Santa PazMontserrat Miralles es una mujer muy activa, con carácter, que tiene las cosas claras ya quien le gusta trabajar. El día que fui a visitar su casa y sus tierras me hizo andar de punta a punta de los campos, visitar toda la zona, mostrármelo todo. Montserrat y su pareja, Josep Saña, se instalaron en la Garrotxa en 1996. Ella había estudiado para ser ingeniera técnica agrícola y tenía la idea de realizar algo en el campo, vivir de la tierra. Querían realizar todo el ciclo: cultivar y elaborar, y así poder trabajar todo el año. Mientras contestaba a mis preguntas y me contaba cosas, se iba fijando en los campos y entraba para arrancar alguna mala hierba u observaba las plantas, como iban creciendo. Miralles asegura que los corzos, reintroducidos por la administración en la zona de la Garrotxa, provocan daños muy importantes en la cosecha de judías. Es un equilibrio delicado el que existe entre el agricultor y la fauna, que, en este caso, dice que "la Administración ha roto". De hecho, Miralles explica que si los estragos del próximo año son como los de este año, tendrá que dejarlo.
Su explotación, Can Maia, dispone de una casa con finca junto a la Fageda d'en Jordà. En conjunto cultiva una hectárea y media de tierra volcánica entre propia y arrendada. La tierra volcánica transmite un gusto peculiar a las verduras que se cultivan. "La idea era disponer del agua de lluvia para los campos de casa, donde hacemos la huerta de regadío, ya que recogemos el agua de lluvia y la guardamos en cisternas. Y arrendar otros campos para hacer la huerta de secano, la que no se riega. En estas plantamos los fesols de Santa Pau, las patatas y las cebollas. Esto lo podemos hacer porque en la Garrotxa llueve bastante y la tierra volcánica retiene muy bien la humedad".
Viento y altas temperaturas
Los dos enemigos de este cultivo son las altas temperaturas, más de 35 grados, y el viento de Ponent. Tal y como explica Miralles, entonces cae la flor y no hay frijoles. El otro obstáculo son los corzos, que este año han dejado los campos arrasados. Hace dos años, explica, tuvo que realizar una gran inversión y dedicar muchas horas para cerrar los campos, para evitar que este animal entrara. "El primer año fue bien, pero este año han entrado igual y se lo han comido casi todo". Montserrat se lamenta de que las administraciones que reintrodujeron el corzo en el Parque Natural no están haciendo todo lo necesario para regular la superpoblación y pasan la responsabilidad del control a los cazadores.
La reintroducción del corzo fue una iniciativa del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa. En 1995 tuvo lugar la primera liberación, que no tuvo éxito, pero posteriormente volvió a intentarse y en 1997 ya se contaron 40 cabezas. Ese mismo año, los técnicos comprobaron que los animales se dispersaron en un radio de dos kilómetros del punto de liberación. La idea inicial era que la presencia del corzo propiciaría la conservación de los bosques, ya que se alimentan de hierbas de sotobosque, matorrales y zarzas y, según los técnicos, no perjudican los cultivos de las hortalizas ni de los cereales.
Ahora el corzo está extendido por toda Cataluña, pero los campesinos se quejan de que se les comen los cultivos. Esto, junto con un año extraordinario de temperaturas muy altas, seco y sin lluvia, ha dado una cosecha muy escasa: "Nunca habíamos visto un verano tan largo como el del año pasado", asegura Montserrat. En un buen año, oscila entre los 700 y 1200 kg, este año ha cosechado 300 kg.
Producto ecológico
Can Maia es el único productor con sello del Consejo Catalán de Producción Agraria Ecológica (CCPAE) que comercializa esta singular legumbre de la Garrotxa. Dicen que se decidieron por el producto ecológico por coherencia: "Hacer comida para los demás, tal y como lo haríamos para nosotros", dice Miralles. "Vendo directo al consumidor o, a lo sumo, solo existe un intermediario antes de llegar al comprador final. Cuando empecé me dieron el sello muy rápido, porque en los campos donde empecé hacía tiempo que no se cultivaba. Con los que posteriormente he arrendado he tenido que pasar los dos años antes de tener la certificación ecológica".
En julio de 2015 la Comisión Europea otorgó el certificado de Denominación de Origen Protegida a la judía de Santa Pau. "Antes, cualquiera que vendiera judía blanca y de grano pequeño decía que era de Santa Pau, pero la de Santa Pau solo se hace en tierra volcánica, en cultivo de secano", explica Montserrat. "Las otras podían venir de cualquier sitio, pero no lo decían. 'Aprovechaban del buen nombre que tenían las de aquí". Las judías se plantan en mayo-junio y se cosechan en septiembre u octubre, y una vez secas se baten y se seleccionan. "En nuestro caso hacemos botes de conserva. Quería que el obrador pudiera estar en casa. Así en invierno o si llueve, y no puedes trabajar en el campo, te pones a cocer judías en el obrador para las conservas, y así nunca paras".
El fesol se estaba perdiendo porque se hacía de forma muy tradicional. Se plantaba en medio del maíz porque la simbiosis era beneficiosa para las dos especies: los frijoles proporcionaban al maíz el nitrógeno necesario y el maíz servía de apoyo a la judía y la protegía del peligroso viento de Poniente. Pero de este modo el cultivo era totalmente manual y, en una comarca eminentemente ganadera, el frijol era solo un complemento. Hacia los años ochenta, una generación de campesinos se dedicaron a mejorar el cultivo para facilitar su mecanización. Poco a poco se intentó plantar la judía sola, ya partir de ahí ellos mismos fueron seleccionando las que subían menos, hasta llegar a las variedades que se plantan en estos momentos. También constituyeron la Asociación de Cultivadores de Fesols de Santa Pau, para promocionar y mejorar la comercialización. Y que exista una estructura asociativa ha sido una gran ventaja para cualquier persona que quiere empezar, el caso de Can Maia.
Falta de relieve
Montserrat explica que aunque el producto sea el más ligado a los valores del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa, sigue habiendo pocos productores –inscritos a la Denominación de Origen Protegida (DOP) quedan ocho– y la gran mayoría tiene más de 50 años. "Aunque no somos lo suficiente para mantener una estructura de una cooperativa, compartimos maquinaria y un envase, una marca y una estrategia comercial común".
Las incorporaciones de gente joven son muy puntuales, y no hay relieve generacional. Pero ellos siguen luchando cada año por salvar la cosecha, y espera que en un futuro los jóvenes se interesen por este tipo de cultivo tan singular, que solo se produce en un territorio de 20 km² en todo el mundo.
Un producto con historia
El fesol de Santa Pau tiene el reconocimiento del sello de Denominación de Origen Protegida de la Unión Europea y se cultiva actualmente en un terreno superficie de 30 hectáreas, dentro del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa. La Garrotxa es un territorio de unas 15.000 hectáreas que incluye 11 municipios y 40 volcanes inactivos. El volcán Croscat, con 11.500 años, es uno de los más jóvenes de la península. La lava y el cráter tienen una extensión de unos 20 km². Es la especificidad de esta tierra volcánica y del clima lo que ha dado lugar al gusto particular, suave y cremoso, de esta variedad.
Esta judía llegó de Centroamérica debido al intercambio económico y la emigración que existía con Cataluña a través de los denominados indianos. En la zona de la Garrotxa, durante el siglo XVIII, los cultivos eran mayoritariamente los tradicionales del Mediterráneo, como el trigo, los olivos o el viñedo. En el siglo XIX aparecen otros cultivos, el maíz, la patata o algunas hortalizas como el tomate y el frijol. Los tratados generales sobre la agricultura de la zona sugieren que es durante los siglos XVIII y XIX cuando se consolida el cultivo de la judía (el frijol) de Santa Pau.
En el siglo XIX esta judía ya gozaba de mucho renombre, incluso existe una carta de 1854 que el gobernador civil de la provincia de Girona dirigió al alcalde de Santa Pau en la que le pedía una muestra del frijol para llevarla en la Exposición Universal de París. Desgraciadamente, no era época de cosecha y el alcalde tuvo que responder que no disponían del producto.