6 años del 1-O

“Teníamos miedo, pero sabíamos que valía la pena lo que hacíamos”

Dos escuelas de Catalunya y Madrid revelan cómo hicieron dialogar a sus alumnos sobre el 1-O en los días posteriores al referéndum

Belen, la profesora y Carla participamos en el proyecto sobre el referéndum del 1 de octubre entre el IES Les Vinyes de Castellbisbal y un instituto de Madrid
30/09/2023
5 min

BarcelonaHace poco han arreglado la puerta del lavabo de minusválidos. Ha estado mucho tiempo rota, porque la reventó la policía cuando entró en el Institut Escola Les Vinyes de Castellbisbal el 1-O, convertido ese día en centro de votación. Belén Cuesta llevaba sólo dos semanas trabajando. Al día siguiente debía enfrentarse a un aula con alumnos de 13 y 14 años, algunos de los cuales habían estado ante los colegios defendiendo la votación, mientras que otros aplaudían la actuación policial.

A más de 500 kilómetros, Eugenia Monroy seguía con incredulidad lo que ocurría. Había entrado ese curso en el instituto Tirso de Molina de Vallecas, y sentía cómo algunos de sus alumnos hablaban de los “catalufos”. Aquel 1 de octubre vio muchas imágenes, entre ellas la policía entrando en Les Vinyes, donde conocía entre otras a Belén, con quien había coincidido en un encuentro para profesores. Se intercambiaron mensajes y compartieron preocupaciones. "Siempre me ha acompañado la sensación de que desde Madrid no se entiende Catalunya, y desde allí hay cosas que tampoco se entienden de Madrid", afirma Eugenia. "Era desesperante que no fuera posible el diálogo", apunta Belén. Decidieron hacer precisamente esto: hablar. Fue el inicio de un proyecto que bautizaron con el nombre de “Tenemos la palabra”, donde alumnos catalanes y madrileños intercambiaron preguntas y reflexiones, que decidieron no publicitar y que hicieron más rápido de lo habitual por miedo en represalias.

1 de Octubre

"¿Por qué Catalunya quiere ser independiente?", "¿La prensa manipula?", "¿En qué liga jugaría el Barça?", "¿Hay gente que se hizo pasar por víctima?" Son preguntas que formulaban los alumnos y que Eugenia apuntaba en la pizarra la primera semana de octubre del 17. “Sentía que hablaban de los catalanes como si fueran de Marte, ya mí me preocupaba que entendieran que en ambos lados de cualquier conflicto hay personas y que no se las puede maltratar”, afirma.

En el Instituto Les Vinyes Ona hacía 3º de ESO. No recuerda que se hicieran preguntas en los días posteriores al 1-O. “Siempre hacíamos un ejercicio llamado Buenos días dónde se nos preguntaba por algún tema en concreto. El día 3 nada dijeron de la actuación policial. Me daba rabia que todo el mundo hiciera ver que no pasaba nada”. Belén admite que ella misma estaba impresionada por las cargas y era consciente de la complejidad de abordar el conflicto. “Dentro del aula tenía alumnos con opiniones muy diferentes y necesitaba calma para enfocarlo de forma justa”. Y encontró la forma en que Eugenia les compartió la fotografía de la pizarra. Allí vio las preguntas de los alumnos madrileños, y pensó en un proyecto conjunto. "En un contexto de falta de diálogo y de deshumanización, nos pareció que podía ser interesante que alumnos de ambas comunidades trabajaran juntos". Hablaron con las respectivas direcciones de los centros, que les dieron el visto bueno, y quisieron buscar a compañeros de otros centros que quisieran participar. Todos lo rechazaron con el mismo argumento: tenían miedo.

Belen y Carla en el IES Les Vinyes de Castellbisbal

Tenemos la palabra

El documento donde se despliega el currículo de la educación secundaria obligatoria comienza así: “La finalidad de la educación es conseguir que los chicos y chicas adquieran las herramientas necesarias para entender el mundo en el que están creciendo; poner las bases para que se conviertan en personas capaces de intervenir activa y críticamente en la sociedad plural, diversa, y en continuo cambio que les ha tocado vivir”. Y es éste el párrafo con el que comienza el documento de justificación del proyecto, un texto de 8 páginas donde se detallan las competencias básicas, las específicas, los criterios de evaluación o el desarrollo de las sesiones, entre otras. “Me ha sorprendido lo exhaustivo de lo que escribimos –apunta Belén–. Creo que estábamos tan asustadas que sentíamos que teníamos que justificar muy bien todo lo que estábamos haciendo”. Justificarse no sólo frente a una hipotética investigación judicial, sino también de las familias. Hubo algunas quejas; unos padres se pusieron en contacto directamente con Belén para trasladarle que no creían que fueran asuntos que debieran tratarse en el aula. Ella les compartió el documento en el que se explicaba el proyecto y les dijo que en última instancia, ningún niño estaría obligado a participar si no lo quería. “Estoy contenta de que el niño dijo que sí, que quería hacerlo”.

Descubrieron rápidamente que las preguntas en Cataluña y Madrid eran prácticamente las mismas, y dividieron las clases en grupos pequeños para que cada uno de ellos trabajara sobre una pregunta en concreto. Lo más importante, explican, era la parte de la investigación para saber dónde ir a buscar la información, cómo distinguir lo que era cierto de lo que no y poder acabar redactando un texto argumentativo, en el caso de los alumnos catalanes, y un proyecto de design thinking, en el caso de los de Vallecas.

“Nos sabe mal”

Mientras avanzaba el proyecto avanzaban también los miedos. Se había abierto entre otros una investigación contra unos docentes en Sant Andreu de la Barca que se atrevieron a hablar del 1 de Octubre en clase. Belén y Eugenia acordaron no publicitar nada de lo que hacían, y no alargar demasiado el proyecto. "Te juro que tenía miedo de poder acabar en los tribunales", afirma Belén. “Yo tenía mucho miedo por ellos”, remata Eugenia.

Por eso la última de las sesiones llegó temprano, y la hicieron con vídeo. Cada grupo exponía la investigación que habían realizado con su pregunta y qué reflexiones extraían. “Recuerdo especialmente un momento –explica Belén–. Ay, me emociono”, dice, y se detiene. Explica cómo, en un momento de la presentación, un grupo de Madrid dijo: "Eh, que no os hemos dicho algo muy importante: nos sabe mal lo que está pasando". "Solo por una frase como ésta, para mí todo el proyecto tiene sentido –afirma Eugenia–. Porque quiere decir que hay gente escuchando, y hay gente entendiendo al otro, y eso es lo contrario de la deshumanización. Al inicio del proyecto tenía la sensación de que a algunos les molestaban los catalanes, por el simple hecho de serlo". Ambas profesoras se ríen cuando recuerdan que al final de la sesión se intercambiaban el Instagram.

Ona no guarda el contacto de los alumnos de Madrid, pero recuerda bien el proyecto. “Es la primera vez que hablábamos de política en el instituto. Porque normalmente se habla en casa, pero terminas teniendo la opinión que tienen allí. Me gustó hablar y escuchar a gente con opiniones diferentes”. Y añade: “Y creo que es importante que la escuela pueda ser un espacio seguro para hablar de temas controvertidos. Para mí Belén siempre ha sido esto, un lugar seguro”. La profesora lo escucha y sonríe. “Estoy convencida de que, pese al miedo, eso valió la pena”. Hoy, 6 años después, sigue dando clase y están pensando en un nuevo proyecto con Eugenia, que insiste en abordar todos los debates incómodos: “Porque ser profesor debe querer decir abrir camino, hacia lo diferente y hacia el conocimiento”. "¿Y para ti, Belén? –pregunto–. ¿Qué es ser profesora?" Y responde: "Sencillamente, el mejor oficio del mundo".

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