negar y manipular los hechos, atacar y desprestigiar el movimiento feminista, utilizar redes clientelares buscando soportes y todas las estrategias que, desde su posición de privilegio, es capaz de hacer quien ha cometido el abuso por no perder su poder.

Rubiales y la RFEF están procediendo de una manera que no nos es nueva, que acaba normalizando un beso sin consentimiento, restando importancia a los hechos y culpabilizando y poniendo a la víctima en el centro del debate. Que la jugadora también estuviera de celebración ya hemos aprendido que no justifica que nadie la besuquee. Por grande que les suene, están perpetuando la cultura de la violación. En resumen, lo que estamos viendo es todo lo que el movimiento feminista lleva años denunciando y exige que se deje de hacer.

¿En qué sociedad vivimos? ¿Cómo puede ser que un hombre que ocupa un cargo de presidente no sea consciente del poder y la responsabilidad que esto supone? Existe tal impunidad que permite que esto pueda ocurrir en plena retransmisión televisiva y la persona agresora tenga el convencimiento de que no tendrá consecuencias. Y no solamente eso, sino que puede salir en rueda de prensa con la actitud prepotente de quien se siente intocable. No podemos tolerar que haya personas que por el simple hecho de ser hombres se sientan con el poder de abusar de otras personas.

Yo también soy hombre, me he socializado en una sociedad machista y, por tanto, en algún momento he tenido actitudes machistas. Pero tengo claro que los hombres tenemos una responsabilidad frente a acciones como las de Rubiales. Como hombres debemos dejar claro que un beso sin consentimiento es un acto reprobable. Debemos saber ver que hay que pedir perdón, prestar atención a las personas que se han sentido agredidas y tratar de reparar los daños cometidos.

Por tanto, ya es suficiente que como hombres justifiquemos estas actitudes pensando que nos habría podido pasar a nosotros. Dejemos de pensar en nosotros y pensamos en ellas, las mujeres agredidas. Tomamos conciencia del poder que tenemos y seamos capaces de estar dispuestos a perder privilegios si realmente queremos cambiar las cosas. Por suerte, frente a toda esta caspa hay una mujer que ha decidido no doblarse a las presiones, un sindicato de jugadoras organizado que le asesora y le da cobertura jurídica, todo el colectivo de mujeres futbolistas que le apoya y que están dispuestas a asumir riesgos personales (algunos ya habían renunciado previamente a ir al Mundial) y, en general, un grueso importante de la sociedad que no quiere normalizar estos comportamientos.

En un contexto de crecimiento de los discursos antifeministas, esto va de qué sociedad queremos. Y para construir una sociedad justa e igualitaria es necesario que estos comportamientos no queden impunes. Por tanto, señor Rubiales, dimita. Necesitamos referentes que sean conscientes y asuman la responsabilidad que esto representa, ejemplos de dignidad, de organización y de sororidad como el que están dando el colectivo de jugadoras de fútbol. Gracias por ser ejemplo.

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