El viejo PSOE machista y jacobino se quita la máscara

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Felipe González y Alfonso Guerra ayer en Madrid.

A menudo los cambios sociales son lentos, pero a veces se aceleran y dejan a mucha gente descolocada. Lo hemos visto con el episodio del beso no consentido del entonces presidente de la RFEF Luis Rubiales a la jugadora Jenni Hermoso, que ha provocado un auténtico terremoto y un cambio en las percepciones sobre comportamientos que eran considerados normales hace cuatro días y que ahora vemos como inadmisibles. Pero ese machismo estructural contra el que luchan las jugadoras no es sólo patrimonio del fútbol o del deporte, sino que lo encontramos en el resto de ámbitos sociales, como la empresa, el académico, el mundo artístico, los medios de comunicación y, por supuesto, la política.

Este miércoles dos figuras históricas del PSOE como Alfonso Guerra y Felipe González se reunieron en Madrid para presentar un libro sobre el primero. El acto se convirtió en un aquelarre contra Pedro Sánchez y su intención de aprobar una amnistía, pero curiosamente los ataques más duros se les llevó a alguien que no es ni del PSOE, como es la vicepresidenta segunda y líder de Sumar Yolanda Díaz. González le reprochó que diera lecciones de política a alguien como Núñez Feijóo, que había ganado cuatro elecciones por mayoría absoluta. ¿Acaso atacaba González a Díaz porque no se atrevía a atacar directamente a Sánchez?

El desprecio que ambos sienten por la líder de Sumar, y su machismo totalmente anacrónico, se ha hecho evidente este jueves cuando Alfonso Guerra, entrevistado por Susanna Griso en Antena 3, ha descalificado las críticas de la vicepresidenta diciendo que "quizás ha tenido tiempo entre peluquería y peluquería". Y a continuación se ha afianzado, ante la impasibilidad de la entrevistadora, que no le ha corregido, diciendo que a Yolanda Díaz "le gusta mucho" ir a la peluquería.

De repente toda la máscara del viejo PSOE se ha caído. Se trata de dos personas que están fuera de su tiempo, que han mantenido intacto a su machismo tocado de misoginia, y que además pretenden dar lecciones sobre qué es la auténtica izquierda a dos personas, Sánchez y Díaz, que acaban de recibir el voto de más de 10 millones de españoles. En realidad, lo que une González y Guerra es la sensación de que las nuevas generaciones ya no se creen el relato de la Transición modélica y quieren cambiar algunas cosas, por ejemplo en el ámbito territorial, pero también en lo que se refiere a los derechos de las mujeres y el resto de derechos sociales. No es ninguna barbaridad afirmar que están hoy más cerca del PP que del PSOE y que, debido a su españolismo y jacobinismo, consideran más aceptables los pactos de Feijóo con la extrema derecha franquista que los de Sánchez con los independentistas catalanes y vascos.

Por último, que sean ellos dos precisamente los que critiquen los cambios de opinión de Sánchez, cuando ellos pasaron de hacer campaña contra la OTAN a pedir el voto a favor del ingreso, no deja de tener gracia. Si ellos allí evolucionaron y viraron el rumbo de los anteriores dirigentes del partido, ¿por qué ahora Sánchez no puede hacer lo mismo? La respuesta es que nadie acepta fácilmente que su tiempo ha pasado.

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