Donald Trump en el Museo de la Biblia de Washington, donde pronunció un discurso contra la "agenda woke" el pasado 8 de septiembre.
09/09/2025
4 min

El acuerdo marco entre EEUU y China anunciado en junio no resultó ser una "liberación" desde la "grandeza" unilateral de EE.UU., como soñaba el presidente Trump, ni el regreso a la política de los demócratas de gestión exitosa de la rivalidad con China. Fue el inicio de la interdependencia agresiva, confrontada y basada en el uso de "armas" económicas, sanciones, aranceles, embargos, medidas contra la exportación y el comercio... unidas a la fuerza militar.

Corre un chiste. Un gran desfile en la plaza Roja de Moscú. Pasan tanques, misiles, cañones, aviones y tropas en perfecta coreografía. La gente queda asombrada, asustada y admirada. Por último, pasa un pequeño Jeep que lleva dos personas, pulcramente vestidas, sentadas en el asiento trasero. Un periodista pregunta a un miembro del politburó: "¿Y estos dos?" La respuesta: "Son economistas. La economía, el arma más poderosa, puede destruir a tu enemigo... pero, cuidado, también te puede destruir a ti, porque es letal".

EEUU utiliza la economía como un arma de destrucción combinada con la fuerza militar. Bajo una apariencia de intransigencia y amenaza –la imagen que proyecta el presidente Trump–, EEUU ha autorizado la venta de tecnología digital en China. El embargo de tierras raras estaba paralizando la industria americana. Ahora, Synopsys y Cadence pueden volver a vender sus semiconductores en China, y Nvidia sus chips H20, esenciales para el progreso de la inteligencia artificial de clientes y mercados chinos.

Como dicen H. Farrell y A. Newman en un artículo reciente enForeign Affairs, la economía de EE.UU. depende en gran medida de otros estados nación que pueden condicionarla. La seguridad nacional se integra con la economía, lo que no es un peligro futuro, sino una amenaza presente.

A finales de los años 40, EEUU supo que la URSS les había copiado la bomba atómica en cuatro años. El poder nuclear no era solo suyo, como se habían pensado que sería durante medio siglo después de Hiroshima y Nagasaki, sino compartido. Entonces recurrieron a la diplomacia, a las instituciones internacionales y al pacto directo con la URSS. El conflicto pasaba de las divisiones militares de millones de soldados sobre el terreno al poder económico, todo lo contrario al paradigma que derrotó al Tercer Reich tanto en el este como en el oeste.

Hacía falta tiempo. El efecto del arma que personifican los dos economistas sentados en el pequeño Jeep quiere resiliencia. Fueron necesarios 45 años para demostrar que el modelo de la economía planificada sin el mercado no funcionaba. La Guerra Fría fue larga y no siempre lineal. La industrialización de la URSS realizada en los años 30 por Stalin, en tanto que era de industria pesada y poco influida por el mercado, hizo pensar a algunos que los planes quinquenales y la autarquía eran mejores que el mercado. La crisis del 29 fue una falla del capitalismo, visible para todos, que sólo la socialdemocracia del presidente Roosevelt –el New Deal– y la economía de guerra –el ahorro privado para financiar la fabricación de productos militares para manejar las fábricas– corrigieron. Pero nunca hubo dudas de que el mercado y la democracia eran las armas que, utilizadas con inteligencia, llevarían a la victoria, porque fortalecían la economía y cohesionaban a los pueblos. Ahora no es así.

El problema de la administración Trump es que tiene prisa. El presidente se tiene a sí mismo por un genio capaz de arreglar en meses lo que otros no han sido capaces de arreglar en decenios, y quiere hacerlo todo él. Es la pose del torero que ante el toro pide que le dejen solo... Puede que el torero tenga razón, pero el presidente Trump más bien no. Por el momento, los resultados no acompañan a pesar de la autocomplacencia de sus manifestaciones. Subiendo los aranceles en la India ha conseguido que se aproxime a China, algo que nunca había ocurrido. Ha unido a sus enemigos en su contra. China lidera este frente asiático subiendo el nivel de agresividad, y Rusia, Irán y Corea del Norte están alineados. El conflicto con China no le aporta beneficios de imagen. El mundo asocia a China a la estabilidad y EEUU al cambio de opinión permanente.

Pero lo sorprendente es el giro que Trump ha hecho emprender en EEUU hacia el capitalismo de estado, el modelo económico de China. El secretario de Comercio, Howard Lutnick, ha anunciado que, por razones estratégicas, el gobierno ha comprado el 10% de Intel, así como el 10% de MP Materials, por la extracción y el procesamiento de tierras raras. Esto nunca había ocurrido en EEUU. No es absurdo pensar que el presidente Trump tiene el convencimiento de que así podrá competir con mayor eficacia con China... desconfiando de la fortaleza de la democracia y el mercado. Un error colosal que no es capaz de ver.

Los movimientos dirigidos a eliminar a los servidores públicos que discrepen de las políticas del ejecutivo van en la dirección de imitar las estructuras de estado de China y Rusia. Despliega la Guardia Nacional para mantener un orden público que no está en peligro. Cree que aproximar la estructura de gobierno de EE.UU. a la de China le permitirá ser más eficiente a corto plazo, que es lo único que le motiva y le preocupa. Siempre ha sido fascinado por Putin y ahora por Xi. Son manías que sólo el tiempo y los hechos corregirán dolorosamente.

stats