Barcelona, ¿futura capital de terneros?

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Vista de la ciudad de Barcelona.

No sé cuál es la palabra. Pero hay... Hay... ¡Ay! ¿Cuál? Ay, no sé... pero eso de hacer pagar a editoriales y librerías para poner la parada en la calle el día de Sant Jordi en Barcelona... ¿Cuál sería la palabra? Porque ya no es el precio... es la palabra, el término, la palabra, la cosa. Quizás no es una palabra y es una frase: ¿se vende todo en Barcelona?

Hombre, mujer, marsupial, aquí le daríamos la razón a uno de los mejores eslóganes de la Ciudad Condal y contada: “Aquí se despacha todo”. Dicen, dicen, que le parieron post 1714. Vamos, como un Black Friday vanguardista con las tiendas aún llenas de sangre. Volver a levantar persianas. Siempre. No somos una nación: somos una resurrección. Rueda el mundo y vuelve al Born, reducen. Es una frase hecha, pero también el título de un libro, que vuelve a hacer famoso el dicho ya de siglos dicho antes de la matanza de 1714. Rueda el mundo y vuelve al Born lo hace en 1910 el dibujante, pintor, escenógrafo, Oleguer Junyent (1876-1956). El tipo rodeó todo el planeta: Marsella, El Cairo, Aden, Bombay, Lahore, Cachemira, Agra, Calcuta, Colombo, Perth, Adelaide, Melbourne, Sydney, Manila, Cantón, Nankín, Pekín, Seúl, Tokio, Vancouver, Winnipeg , Chicago, Toronto, Quebec, Nueva York, Londres y París. Toy lo contó con dibujos y fotografías. Ponía en manos de los barceloneses... el mundo. Fue uno bestseller. Se vendió como salfumando por fregadero atascado. Ahora, este libro no se despacharía y la ciudad ya está más que vendida a cualquiera de las ciudades por las que tumbó a Junyent. De hecho, sólo queda eso.

Que le entren en el estudio. Sí, al del Oleguer Junyent. Que todavía lo tiene cómo vino al mundo. Que le jodan, que le compren, que lo-que-haga falta. Ya no es la obra de un pintor, dibujante, es la de uno de los grandes coleccionistas de arte medieval y artes decorativas de este país. Es decir que un día será sí. Porque todavía quedan en Barcelona. Éste es el futuro, el mañana. Porque ahora ya sólo se trata de entrar en las casas. Puerta a puerta. Para tratar de venderlo todo. Todo lo que ha hecho Barcelona. Vendido la calle, penetramos dentro de las existencias hechas puertas, ventanas, recibidores, pasillos, mesas, sillas, pieles, memorias, sentimientos... Piso a piso. Eliminamos a las personas. Que no quede ninguna. No sea caso.

Esto es lo que decía el arquitecto del GATCPAC (Grupo de Artistas y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea), Josep Lluís Sert: "Las ciudades deben ser para las personas y no las personas para en las ciudades". Era un momento (en los años veinte y treinta del siglo XX preguerras) que se soñaba con el futuro. Porque cada época sueña la siguiente. Ahora también se sueña esto: una ciudad sin personas. Bien, hablemos. En cualquier caso una Barcelona con personas en venta. Como la Feria de ganadería de Verden (Alemania). Estos días la Baja Sajonia es capital de las bestias. Pagan hasta 61.000 euros por un ternero. Algo fuera de serie. Como aquí hace siglos. Cuando en el Born circulaban animales arriba y abajo. Como un gran mercado de neón mediterráneo, mundial. Y en Barcelona hemos pasado de vender ganado a vender personas. Porque, sí, la ciudad, Barcelona, ​​eran las personas. Muuuuuu!!!!

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