Apelación a la resistencia democrática

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Reacción de AfD right-wing política party a resultas of state elections in Thuringa and Saxony

1. Advertencias. Repetimos: la democracia está en peligro. Las advertencias se acumulan, no vale alegar ignorancia. Última manifestación: Alemania. La extrema derecha gana en Turingia y crece en Sajonia. Es decir, el país que nos imaginábamos vacunado por la trágica experiencia del nazismo, primero, y del comunismo soviético después, retrocede. Y la socialdemocracia naufraga. Como si la memoria se hubiera perdido, nada parece frenar la amenaza reaccionaria que recorre Europa. Y las derechas de tradición democrática dan cada vez síntomas más alarmantes de complicidad con el radicalismo que amenaza. Si hace unos años parecía que el consenso era amplio en el sentido de no hacer ninguna concesión a la extrema derecha, ahora ya oímos voces que buscan su complicidad. Sin ir tan lejos, aquí tenemos al PP compartiendo gobiernos regionales con Vox y sumando votos siempre que sea necesario.

Lo visto este fin de semana en Alemania asusta porque rompe un tabú que ha marcado la segunda parte del siglo XX: no volverá a ocurrir. Y llega en un momento en el que crecen las voces de las derechas tradicionales que preparan la normalización del neofascismo. El papel creciente de la inmigración en su agenda es un ejemplo de ello. Magnificar un problema para capitalizarlo en beneficio propio: esto se llama demagogia. Ocurre igual con la seguridad y con la radicalización de los discursos patrióticos construyendo el fantasma de la patria en peligro. Tres discursos que se alimentan entre sí para marcar un territorio de irreductibilidad: los nuestros y los demás.

El resultado es que se alimenta la confrontación política, con un efecto claro: la normalización de la extrema derecha. Y termina, por tanto, con el principio democrático que hacía de la alianza con ella una ruptura del marco compartido. Buena parte del espacio conservador sigue ese camino, que tiene, obviamente, en Estados Unidos un punto referencial: el Partido Republicano ya ha dado carta de legitimidad al trumpismo, que ante el descalabro rozó el golpe de estado.

Justo antes de la irrupción alemana en la crisis de las democracias liberales hemos asistido al caso francés, que ha erosionado gravemente la credibilidad de Emmanuel Macron, quien se había creído la encarnación de la República. Fue la movilización de la izquierda y una parte del electorado conservador y liberal quien detuvo en segunda instancia una victoria de la extrema derecha. Los franceses han dado señal de sensibilidad democrática con una participación masiva en la segunda vuelta de las legislativas. ¿Cuánto va a durar?

En España se vive un ejemplo, no por ser repetido, menos patético, de miseria política. Feijóo, en la enésima exhibición de impotencia, juega a la polarización utilizando la cuestión de la inmigración sin escrúpulo alguno. Contribuye así a validar todos los tópicos contra los que vienen de fuera en lugar de colaborar para afrontar un problema que requiere responsabilidad y política y que no es un simple juego de buenos y malos. Una dinámica que busca el enfrentamiento en vez de las soluciones y que amenaza a las democracias europeas con el retorno del simplismo autoritario.

2. Peligro. La izquierda tiene buena parte de responsabilidad con la tendencia a no asumir problemas complejos que cuestionan su simplismo y en la medida en que cada vez le cuesta más dibujar espacios alternativos que permitan que determinados sectores sociales, ajenos al marco mental de la derecha, se sientan escuchados e incorporados. Dicho de otro modo, el problema del estadio actual del capitalismo –tras el paso del industrial al financiero y digital– es que a las frustraciones de amplios sectores de la sociedad, alimentadas por el actual sistema comunicacional, en que el poder de la mentira y la manipulación no tiene límite, no se les ofrece espacio de reconocimiento y atención. Y mucha gente se deja seducir por la avalancha de las falsas promesas –y de la satanización de la democracia– que emanan de poderes mediáticos que son difíciles de combatir porque están monopolizados por pocas y marcadas manos. Rob Riemen ya hace tiempo que avisa: el fascismo contemporáneo es consecuencia de “intelectuales que han cultivado el nihilismo guiados por la sola búsqueda del placer, de la avaricia del mundo de los negocios, y de medios de comunicación de masas que prefieren ser los ventrílocuos de la gente en lugar de espejo crítico”. Elon Musk y compañía y la democracia no conjugan. Lo decía Albert Camus, cuando las cosas se complican hay gente que, “como no tienen carácter suficiente, se entregan a una doctrina”.

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