La dirigente de los comunes, Jéssica Albiach, en rueda de prensa.
12/03/2024
2 min

Ya fue curioso que fuera un partido socialista (la izquierda virtuosa contra la derecha de los restaurantes abiertos hasta la una) el principal defensor de un proyecto recreativo que incluye un casino, palabra connotada y no para bien, precisamente. Y es curioso, también, que sea otro partido de izquierdas, los comunes, el que se oponga con tal firmeza que de ello ha hecho depender ahora su voto a los presupuestos presentados por el Gobierno, en manos de otro partido de izquierdas que dice que no le gusta el proyecto pero que no tiene más remedio que tramitarlo.

Todo el mundo tiene sus razones: los socialistas hablan de oportunidades económicas para el área de Tarragona y los comunes objetan los perjuicios que significaría el proyecto en forma de adicciones al juego, mafias y precariedad laboral. Hay proyectos que se convierten en símbolos para bien o para mal y el Hard Rock ha acabado siendo uno. Si el PSC está actuando de facilitador business friendly y quiere hacerse fuerte en Tarragona y los comunes actúan pensando en las próximas elecciones, son elementos a considerar.

A menudo las estrategias políticas tienen una lógica tan interna que desconciertan y aburren a la gente, que no entiende que a tres partidos que están tan cerca del eje social les cueste tanto aprobar unos presupuestos como estos, en los que hay más dinero que nunca (en cifras absolutas, no por ninguna). Que pudiendo aumentar el gasto en educación, por ejemplo, debamos prorrogar presupuestos es profundamente decepcionante.

La actual legislatura acabará sin que el 52% independentista haya estado nunca operativo. Quizás era imposible que lo fuera si Junts dobló del Gobierno tras el cese de su vicepresidente, si teníamos líderes políticos indultados y exiliados negociando una amnistía con el PSOE, si la CUP estaba desaparecida y, sobre todo, tras el trompazo político y anímico del fracaso estratégico de 2017, que ha terminado con un repliegue colectivo a la espera de otros tiempos. O sea que por el eje nacional no ha habido acuerdo. Pero por el eje social, si no existe un giro de última hora, tampoco. Qué país, el nuestro.

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