Estoy leyendo la monumental obra sobre Josep Pla Un corazón furtivo, escrita por Xavier Pla. No puedo evitar imaginarme el placer metafísico y físico del autor, ordenando, indagando, clasificando, haciendo aparecer personajes a través de presencias o ausencias (no se pierdan la crítica que hizo Ignasi Aragay en el ARA). El trabajo que ha realizado, psicológico, literario, es la obra de un superdotado. Tiene en la cabeza todo Pla y todos sus contemporáneos. En este sentido, el personaje de Adi Enberg, que vamos conociendo a través de cartas de ella a él, de los viajes, del ahora sí ahora no, de las valiosas apreciaciones del autor, es colosal.
Sorprende mucho, ahora, hoy, toda esa “grafomanía” que nos dice Xavier Pla que posee no sólo el autor, sino toda la familia. Escriben, escriben, y él casi siempre se lo guarda. Guarda papeles y papeles (facturas, notas dejadas en la recepción de un hotel)... Son otros tiempos, claro. Pla viaja, no para de viajar, y se escribe con amigos, hermano y hermanas, madre y padre, Adi... No puedo dejar de pensar que hoy, esa manía que es escribir a mano (a mano), ensobrar los papeles, lamer el sobre, ir al buzón, ha sido sustituida por los whatsapps. Y está bien, claro. A mí, si me hubieran dicho, unos años atrás, que los teléfonos tendrían teclas y podríamos, en lugar de telefonear, escribir como máquina, con dos dedos, habría dictaminado el fracaso del invento. Nunca pensé que nos pasaríamos el día leyendo y enviando whatsapps y que sí, el escribir nos haría perder leer (y ya no al revés).
Sorprende, también, visto así, ahora, hoy, la cantidad de diarios que había, y lo importantes que eran en la vida cotidiana. Cómo se consideraban los artículos literatura.
