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De viaje a Seychelles, el oasis verde del Índico

Situado en el este del continente africano, este archipiélago tiene el encanto de la naturaleza salvaje. Recorremos algunas de sus islas más sugerentes a bordo de un crucero

Una hamaca en una de las playas de Felicy Island
Text i fotos: Sergi Reboredo
16/02/2025
5 min
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Cae de comerciantes árabes y escondite de piratas, Seychelles, en el este de África, emergen a los ojos del visitante como una gran explosión de vegetación salvaje en el Índico. Descrito a menudo como el jardín original del Edén, este archipiélago de postal está formado por 115 islas, treinta de ellas habitadas. El resto son islotes salvajes, muchos de ellos de acceso restringido porque tienen titularidad privada o porque están protegidos como reservas naturales.

Una buena opción para conocer a fondo este archipiélago es embarcarse una semana en un crucero, como el Pegasus de la naviera Variety Cruises. La aventura comienza a su llegada a Mahé, la mayor de las islas del archipiélago. Antes de embarcarnos, es imprescindible visitar los sitios más emblemáticos de Victoria, su capital. Destacan, entre otros, el mercado, el templo hindú, la catedral anglicana de St. Pau y la Torre del Reloj, construida en 1903 en honor de la reina Victoria.

Una parada de fruta en el mercado de Victoria, la capital de la isla de Mahé
Una mujer muestra un 'coco-de-mero', una fruta típica de la zona, en el mercado de Victoria, la capital de Mahé

Aunque son independientes de Gran Bretaña desde mediados de los años setenta, todavía quedan costumbres heredadas que se mezclan con las tradiciones árabes, indias y africanas de una población que no llega a los 100.000 habitantes. La mayoría habla criollo seselwa, un idioma derivado del francés. También son lenguas oficiales el francés y el inglés, éste último por la influencia de los británicos, que gobernaron las islas desde 1814 hasta su constitución como república independiente en 1976.

De St. Anne en Cousin

Después de Victoria, la siguiente parada con nuestro barco es la isla de St. Anne, donde pasamos la noche. Este enclave fue el primer parque nacional marino del océano Índico. Al día siguiente partimos rumbo a la isla de Curieuse. Antiguamente fue una colonia de leprosos, pero hoy en día se ha convertido en el hogar de unas trescientas tortugas gigantes de Aldabra. Es uno de los mayores reptiles que hay en el mundo, ya que los animales adultos alcanzan los 200 kilogramos de peso, aunque se conocen ejemplares excepcionales que han llegado a superar los 400.

Algunos ejemplares de tortugas gigantes

Las playas de Curieuse son también un paraíso para otras especies de tortuga marina, como la tortuga laúd que viene a poner los huevos. Hay un camino de 1,5 kilómetros que bordea la playa que llega a Anse Badamier, donde se puede volver al centro de investigación del proyecto de conservación de las tortugas, cercano al punto de desembarco.

La vecina isla de Cousin, siguiente parada, es un auténtico refugio para millones de pájaros. Es propiedad de la Royal Society for Nature Conservation, y está catalogada como reserva natural desde 1968. El toque-toque de Seychelles, la tiñosa común, los charranes rosados ​​(uno de los símbolos de Seychelles)...

Dos ejemplares de nodio becfí (Anous tenuirostris) en su nido en Cousin Island

Todos estos pájaros encuentran su paraíso en la isla, que también es refugio de reptiles y tortugas gigantes. Para preservar el delicado equilibrio de este patrimonio natural de excepción, las autoridades de Seychelles limitan el acceso –solo por las mañanas de lunes a viernes– a un número concreto de turistas.

Un paraíso natural

A Praslin, hogar del papagayo negro, llegamos el tercer día de navegación. Con 12 kilómetros de largo, es la segunda isla más grande del archipiélago, y sólo tiene censados ​​a unos 5.000 habitantes. Su gran reclamo es la reserva natural del Valle de Mai, un bosque prehistórico declarado patrimonio de la humanidad al que se accede pagando entrada. El recorrido por la reserva, que almacena árboles milenarios de formas complejas, se realiza en una hora. El sol casi no da al suelo. En sus palmeras crece el coco-de-mer, un fruto poco común con forma de genitales femeninos y sinónimo de las islas Seychelles. No en vano, su forma es la que se estampa en el pasaporte nada más llegar al país.

En Praslin está la playa de Anse Lazio, catalogada como una de las más bonitas del mundo. Sus formaciones rocosas hacen que sea única y espectacular. Hay que recorrerla hasta llegar al final, donde se ubica la cala más bonita. Empieza con un amplio arenal que va estrechándose hasta convertirse en una piscina natural perfecta para hacer snorkel.

La playa de Anse Lazio, en Praslin

Al día siguiente tocamos tierra en la isla de Aride, otra reserva natural que alberga gran cantidad de pájaros y en la que destacan sobre todo sus acantilados. Algunos de ellos alcanzan los 150 metros de altura. Un camino bordea la isla, que está totalmente deshabitada. En este paraje crece la gardenia de Wright, endémica de esa isla. Al quinto día de navegación llegamos a la isla Felicidad. Que se diga así ya augura un buen comienzo. Sus aguas son cristalinas y la naturaleza que le rodea se conserva virgen. Muchas tortugas marinas rondan por la costa, por lo que hay muchas posibilidades de hacer snorkel acompañándolas.

Una chica hace snorkel junto a una tortuga

La isla también es el enclave elegido por la cadena hotelera Six Senses para establecer su hotel diseñado por el galardonado arquitecto Richard Hywel Evans, del estudio RHE de Londres.

El día antes de volver a Victoria lo pasamos en La Digue. Aquí el tiempo parece haberse detenido. No circulan coches, sólo bicicletas y algún coche de golf. Esta isla está protegida por arrecifes de coral y rocas gigantes que bordean la costa. Está la playa de Anse Source de Plata, una de las más bonitas del mundo. Atravesando un campo de cultivos de vainilla en el que se hornea el coco para convertirlo en copra y extraer el aceite se llega a esta playa, en la que las rocas de granito pulidas parecen caídas de alguna secuencia de la película 2001: una odisea del espacio.

El Parque Nacional de Sante Anne Marinea la costa norte de Mahé

Guía práctica

La aerolínea alemana Condor ofrece hasta dos vuelos semanales a las islas Seychelles desde Barcelona, ​​Madrid, Bilbao, Valencia y Palma con escala en Fráncfort. Una vez en Mahé, hay oferta de vuelos a Praslin, la segunda isla en tamaño del archipiélago. En cuanto al clima, los mejores meses para viajar a Seychelles son abril, mayo, octubre y noviembre, aunque durante estos dos meses empieza a llover más. Junio, julio, agosto y septiembre también son buenos meses para visitar Seychelles, ya que prácticamente no llueve. Diciembre y enero, además de ser los meses más lluviosos, es cuando las islas están más saturadas y los precios son más altos.

La oficina de turismo del país ofrece las siguientes recomendaciones para tener en cuenta la fecha del viaje a Seychelles en función de los intereses.

  • Albergamiento de pájaros: entre abril y octubre.
  • Submarinismo: desde marzo hasta mayo y desde septiembre hasta noviembre.
  • Pesca: los mejores meses para practicar la pesca en Seychelles son los que van desde octubre hasta abril.
  • Senderismo: Aunque cualquier momento es bueno para hacer senderismo en el archipiélago, si tiene la ocasión de escoger, los mejores meses son los que van desde mayo hasta septiembre.
  • Vela: este deporte se puede practicar sin problemas en Seychelles a lo largo de todo el año.
  • Snorkel: las cálidas aguas que rodean a Seychelles hacen que sea un auténtico placer hacer snorkel a lo largo de todo el año.
  • Surf y windsurf: si tiene pensado viajar a Seychelles para practicar surf y windsurf, los mejores meses son los que van desde mayo hasta septiembre.
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