Las disculpas de la creadora de ‘Friends’

Friends
07/07/2022
3 min

Marta Kauffman, creadora de la mítica serie Friends junto con David Crane, ha anunciado que hará una donación de cuatro millones de dólares a la Universidad de Brandeis, en Boston, y más concretamente al departamento de estudios africanos y afroamericanos de esta universidad. El motivo principal son las críticas que, de manera especialmente intensa durante los últimos años, han cuestionado la decisión de elegir a seis personas blancas para el elenco de una serie que marcó un antes y un después en la historia de las sitcoms. Por simple estadística, si hablamos de Manhattan, es difícil de justificar, efectivamente, que entre los protagonistas no hubiera ninguna persona negra, y ya no entramos en el hecho de que no hubiera tampoco ninguna persona homosexual o pobre o latina o gorda, por ejemplo, porque este no es el tema que nos ocupa aquí, si bien daría seguramente para un par más de donaciones a diferentes departamentos universitarios. 

Kauffman ha expresado que se siente avergonzada y arrepentida por el hecho de no haberlo sabido hacer mejor entonces, y ha demostrado una gran honestidad al afirmar que ha tardado tiempo en entender algunas de las críticas que la serie había recibido en este sentido. Veinte años y decenas de litros de bótox después del fin de la serie, es loable que la cocreadora de Friends sea capaz de hacer autocrítica y de entender que el público y, por lo tanto, también los productos de televisión han cambiado la mirada y el grado de exigencia desde entonces. La donación de los cuatro millones de dólares serían un símbolo tan o tan poco relevante como todos los símbolos que vertebran nuestra realidad y que configuran un imaginario en el que los gestos, por sutiles o modestos que sean, se analizan con exhaustividad, sin compasión: los símbolos, bien encontrados, pueden enaltecer una figura y hacer olvidar, incluso, otros trasfondos y, en cambio, el gesto incorrecto es capaz de enterrar a los ejecutores de manera despiadada, no en balde cualquier símbolo se magnifica en la era 2.0. 

Lo que ha hecho Kauffman demuestra hasta qué punto es importante que desde los altavoces que tenemos individualmente traslademos qué ha cambiado en nuestra sociedad y en nuestra manera de pensar, en vista de desencadenar una reflexión profunda, sin prejuicios, sobre las cosas que han evolucionado a mejor y que, en consecuencia, tendrían que tener una plasmación real en los productos audiovisuales, literarios, folclóricos, tradicionales. Pienso, de hecho, que sería deseable replicar posicionamientos como el de Kauffman, es decir, crear detonantes para el cuestionamiento y la reivindicación de nuevos formatos por parte, incluso o sobre todo, de creadores y creadoras que podrían limitarse a contar los billetes que aquellos productos les proporcionaron en su momento. También pienso, en esta misma línea, que la humildad que ha demostrado Kauffman tendría que hacerse extensible a las actitudes con que las personas jóvenes, educadas en otras sensibilidades, conceptos y perspectivas, podamos llamar la atención de los que años atrás, cuando nosotros éramos pequeños o cuando ni siquiera éramos un proyecto, crearon historias que eran coherentes con una sensibilidad diferente que sin duda no tiene que justificarse o banalizarse, pero que se puede revisar y matizar desde una actitud más comprensiva que tajante, más propensa al análisis crítico que al juicio implacable. El llamado presentismo histórico, que se entiende como la tendencia a hacer revisionismo del pasado con ojos del presente, puede ser nocivo si se esquiva la pedagogía y se opta directamente por el castigo sin fisuras ni atenuantes, obviando la realidad de entonces e imponiendo con cierta arrogancia una mirada que no tendríamos si hubiéramos nacido medio siglo antes. 

Las reacciones como las de Kauffman son deseables y valorables y justamente por eso hay que hacer entender los nuevos códigos sociales sin caer en la condena total de aquel producto, del mismo modo que hay que ser capaces de mirar cine clásico con un ojo crítico que condene el clasismo, el machismo, la homofobia, el racismo imperantes, pero sin que la cancelación de la obra y de sus creadores se erija en la fórmula preferida, porque crecer y madurar en todos los sentidos pasa, también, por aprender de los errores del pasado y por saber perdonar y ver los propios errores en materias que no se sabía que eran incorrectas hasta que el mundo, con herramientas y contextos renovados, lo supo ver y verbalizar.

Marta Kauffman ha tenido un gesto importante que va más allá de la donación de cuatro millones de dólares: ha sabido pedir disculpas y decir que se equivocó. Y solo por eso ya la querría de amiga en una sitcom, eso sí, más multicultural.

Laura Gost es escritora
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